De Un Sueño a la Realidad

Capítulo dieciocho: ¡Somos Jimmy y Jamie Baker de Seattle!

Christian y Michael se quedaron hablando en la sala de la Torre. Michael le instó a hablar primero, así que Christian comenzó a contar todo lo que había ocurrido antes de llegar a aquel lugar. Cassandra, sus pesadillas, Seth Cook, su tiempo internado en el hospital y la manera en cómo fue que tomaron la decisión de que él se fuera de Chicago, omitió algunas cosas, como el hecho de que veía a Matt. Michael escuchó, muy atento y no dijo ni una sola palabra hasta que él terminó.

      —Vaya, sí que has pasado por mucho —susurró.

      —Entonces… ¿cuál es tu historia? —preguntó Christian, curioso.

      —Estaba en casa cuando mi padre y mi hermano tuvieron aquel… «accidente». Estaba en casa, durmiendo en mi habitación sano y salvo —comenzó a contar Michael mientras miraba a Christian y jugaba con sus dedos—. Al día siguiente me encuentro en una habitación que no es la mía. Una señora entró apenas desperté y empezó a explicarme que no iba a estar allí para siempre, me dijo que no me preocupara y que pronto iba a descubrir por qué me habían separado de mi familia. Aquel día me enteré que estaba en un orfanato y también que mi padre y mi hermano habían fallecido —soltó un suspiro, mirando hacia arriba—. Lloré por Angel, no por mi padre. Mi padre era un idiota.

      Christian bajó la mirada y asintió. Sabía exactamente cómo Michael se sentía y por qué decía aquello de su padre.

      —Como sea, resumiendo, al día siguiente llegó una «familia» —recalcó las comillas con sus dedos— y me adoptaron. Claramente no eran una familia real, eran agentes federales encubiertos, los cuales me dieron un nuevo apellido.

      —¿Wittgenstein? ¿Por qué? —Christian frunció el ceño, nada de lo que Michael estaba diciendo le parecía totalmente coherente.

      —Me trajeron aquí y duré dos años sin saber exactamente por qué demonios me estaba ocurriendo eso —Michael soltó una risa irónica—. Dos años. Hasta que conocí a Alaric.

      —¿Y quién es Alaric?

      —Verás, Christian, no es por pura casualidad que los dos estamos aquí. La identidad de Alaric es secreta, incluso para mí. Está en alguna Torre de este instituto y a la vez no lo está. Ese tipo es un fantasma en este lugar —explicó, susurrando, Christian tuvo que acercarse un poco a él para poder escucharle bien—. Dame un poco de tiempo, ¿está bien? Necesito tiempo para poder mostrarte por qué en realidad ambos estamos aquí.

      —Mike, me estás asustando —dijo Christian, también susurrando.

      —Lo sé, lo comprendo. Yo también estuve muy asustado. Pero verás que valdrá la pena.

      —¿Andas coqueteando de nuevo, Michael? —una femenina voz los interrumpió y Christian apartó el rostro del chico de ojos verdes para saber de quién se trataba—. Sabía que había «carne fresca», pero jamás pensé que esta vez serías tan rápido.

      —Star, buenas tardes. No esperaba verte por este lugar tan pronto —mencionó Michael con una sonrisa en sus labios—. Él es Christian, un viejo amigo. No le estaba coqueteando.

      La chica, con el uniforme del instituto —una falda escocesa color rojo, camisa blanca encajada, corbatín rojo y una chaqueta negra, acompañado de unas botas largas y negras—, miró a Christian con un rostro serio. Tenía el cabello largo, negro y lleno de ondas, la tez pálida y ojeras recién formadas debajo de los ojos. Le extendió su mano al castaño e hizo un amago de sonrisa, o algo parecido.

      —Star Ivanov —dijo y Christian percibió el silbido del acento ruso. No se notaba con precisión, lo había estado perdiendo desde hace tiempo.

      —Christian Morgan —dijo y le dio la mano, sacudiéndola por un breve instante, luego las separaron.

      —Conocí a Star en clase de biología, luego en arte, en ciencias y básicamente en la mayoría de clases que compartimos. Es una chica ruda, pero sociable cuando se esfuerza —Michael soltó una risa ligera y se levantó de la mesa—. ¿Almorzamos? Estoy hambriento.




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