De Un Sueño a la Realidad

Capítulo veinte: No voy a dejarte ir.

El día de la graduación ocurrió a finales de mayo. Todos los estudiantes de último año del instituto se preparaban una tarde de aquel mes, sintiéndose nerviosos y a la misma vez emocionados por terminar una etapa de sus vidas. Ese día Christian recibió muchas llamadas desde Chicago, algunos de sus tíos y sus amigos cercanos estuvieron en aquella lista. Días antes, su madre le había enviado un paquete con su traje de graduación y una nota que decía «¡Estamos orgullosos de ti!». Cuando despertó, se fijó que Johann estaba pasando por cada dormitorio entregando togas y birretes a los alumnos.

      Para cuando llegó la noche, el auditorio del instituto debía estar repleto de los acompañantes de los estudiantes. Christian estaba alistándose, los gemelos ya habían bajado a la sala de la Torre mientras esperaban el llamado de los graduados. El castaño se acomodaba el corbatín de su traje y se peinó el cabello hacia atrás, mirándose en el espejo.

      —¿Estás desanimado? —le preguntó Matt, el rubio estaba sentado en su cama, también con un traje elegante y los rulos de su cabello algo despeinados.

      —Bueno, tú estás para darme ánimo —respondió y tomó su toga para ponérsela.

      Matt expresó un rostro preocupado.

      —Chris, creo que entiendes perfectamente que, por lo que más quieras en este mundo, no todo el tiempo voy a estar para ti, ¿verdad? —habló, pero Christian no comentó nada, se ocupó en subir el pasador de su toga—. ¿Verdad? —repitió su hermano, esa vez un poco más alto.

      Hubo completo silencio, Christian apretó la mandíbula mientras se colocaba la cinta color roja que iba en los hombros. Matt frunció los labios, buscando la mirada de su hermano desde el espejo.

      —Jimmy y Jamie están para darte ánimos. Johann, Brad. Mike —continuó hablando—. Cassandra. Jeffrey. Papá y mamá… ¿estás siquiera escuchándome, jovencito? —volvió a levantar la voz cuando realizó la pregunta, uniendo las cejas, medio irritado.

      —Seguiré diciéndolo, te tengo a ti —continuó con el birrete, poniéndoselo en la cabeza y acomodándoselo para que no se le cayera.

      —Christian, ¿qué pasa contigo? —Matt se levantó y se acercó a su hermano menor—. ¡Mírame! —exclamó mientras lo tomaba del hombro y lo giraba bruscamente hacia él para verle el rostro. Christian lo miró y frunció el entrecejo—. ¡Soy un producto de tu imaginación! ¡Estoy muerto, Christian!

      —Cállate, Matt —murmuró el castaño sin apartar la mirada de su hermano mayor. Estaba enojado, rara vez Matt se comportaba de esa manera.

      —No, no voy a callarme porque así es como evitas la verdad. ¡Estoy muerto, Christian! ¡Hace nueve años que lo estoy! ¿No lo ves? —Matt tampoco apartaba la mirada—. No. Soy. Real. Sigo aquí, contigo, porque no me has dejado ir. Tienes que dejarme ir… —fue bajando el tono de su voz, tomó a Christian por los hombros—. Ya no me necesitas más. Tienes a mucha gente que puede estar contigo, animarte, hacerte feliz.

      —No quiero, Matt. No me importa si eres real o no, estás conmigo. Y no voy a dejarte ir.

      —Tienes que hacerlo —dijo el rubio con autoridad.

      —¡No! —exclamó Christian—. ¡Te quiero aquí, siempre conmigo! ¡Si sabías perfectamente que no podía dejarte ir una vez que aparecieras, mejor no lo hubieras hecho!

      Matt se quedó callado.

      —Eres real, para mí eres real, Matt —la voz de Christian tembló un poco—. No puedo dejarte. Eres mi hermano.

      —Brad también es tu hermano.

      —¡Pues que se joda Brad! —gritó, ya enojado—. ¡Tú eres el que importa aquí!

      Matt abrió los ojos ante la repentina respuesta del castaño y entonces fue cuando realmente, Christian se dio cuenta de lo que acababa de decir. Vaciló un par de veces para hablar, pero ninguna palabra pudo salir de su boca.

      —Christian —la voz de Jamie llamó su atención, estaba asomado en la puerta y su rostro expresaba notoriamente que había escuchado parte de lo que hablaba con Matt—. Nos han llamado. Es hora.




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