Christian se había tomado el tiempo de caminar hasta salir de la Torre y sentarse en el césped para poder llamar a Jeffrey. Había sido genial, casi sintió que estaba de nuevo en Chicago, ambos sentados en el balcón de su casa, admirando el atardecer y dejando que el viento llegara a sus rostros mientras se reían de sus estupideces. Había hablado con Jeffrey antes, pero ninguna llamada se sintió mejor que esa.
—Sí, luego del beso, cuando estábamos detrás de escenas, Edward Bolton me dejó con un moretón en el ojo —dijo el rubio, soltando una risa. Estaba en su balcón, la noche se mostraba detrás de él—. Tiempo después, Becky no volvió a hablarme. Y yo que pensaba que ella no sería tan cobarde.
—Woah, amigo —Christian soltó una carcajada—. Tranquilo, ya pasó.
—Ya sé que ya pasó —murmuró su amigo—. No me importa, estoy bien. No te preocupes por mi obsesión por Becky Stewart, desapareció de Jeffreylandia.
—Muy bien, eso es genial —susurró el castaño y hubo un silencio entre ellos antes de que él lo rompiera—. Te extraño.
—Oh, no. ¡No te pongas sentimental! —sobreactuó, llevándose una mano a la frente como si fuera una damisela en apuros, Christian se rió y Jeffrey le siguió—. También te extraño, hermano. Y lo lamento.
—Deja de disculparte, ¿vale?
—Tengo que hacerlo —dijo, abriendo ligeramente los ojos—. Lo lamento. Soy un idiota a veces que sólo piensa en sí mismo, pero también estaba preocupado por ti.
Christian no dijo nada, sólo apartó la mirada.
—Mira, hombre… sé que no quieres hacer esta locura en la que nos han metido a todos, lo entiendo —murmuró Jeffrey en un tono preocupado, Christian volvió a través de la cámara—. Es difícil. Sobre todo, si se trata del mejor amigo de tu hermano y el padre de tu amigo de infancia y tu novia.
—No te preocupes, estoy bien con eso. Los federales quieren que haga eso —mencionó, muy decidido y esbozó una sonrisa—. Lo haré. Tenías toda la razón. Seth Cook merece pagar por sus actos y si tengo que asesinarlo para que sea así, lo haré.
Jeffrey pareció quedarse sin palabras, su expresión de shock sorprendió a Christian.
—Muy bien, ¡hagamos esa mierda! —exclamó.
—¡Vamos, pequeñas muñecas! —exclamó Star mientras caminaba por la fila de los chicos que entrenaban—. Sigan la secuencia. Patada, puño, abdomen. Ahora en defensa. ¡Vamos, vamos! Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, ¡esquiva! —y sonrió cuando se dio cuenta que Christian esquivó la posible patada que Star pudo dar en su rostro.
Todos estaban progresando, muchos ya estaban cansados de recibir patadas de Star cada vez que comenzaba a recitar «derecha, izquierda». Fue entonces cuando ella les dijo que se tomaran un descanso, así que Christian se sentó en el suelo, tomando de un poco del agua de su botella.
—Vas muy bien. Sabía que Matt te había enseñado algunas cosas, es entendible que avances más rápido que los demás —decía ella mientras tomaba agua también.
—Los demás lo están haciendo bien —reconoció Christian, recuperando el aire—. Necesitamos más preparación. Y tenemos diez meses de sobra para lograrlo. Creo en que podemos acabar con todo apenas el plan empiece a ejecutarse.
—Vaya, te he visto más decidido en estos últimos días. ¿Qué ha pasado? —murmuró Star luego de reír ligeramente, poniendo las manos en su cintura—. Y no me mientas, puedo identificar eso.
Christian la miró y esbozó una sonrisa.
—Tuve mucho tiempo para pensar.
—Eso está bien —sonrió la chica, mordiéndose el labio inferior y golpeándole en el brazo con su puño amistosamente—. Vamos a continuar.
Y entonces continuaron con el entrenamiento. Fue arduo, como todos, pero la mayoría estaba acostumbrada a eso. Para cuando terminaron, Star quiso que Christian se quedara un momento más, así que lo hizo.