Pasaron diez meses.
Cuando llegó junio del 2014, el año de Christian en Berlín finalizó. Habían sido diez meses de arduo trabajo, la literatura le encantaba y sacaba buenas notas en la mayoría de los exámenes, lo mismo le pasaba a los demás. También se habían esforzado en los entrenamientos, practicando en lo que fallaban hasta lograrlo como se debía.
Una mañana, los parientes de los reclutados, fueron a buscarlos al instituto para llevarlos al aeropuerto de Berlín.
Ahí esperaron el próximo vuelo a Chicago.
Mientras lo hacían, Christian observó a todos lo que lo acompañaban y comenzó a recordar cosas. Jimmy y Jamie estaban riendo junto a sus padres, quizá contando alguna historia bastante graciosa —ellos tenían muchas—; Christian recordó el primer día que los conoció, lo que le hizo sonreír. Los gemelos Baker, dos chicos que se habían vuelto muy importantes en su vida; divisó a Conan comprando una manzana para su hermana mayor, él le abrió los ojos sobre lo que Matt le había estado diciendo por mucho tiempo cuando lo veía, él le hizo decirle que lo dejara ir, tal y como Christian debía dejar ir a su hermano. También visualizó a Star, con su tía Dasha, la mujer la abrazaba con fuerza y le decía diversas cosas con los ojos húmedos, Christian recordó sus momentos con la chica, era una gran amiga. También observó a los demás, tomando recuerdos de cada uno de ellos, lo que lo hizo sentirse asustado, porque no quería perder a ninguno.
Cuando la megafonía anunció el primer aviso para abordar al vuelo de Chicago, todos comenzaron a despedirse. Christian se dirigió a sus padres con Brad y se abrazaron todos juntos. Como era habitual en Naomi, ella estaba llorando y Robert ayudaba a consolarla.
—Por favor, tengan cuidado, mis niños —murmuró entre sollozos y acariciando los rostros de sus hijos.
—Vamos a regresar, mamá —dijo Brad, abrazándola de nuevo—. Lo prometo.
—Lo sabemos —mencionó Robert, sonriendo con nostalgia—. Su hermano estaría tan orgulloso como nosotros. Van a ser héroes.
Christian sonrió.
—Sí… lo seremos —dijo.
Luego se reunieron con los demás y Michael se puso en medio de todos para poder decir algunas palabras.
—Sé que no soy la persona más perfecta —comenzó, sonriéndole a cada uno—. Pero cometemos errores y les mentí en un tiempo, pero deben saber que no fue por mí. En unos días nos enfrentaremos al plan que tanto hemos estado examinando y estudiando. Así que quiero darles las gracias, por hacer esto posible —suspiró, bajando la mirada por unos segundos—. Esto será en honor en los fallecidos que amamos. En los que perdimos, incluso si no fue por causa de muerte. Esto será en honor a tener el mundo con una amenaza menos.
Hubo un silencio y el segundo anuncio para abordar se escuchó.
—Los aprecio mucho, chicos. Son las mejores personas que he conocido durante toda mi vida —sonrió, poniendo una mano en el medio—. Abertausend von Seele für eine allein Herz.
Una sonrisa apareció en el rostro de cada uno y todos extendieron la mano, poniendo una sobre otra.
—Abertausend von Seele für eine allein Herz! —exclamaron al mismo tiempo.
Entonces subieron al avión. A Christian le había tocado al lado de Jamie, quien estaba algo nervioso por el viaje porque «la altura no era su mejor amiga». Cuando se sentó, se puso el cinturón de seguridad que había en la silla y soltó un suspiro.
—Relájate un poco, amigo —susurró, mientras esperaban el anuncio para despegar—. Todo va a estar bien.
—Llevo años. Años sin subir a un avión. Lo estoy intentando —balbuceó, soltando una sonrisa nerviosa.
—Muy bien, háblame sobre algo. Quizá eso te tranquilice un poco.
—Ahm… —musitó, pensando en alguna cosa y cuando fue a hablar de nuevo, lo miró—. Cuando vivía en Seattle, siempre solía participar en concursos de pintura. Recuerdo que una vez gané un premio por hacer el mejor globo terráqueo.