Odiaba mi vida, siempre la había odiado. Deseaba estar muerta, siempre lo había deseado.
Pero…
¿Alguna vez han amado tanto, tanto, que no les cabe tal sentimiento en el pecho? Un amor tan grande que desborda felicidad, una felicidad que jamás habías sentido hasta ese instante en que lo conociste. No lo buscaste, no lo llamaste… solo apareció.
Dejandote ver que no toda la vida podía girar en torno a la tristeza. Que incluso en medio de la oscuridad, siempre existe la posibilidad de encontrar una luz al final del camino.
Él no alcanzó a conocer la tristeza que abundaba en mí, ni borró mis cicatrices. Solo estuvo ahí, tratando de hacerme feliz cada día de nuestra vida juntos, demostrando que amaba cada parte de mí. Y yo, aprendiendo a amarlo con todas sus inseguridades y dudas, pero siempre eligiéndolo, todos los días de esta vida.