Su cuerpo cayó encima de mí mientras yo no asumía lo que había hecho, rápidamente salí de debajo de su cuerpo shockeada. Miré la sangre salir de su cabeza, estaba muerto, lo maté. Soy una asesina. No podía moverme, mi cuerpo estaba congelado en el living mirando el cuerpo de Will que se encontraba boca abajo. Yo no soy una asesina ¿Qué acababa de hacer? Mis ojos se llenaron de lágrimas con desesperación, la espesa sangre corría por el suelo mientras veía mi vida pasar en un segundo.
Corrí al baño a buscar una toalla desesperada, la puse en el hueco que quedaba debajo de la puerta para que la sangre no saliera.
Iré a la cárcel, iré a la cárcel. ¿Qué debo hacer? ¿A quién llamo? Es un edificio, me verán. Dios.
Comencé a llorar con desesperación, caí sentada en el frío suelo empapándome de sangre que no era mía. No debería sentirme tan culpable, pero Dios, tengo sentimientos y no puedo con esto.
Escuché pasos afuera del departamento, luego unas llaves que chocaron con el picaporte, pero al estar forzado, sólo giraron la manilla. No fui capaz de mirarlo a los ojos cuando arrastró la puerta con pesadez.
–¿Cailín? –Lo escuché hablar cuando abría la puerta con fuerza mientras arrastraba la toalla. Su respiración se cortó cuando me vio, pude oírla.
CAÍN BENNET.
Había tenido una larga noche junto a Anthony sacando cuentas y analizando en detalle el campeonato internacional, llegué al departamento a eso de las cuatro de la madrugada. Vi las llamadas pérdidas de Cailín cuando me subí al auto y mi pecho se apretó, conduje rápido al departamento, algo podía haberle pasado. Saqué las llaves para abrir, pero la puerta estaba sin pestillo y parecían haberla forzado. Me imaginé lo peor. Abrí lentamente.
–¿Cailín? –Pregunté mientras entraba, para que ella supiera que era yo o quién sea que estuviese ahí supiera que había llegado.
Me quedé sin respiración por unos segundos cuando la vi sentada en el suelo junto a un cuerpo asesinado. Ella llena de sangre y llorando con la cabeza entremedio de sus piernas.
¿Qué demonios había pasado?
Cerré la puerta de inmediato y me acerqué a ella. Le levanté el rostro divisando que tenía heridas.
–Cailín ¿Qué pasó? ¿Que demonios pasó? –Intenté mantenerme relajado, pero era imposible.
–El... –Comenzó. –Yo no quería hacerlo, Caín. Yo no soy una asesina ¡No lo soy!
–Lloraba con mucha angustia.
–¿Lo mataste? –Pregunté casi en shock. Ella no respondió.
Me puse de pie y me removí inquieto en la sala.
–Ven, ponte de pie –Le pedí, ella no fue capaz de hacerlo. Estaba shockeada, y la entendía. Nunca tuvo que haber pasado por esto ¿Quién demonios era él? –Vamos mi amor, ven –La tomé en mis brazos y caminamos hasta nuestra habitación. –Yo me voy a encargar de eso, sólo quiero que te quedes aquí.
–No, no –Me pidió. –Llama a Corinna, ella sabrá qué hacer.
–¿Corinna?
–Si.
Tomé el teléfono de Cailín y comencé a llamar a Corinna hasta que contestó. Mi mirada estaba en Cailín quién no dejaba de mirar un punto en el vacío y lloraba con angustia. –Cailín ha matado a un tipo –Le dije sin filtro. –Está en shock, me dijo que debía decirte, ella no puede hablar.
–¿Qué tipo?
–No sé quién demonios es. El cuerpo esta en la sala y necesito sacarlo de aquí ahora. No tengo contactos en Inglaterra para poder sacarlo y si ibas a ayudar a Cailín este es el momento –Le pedí.
–En cinco minutos estoy ahí –Colgó.
Me acerqué a ella de inmediato, pero no lograba que ella dijera algo. Sólo estaba llorando.
–Cailín, mirame –Le pedí. –Todo va a estar bien –Le dije, pero ella no me miraba.
–Quedate aquí.
Me puse de pie, y cuando iba a cerrar la puerta de nuestra habitación me di cuenta que no estaba el picaporte. Quise evitar preguntarle a Cailín. Llegué al living y miré el cuerpo del hombre que estaba ahí, ¿Qué querría? ¿Y si este era Will Roberts? Me acerqué lentamente al cuerpo y lo revisé sin pudor, pero sólo encontré un teléfono y un cuchillo.
Golpearon la puerta del departamento, abrí girando la manilla encontrándome con Corinna y tres tipos. Fruncí el ceño confundido.
–Ya saben qué hacer –Les dijo ella. –No quiero que levanten sospechas, sáquenlo por el fondo y desháganse de él. No lo tiren por ahi, quémenlo o algo –Dijo con frialdad. Los tipos entraron y comenzaron con un proceso que claramente no era primera vez que lo hacían. Envolvieron el cuerpo hasta que pareció un gran regalo y se marcharon. Corinna levantó el arma del suelo y la limpió con un pañuelo, la puso en su bolso y se quedó mirándome.
–Lo lamento, Caín –Arrastró sus palabras.
–Dime qué diablos sabes de todo esto –Hablé con impotencia.
–No puedo decirte aún, sólo espero que después de esto confíen en mí.
–¿Confiar en ti? ¿Qué estás hablando?
–Yo le dí el arma a Cailín para que se defendiera, sé que ellos quieren hacerles daño. Ahora se cansarán por un tiempo, pero no bajen la guardia.
–¿Quiénes?
–No puedo decirte.
–Me vas a decir ahora o no te dejaré salir de aquí. Yo no soy como Cailín y si estás esperando que esos tipos lleguen aquí antes de que yo los encuentre a ellos estás muy equivocada.
–Sólo sé que quieren hacerles daño, pero no sé cuál es su plan –Confesó.
–¿Quiénes? –Insistí. –Quiero nombres, no personas anónimas, nombres Corinna. Y ahora.
–No puedo decirte, pero ellos están relacionados con el secuestro de Dante. –Mira esto –La miré fijamente –Ya me está sacando de quicio ¿Por qué no quieres decirme quiénes son? Algo estas escondiendo y así no voy a confiar en ti.
–Si te digo su nombre todo se irá a la mierda –Comentó.
–Mi vida se ha ido a la mierda cientos de veces y estoy vivo de pie frente a ti, así que habla de una vez, Corinna.
–Sólo lo conozco y sé de lo que es capaz. Yo no lo he asesinado porque cada vez se vuelve más malo.