Lo único que hice fue abrazarla con fuerza y recibir cada uno de sus besos, no podía dejar de sonreír. Cuando la deje en el suelo, tomé su rostro con ambas manos y la besé. —Yo también te extrañé, blanca nieves —Le sonreí.
Ella tampoco dejaba de sonreírme. De inmediato fue a buscar el cartel que había dejado en el suelo y se acercó a mí, entrelazó su mano junto a la mía y caminamos hasta salir del aeropuerto.
Dante nos estaba esperando en su auto, me recibió con un gran abrazo y luego nos subimos. De inmediato nos dirigimos a la casa, lo único que esperaba hacer era pasar tiempo con Cailín, deseaba tanto aprovechar cada segundo con ella para irme a Inglaterra lleno de energía. Cuando llegamos a casa, me sentía extraño, como si esa casa no me perteneciera, había pasado bastante tiempo desde que me había ido de aquí, pero mis perros me hicieron recordar los buenos momentos que había pasado ahí, mantuvieron distancia cuando entré, pero luego corrieron a pasearse entre mis piernas para que los acariciara. Cailín abrió la puerta y entré detrás de ella, encontrándome con Annie, Jaxon, Rose y Zoe en el living, había algunas cosas para comer encima de la mesa y también estaba lleno de globos y serpentinas, todos me abrazaron, no pensé que me extrañaban tanto.
Estuvimos riendo a carcajadas toda la tarde mientras bebíamos y recordábamos cosas. Cailín se veía mejor, su sonrisa ya me parecía honesta y sus ojos volvían a tener ese brillo de siempre, me sentía tan bien por eso, sabía que dentro de todo alejarse de lo que había pasado e intentar superarlo le ayudaría. En ningún momento me separé de ella, estuve abrazándola, besándola a ratos y mirándola por largos segundos.
No pude evitar recordar a Ian en medio de todos, también estaría aquí compartiendo y riendo con nosotros, pero el destino no lo ha querido así.
A eso de las seis de la tarde los chicos se fueron y también lo hizo Rose, creo que entendían que quería pasar tiempo con Cailín, necesitábamos conversar y entregarnos todo el cariño posible en tres días.
—Gracias por todo esto —La miré.
—Te extrañaba mucho —Se acercó a mí y me abrazó con fuerza.
—Yo también —Hice una mueca. —No te imaginas lo solo que me he sentido allá —Le conté.
— ¿Y Thomas? —Me preguntó.
—Thomas está intentando arreglar el mundo junto a un chico que conoció —Rodé los ojos. —Creo que lo hemos perdido.
—Jamás —Frunció el ceño. —No debemos perderlo, es demasiado bueno —Comentó seria.
Solté una carcajada y besé su rostro.
—Deja a Thomas vivir tranquilo y dame cariño —Le sonreí.
—Dúchate junto a mí —Me pidió con una sonrisa coqueta.
— ¿Estás segura? Dudo que quepamos los dos ahí dentro —Ironicé.
— ¿Bromeas? —Se quedó mirándome fijamente. —Ahí adentro caben como cuatro personas —rió.
—Vamos —Me puse de pie.
Cuando llegamos al baño, miré el jacuzzy que estaba en el medio, ella también estaba mirándolo y luego nos miramos al mismo tiempo.
— ¿Estás pensando lo mismo que yo? —Le pregunté.
—Dios, Caín, debemos madurar —Rió.
—Vamos, Blanca nieves —Le pedí. —Llenémoslo de burbujas y agua caliente, prometo que no te arrepentirás.
Así fue, encendimos el jacuzzy mientras con Cailín le poníamos algunos líquidos burbujeantes, cada vez que había un jacuzzy debíamos usarlo, jamás lo ignorábamos ¿Quién puede ignorar un jacuzzy? Nosotros no. Siempre nos reímos de lo mismo, no maduramos respecto a eso ni tampoco evolucionamos.
Ella se metió al baño cuando estaba todo listo, bajó la luz del interruptor y me sonrió. Se acercó a mí con cautela y comenzó a desabrochar mi camisa, luego desabroché su vestido, y cuando estuvimos completamente desnudos nos metimos en el jacuzzy, estuvimos bebiendo trago un rato hasta que ella se acercó a mí, se sentó encima de mí y cuando dejó la copa encima del jacuzzy, ésta se resbaló y se estrelló contra la cerámica del baño. Ambos reímos, no nos importó. Mis besos recorrieron todo su cuello, sus orejas, su cabello y sus labios. Nuestras manos se confundían con el agua llena de burbujas, nos extrañábamos y se nos notaba. Nuestros besos cada vez se intensificaban más, sentía que recorrer su cuerpo con mis manos era lo mejor que hacía en ese momento. Ella se quedaba mirándome por unos segundos cuando sentía mis manos en su blanca piel, luego sólo cerraba sus ojos cafés disfrutando. Me encantaba que disfrutara, me encantaba que nos entendiéramos tan bien. Ella sacó mi mano de su piel y me dio su espalda, sonreí en su cuello y me posicioné detrás de ella, besé su espalda mientras ella seguía apoyada en el jacuzzy, hasta que me adentré en ella. Su trasero cada vez estaba más apegado a mi cadera, mis manos estaban en su cintura manejando los movimientos. Ella apretaba la madera antigua del jacuzzy con sus manos, podía verla.
—Cailín —Respiré profundo, intentando contenerme, pero se me hacía muy difícil. Ella continuó sus movimientos con agilidad y fuerza, se sentía tan malditamente bien. Mordí con delicadeza su hombro cuando estaba eyaculando, y ella soltó un gemido que hizo que mi piel se erizara.
—Dios, Caín —La escuché. Sonreí en silencio y me separé un poco, ella volteó para mirarme y me besó abrazándome. —Te amo tanto.
—Yo también te amo —Reí.
Ambos estábamos agitados y con el corazón latiendo con fuerza, me senté en el jacuzzy y ella hizo lo mismo. Nos quedamos mirando en silencio por unos segundos y luego me acerqué a ella.
—Estabas muy lejos.
—Me extrañabas —Me sonrió.
— ¿No se notó? —Rodé los ojos.
Ella sonrió tranquila y apoyó su cabeza en mi hombro en silencio.
—No quiero alejarme nunca de ti, Caín —La escuché.
—No nos alejaremos nunca, mi amor —Besé su frente.
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Nunca pensé que despertar sin una preocupación fuese tan perfecto.
Cailín dormía plácidamente en nuestra cama, su cabello negro estaba encima de las almohadas blancas y una de sus piernas estaba entremedio de las mías. Quise ver la hora en el reloj del velador, pero no era el mismo reloj que solía tener, era uno rojo con una figura extravagante, parecía muy abstracto ¿De quién era esa cosa? Comencé a mirar cautelosamente la habitación y ni siquiera me había percatado que la cama en la que dormimos estaba en otro lugar, había cuadros en la pared con fotografías mías y de Cailín, un collage, también algunas láminas con recordatorios, reí en silencio mirando los muros y luego a Cailín que dormía plácidamente.