Dedicado a su silencio

El día en que nos conquistaron

En un comedor de una casa pintada de blanco, se encontraban cenando la familia de Andrew, personas de piel blanca, conformado por los padres y dos hermanos, siendo Andrew el menor, apenas un adolescente de 16 años, que sin saberlo, sería la última noche en la que vería a su familia.

Al acabar la cena, todos se alistaron para dormir, la misma rutina ordinaria de la mayoría de familias; lavar los trastes, lavarse ellos mismos, cambiarse de ropa, y concluir con las últimas novedades del mundo, o al menos el padre de Andrew hacía, pues antes de dormir leía su periódico diario.

Andrew no tardo en concluir su limpieza, se apuró en ir a su cama para acostarse y encerrarse entre las sábanas, y mientras utilizaba su celular, caía de poco a poco cerrando los ojos hasta quedarse dormido.

Fue en ese instante en dónde la mente de Andrew murió, de alguna manera, no pudo volver a despertar, quedándose encerrado en un último sueño, un apocalipsis.

No recordaba quién era, ni las cosas que tenía, solo veía un paisaje de edificios casi abandonados, máquinas voladoras, que parecían pájaros acechando personas para que se muevan, una de esas cosas se acercó a Andrew, obligándolo a caminar, pues la noche ya casi se estaba acercando y tenían que poner a los humanos en un cierto cautiverio para poder utilizarlos en las mañanas siguientes. Los explotaban tanto que morían desplomados, hambrientos de hambre, y con ropas totalmente polvorientas de tanto trabajar. Eran la mano de obra para los que los hayan conquistado. Andrew encontró a su supuesto padre dentro de ese mundo, el padre tenía el trabajo de buscar supervivientes, llamados rebeldes, pues lo tenían amenazado con un chip plantado muy adentro en alguna parte de su cuerpo, que sí llegaba a traicionar el puesto de trabajo asignado, explotaría instantáneamente.

Andrew abrazaba al padre mientras él le confeaaba una salida para él, pues con los recorridos que hizo, sabía caminos en los cuales la máquina no llegaba a registrar. Era todo muy rápido, pero Andrew sentía como si hubiera estado ahí desde el principio de la conquista.

Al amanecer las puertas se abrieron y las máquinas voladoras conducían a los hombres y mujeres a sus puestos de trabajo, unas que otras máquinas servían comida a cierto grupo de personas, comida que parecía una masa de acumulación de intentos de cocina. Andrew fue llevado junto con su padre a limpiar calles, eran trabajos sin fines, pero que eran servidos por los conquistadores para que los humanos tengan una razón de vivir. El papá de Andrew había preparado el plan, y sin pensarlo, con la escoba recibida alzó y golpeó con todas sus fuerzas al objeto volador que los vigilaba, y de inmediato los dos huyeron, entre calles y callejones llegaron a un edificio con la puerta abierta, uno de gran altura, subieron con toda la velocidad del mundo, y sin comer nada durante el día, no sientieron la falta de energía, pues lasensación de querer sobrevivir los hizo despertar la poca fuerza que quedaba en ellos dos, y al llegar al tejado, cruzaron unas tuberías grandes que daban a otros edificios. Bajaron de nuevo, y ahora en las calles, siguieron corriendo hasta poder llegar al bosque que rodeaba la ciudad, para así poder perder a las máquinas.

Faltaba poco, pero el cansancio hizo tambalear al padre, cada vez iban menos rápidos, y las máquinas voladoras de tamaño pequeño iban a por ellos, tenían un flash que los ayudaba a reconocer a las personas, y al identificar al padre, estallaron el explosivo que tenía dentro. Andrew siguió corriendo con lágrimas en los ojos, sin fijarse en el camino se quedó varado en una callejón sin salida, y en una situación de apuro observó que había una coladera, sin dudarlo abrió la coladera y entró, cerrando la tapa por dentro.

Al bajar lentamente, observó como se encendian linternas de personas que habían estado ocultas por mucho tiempo, eran personas que utilizaban los conductos de agua para refugiarse de las máquinas. Sin hablar, supo que los había condenado a todos, pues allá arriba, se habían llenado de máquinas, que lo buscaban, y que estaban a punto de entrar para exterminar a todos.




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