Jason.
—¡Lo tengo! —Gritó mi amigo Joe y yo sonreí sacando mi cerveza de la nevera. Mis amigos estaban jugando a Taken en mi sala de estar. Uno de mis amigos geek, Druv, estaba tratando de editar un video mío de la última noche en el ring. Me detuve un poco para mirar su pantalla antes de gemir mirando el reloj.
Tenía una clase dentro de una hora a la que no podía faltar. Aunque fuera sábado.
Estaba sacando la carrera de empresarial y tenía que conseguirlo si no quería que mi padre dejara de financiar mi estilo de vida. Todos los amigos que hice eran del gimnasio o del departamento de arte. Ninguno de ellos se dedicaba a los negocios. Sabía que tarde o temprano desaparecerían de mi vida, aunque tampoco se me iba lo de hacer relaciones para toda la vida.
Los amigos eran sólo conocidos.
Martha, la criada que mi madre envió conmigo tenía el humor agriado por culpa de todos los amigos y chicas que seguían viniendo, pero yo sólo disfrutaba torturándola. ¿Quién le dijo que me vigilara por mi madre? Me pregunto por qué se tortura y no lo deja ya.
Me asomé a mi apartamento, que estaba catalogado como uno de los más ordenados y caros cuando se buscaba en Nueva York. Y, el precio que estaba pagando por él no era el fácil tampoco.
En cuanto entré en mi clase sonreí sabiendo como todo el mundo se callaba por un momento cuando yo hacía mi entrada. Odiaba a ese profesor al que le encantaba torturarnos los fines de semana. Y, odiaba más a mis compañeros de clase que aceptaban asistir a él.
No tenía amigos aquí. Y, si me emparejaba con alguien le pagaba generosamente para que hiciera el proyecto por su cuenta. En cuanto a la participación en la clase, seguro que sabía mucho más que mi profesor. Tanto mi padre como el suyo sabía cómo convertir la mierda en oro. Además, nunca tuve que leer libros para sobresalir en mis exámenes. Fue algo que me hicieron aprender cuando aún estaba en la escuela.
Sólo en la universidad elegí venir a Nueva York, lejos de mi padre. Quería ser un poco imprudente, experimentar la vida y desmelenarme con mis seguidores antes de que no me quedara más remedio que ocuparme de los negocios de mi padre. No mostrar interés en el negocio estaba fuera de la cuestión, sin embargo, nací para contrariarlo.
Se casó con mi madre para tener a la mujer más hermosa a su lado. Pero era evidente que mi madre lo ponía de los pelos, porque un hombre que podía dirigir cualquier cosa, y no a ella, desafiaba su autoridad.
Resoplé recordando cómo no le devolvía las llamadas a mi madre. No podía evitarlo. Pero ella siempre estaba intentando sermonearme sobre mi contenido, o sobre las chicas con las que salgo. Me pregunto por qué no pueden alegrarse de que no me drogue, comprando mujeres o algo así.
Además, las chicas intentan llamar la atención y yo sólo intento ser humilde. ¿No es lo que me enseñaron?
Mis padres estaban flipando porque tenía treinta y cinco millones de seguidores en TikTok. Odian TikTok.
También creen que doy demasiada información sobre mí y que soy imprudente. ¿Pero cuándo fue la última vez que estuvieron de acuerdo conmigo en algo? Lo menos que podía hacer era no conceder entrevistas como creador de contenidos. Y no lo hago. Intento no ser activo, pero no era mi problema si todos los vídeos o tendencias se hacían virales.
Uno de mis amigos, Zack, me estaba esperando fuera de mi clase y me acompañó.
—¿Cuál es tu plan para después de la graduación? —La pregunta no era inusual. Yo tenía veintidós años y me licenciaba en un mes.
—Olvídalo. Dime tú cuál es tu nueva idea de reto —Y, caminó más despacio antes de sugerir.
—¿Qué tal si te buscas una nueva novia? Ya ha pasado una semana desde lo de Sheila. Necesitamos una cara nueva…
Recordé algunas chicas de la última noche y le dije.
—Conseguiste algunos números anoche. Dame uno de esos…
Conseguir una chica no era difícil. Deshacerse de ellas si daba un poco de trabajo. Aunque intento que no sea difícil. Intento dejar claro que es sólo por diversión y que no estoy buscando nada serio. Sé que mucha gente ya está buscando a alguien con quien asentarse. Yo, en cambio, ni siquiera tenía ganas de salir de verdad.
Corrí con mi bicicleta a un restaurante no muy lejos de nuestro campus. Zack también me seguía. El lugar tenía el mejor barista de toda la ciudad. Y, mi amigo Joe se encontraba aquí casi todos los fines de semana. Íbamos a hacer una lluvia de ideas para nuestro próximo contenido, pero le guiñé un ojo a la primera mujer que se quedó boquiabierta al verme entrar.
Mi humor cambió al instante para esa noche. Me he enterado de la apertura de un nuevo bar y no he podido evitar contar a mis seguidores que tengo previsto verlo esta noche en mi historia de Instagram.
Una de las chicas vino a pedirme un autógrafo y unos cuantos la siguieron también. Y, no mirarle el escote fue difícil cuando se había abierto unos cuantos botones de la camisa justo antes de acercarse a mí. Quizá mi padre tenía razón. Yo era más como mi abuelo. El típico mujeriego que quiere aprovechar al máximo su vida universitaria. Aunque sigue sin gustarme la palabra para mí.
Una de las camareras vino a tomarnos nota y me reí al verla sonreírme y balancear su cuerpo hacia los lados. Me gustan las chicas seguras de sí mismas, pero de ninguna manera iba a salir con una camarera.