Dejada en el Altar

Capítulo 8

Jenny salió de su aula saludando con la cabeza a algunas chicas.

Intentaron acercarse a ella para hablar del examen, pero sabía que Jason podía llegar en cualquier momento. La forma en que se movía por el patio de recreo cercano no era nueva y su llamativo coche hacía girar la cabeza a cualquiera.

—Luego hablamos —le dijo Jenny a Anna y bajó las escaleras con una sonrisa. A Jason todavía le resulta extraño que se bajara del coche para abrazarla.

—¿Qué tal el día? —Jenny asintió con la cabeza.

—Estuvo bien —antes de mirar su coche—. Este parece nuevo.

—Me lo regalaron cuando visité a mi abuela. No tuve oportunidad de mostrarlo antes —Jenny asintió antes de mirarlo.

—¿Podemos irnos?

—Claro —dijo Jason.

Se preguntaba cómo decirle que iban a ver a sus padres. Él les había dicho que ella tenía sus exámenes y no quería estropear su horario. No dependía de él, ellos se invitaron solos.

Ella se había mudado a casa de él porque de otro modo su compromiso podría parecer falso. Aunque seguían sin conocerse delante de la gente se veían obligados a actuar como si se conocieran de toda la vida.

A Jenny le resultaba un poco extraño actuar de cierta manera delante de la gente. Habían pasado dos días desde que anunciaron su compromiso y la presión había sido inmensa. Al menos para ella. Porque cada vez que miraba a Jason, él estaba tan bien como respirar.

Y ella podía ver lo fácil que fue para él creer que estaban juntos ahora.

—¿Quieres Mcflurry? —Y, Jenny instantáneamente sonrió.

—¿Estás intentando engordarme? Ya es el cuarto día seguido. No es saludable —Y, Jason sólo se rió.

—Creo que de todas formas estarás estupenda. Y, no, no estoy intentando que engordes... —Jenny ya podía ver que se dirigían a McDonald's—... pero la sonrisa que te pone Mcflurry me da envidia. Quiero que tengas la suficiente para deshacerme de ella —Jenny levantó las cejas.

—Así que estás intentando arruinarme lo que más me gusta. ¿Qué clase de amor es? —Tiró de su coche y la miró.

—Arruinaré todo lo que venga, por ti —Había cierta amenaza en sus ojos.

—Creo que nunca le haré esto a nadie —La miró fijamente antes de decirle.

—Tú harás lo mismo. Sin que tú lo sepas… Me aseguraré de que sea yo —Ella le dedicó una sonrisa victoriosa antes de burlarse.

—Bien, pero la lista es larga. Ni siquiera Mcflurry es el mejor de la lista. Será mejor que trabajes duro.

—Será más pronto de lo que crees —Jenny se burló, pero recibió su pedido.

Jason empezó a conducir hacia su casa sabiendo que no se trataba de cosas. Él tenía que subir en su lista sin importar lo que había allí. Y, una vez que él estuviera en la cima no habría nada más en su lista.

Jenny notó como conducían a su casa. No podía creer que aceptara mudarse con él. Fue justo al ofrecerle una habitación y ella estaba dispuesta a aceptarla. Él había sido un gran oyente a pesar de que ella apenas habla y tenía un gran ojo para prestar atención a los pequeños detalles.

Cualquier chica mataría por tenerlo cerca. Pero este anillo alrededor del dedo llegó demasiado pronto. Había recibido unos cuantos correos electrónicos de los directores sobre su compromiso y les dio las gracias. Aunque dos de ellos le contestaron preguntando cuándo era la boda.

Por supuesto, era de esperar de la pareja que anuncia su compromiso, pero por suerte Jason no había hablado de nada de esto.

Ella se recostó en el cómodo asiento de cuero. Inhalar sin perderse en su aroma era imposible. Delataba su aura controlada sabiendo que tenía muchas cosas entre manos, nunca lo había visto precipitarse en nada. Siempre tenía el control. Como si supiera que de algún modo lo conseguiría. Sabía que había empezado a odiar su sonrisa, porque era contagiosa.

Entraron en su apartamento y Jenny todavía estaba terminando su helado. Puso su bolso en la encimera de la cocina y lo llamó.

—¿Tienes hambre? —Y, llegó a ver que Martha había hecho pasta cremosa para ellos.

—Oh Dios, definitivamente voy a estar gorda viviendo contigo —sólo susurró para sí misma, pero obtuvo una respuesta.

—Eso es para que te preocupes —Y, se sobresaltó mirando su espalda.

Por supuesto, sabía que era su madre. La había visto en muchos carteles publicitarios, pero, aunque no lo hubiera hecho, tenía unas cuantas fotos suyas en este apartamento.

—Sra. Wilson, que agradable sorpresa —Se notaba que estaba destrozada. La última manicura que se hizo fue hace meses. No es que ella no sigue la higiene adecuada, pero ver a sus padres por primera vez se suponía que iba a ser planeado. ¿No están súper ocupados? ¿Cómo es que Jason no lo sabía?

Miró a Jason, que se apresuró a decir:

—Sí, mamá. ¿Cómo es eso? —La señora Wilson levantó las cejas y se apresuró a seguirle el juego.

—Estábamos aquí para una reunión importante. Ya te lo había dicho. Supongo que lo olvidaste —La señora Wilson era una mujer de unos cincuenta años, pero envejecía con gracia. Se notaba que cuidaba mucho su aspecto y el helado que llevaba en la mano no era una gran expresión.

—¿Por qué no esperan en la sala de estar? Estaremos allí pronto —interrumpió Jason. La Sra. Wilson se fue dejándole una breve mirada como si Jenny fuera un problema imprevisto.

—¿Por qué no me lo dijiste? No voy a pensar ahora que están aquí por su cuenta. ¿Tienen la agenda ocupada?

—Estoy seguro de que fue Martha quien nos vendió. ¿O quién les ha dicho que ya estaríamos en casa? —Aunque no sonaba convincente ella sabía que Martha estaba al tanto de su agenda del día.

—Esto no debería haber pasado —Jenny se dio la vuelta. La ansiedad era real. Si existiera la opción de desaparecer en el aire ella lo estaba considerando seriamente ahora mismo.

Pero lo que se encontró fue un gran par de brazos. Y, si había algo con lo que ella se había sentido tan bien era con sus abrazos en la espalda. Él podía abrazarla y hacerla olvidar cualquier ansiedad que tuviera.




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