21 de agosto de 2008.
Es difícil sentirme tan débil, pero aún más que mi familia lo note.
Mi hija Sky me ha confesado sentir miedo. Ella no quiere perderme, es angustiante para mí ver a mi pequeña así.
No me gustaría que pensara en si le hará falta o no su mamá, sino en que me cuente sus sueños y gustos.
Cody ha estado muy desanimado, triste.
Yo quiero ver a mi pedacito de chocolate alegre y hablándome de sus materias favoritas o como le va en la escuela.
Detesto ver a mis hijos así, él trata de que no lo noté, pero soy su mamá, claro que puedo notarlo.
Y mi esposo, es quien más se siente destrozado.
Los entiendo, pasé lo mismo con mi padre y jamás creí que mi familia volviera a ésta situación conmigo. Me duele ver el dolor y lo que esto les causa en sus ojos.
Mi esposo entra a nuestra habitación con mi desayuno.
—Hora de comer.
—Quiero ir al hospital.—Le digo.
Veo como el miedo y la preocupación se adueñan de sus rostro.
—¿Te sientes mal? ¿Qué te sientes?
Corre al armario a buscar ropa.
—Estoy bien, solo cansada. Hablé mal, quisiera ir para visitar a los otros pacientes.
Cuando me escucha suspira.
—Discúlpame, Steph. Me asusté.
—Discúlpame a mi por no hablar bien.—Le sonrío.—Quiero llevar alegría y que esa alegría se nos contagie.
—De acuerdo, les diré a los chicos para que se arreglen.—Toma la bandeja que dejó en un banco.—Come, para que tengas energía.
Él sale, dejo de sonreír al no aguantar más.
Termino de comer, dejo la bandeja a un lado, trato de levantarme pero no siento fuerzas para esto.
Mis ojos se llenan de lágrimas por la impotencia y tristeza.
—Cariño, Sky quiere saber si puede ir Yas...—Se detiene al verme, se acerca y se arrodilla.—No tienes que esconderme nada ni hacerlo tú sola, Stephanie.
—Me duele no poder ni siquiera levantarme de mi cama.
—No tienes que hacer todo tú sola, Steph.
Dejo escapar unas lágrimas, mi esposo me las limpia y me da un beso en la frente.
Me ayuda a levantarme. Nunca esperé necesitar de mi esposo para bañarme. No quiero que vea cuánto me afecta esto, pero la emoción me gana y lloro.
—No tienes nada de que preocuparte, avergonzarte o estar triste. Recuerda, en la salud y en la enfermedad, en las buenas y en las mala, siempre juntos.
Termina de ayudarme y prosigue a vestirme.
—Espera.—Le pido.—Sal, y ve que ropa se va a poner Sky, de paso llama a la abuela de Yasmine para que la dejé venir.
—Bien, solo no uses excusas, te dejaré sola un momento.
Esto es lo maravilloso de Matt, me conoce tanto, que no tengo la necesidad de mentirle.
Sale y me deja, derramó mis lágrimas un poco más.
Escucho un golpesito y limpio mis lagrimas pronto.
—Adelante, mi rayito de sol.
Mi hija entra con una sonrisa y un precioso vestido verde. Ama mucho sus vestidos.
—Papi me dijo que te ayudará a escoger tu ropa.
Mi esposo y sus cosas. Sabe que Sky hará que sonría y más si es escoger ropa.
—Me gusta tu vestido, mi vida.
—¿Tienes uno igual?
—No sé, son muchos vestidos.
—Yo busco.
Mi nena se ve emocionada en mi armario.
—¿Podré probarme uno de estos?
—Cuando crezcas, sí.
Saca un vestido verde y me lo muestra.
—Perfecto.
Mi esposo entra justo a tiempo para ayudarme. Sky se va al otro lado del armario a buscar algo.
—Yas y su abuelo irán.
—Bien.—Miro mi vestido y hago una mueca.
—¿Te molesta algo?
—Me queda un poco grande.
—Toma, mami, para que el vestido se ajuste.
Mi princesa dorada me da un cinturón, en sus manos tiene unos zapatos y un sombrero.
—Gracias, Sky.
Ella me sonríe. Le hago señas para que me abrace, me complace y me sujeta fuertemente para su edad.
Me da un beso sonoro.
—Te amo, mami.
—Yo más, Skylar.
Al estar listos salimos de la casa. Yo voy en una silla de ruedas la cual empuja mi esposo. Él me monta en el auto.
—¿Hay que buscar a Yas y su abuelo?
—No, ellos nos alcanzarán allá.
—Yas me dijo que a su abuelo le gusta manejar, no que lo lleven.
—El señor es dueño de un taller y amante de los autos.
Asiento y veo por la ventana, alguien toma mi mano.
Es mi hijo.
—¿Te sientes bien? Te ves cansada.
—Soy mamá, siempre me veo cansada.—Le sonrío.—Tranquilo.
Me da un beso en la mejilla y pone su cabeza en mi hombro.
—A veces deseo que esto solo sea un mal sueño.
—Yo también, hijo. Pero bien dicen que las batallas más difíciles son para los guerreros más fuertes.
Llegamos al hospital y mi hija baja emocionada.
Para ella esto es algo bueno, no son las típicas visitas de mami para realizarse exámenes.
Se trata de alegrarle el día a personas que están en mi situación.
Mi esposo me lleva en la silla cuando escuchamos un grito.
—¡Sky, espérame!
Yasmine llega corriendo, Sky la abraza.
—Esta niña hará que me dé un infarto.—Llega murmurando su abuelo.—No sé quién le dijo que tenía su mismo cuerpo y energía para correr.
Me río
—Me alegro verlo, señor Jake.
—Yo me alegro de verte, Steph. Quisiera saber que haremos, mi nieta me insistió en venir.
—Aquí hay muchas personas con cáncer, todos con días malos, a Steph le gusta venir y alegrarle el día. A muchos de ellos les gusta ver a Sky bailar y modelar.
—Eso es muy bueno.
Entramos y saludo a todos.
—¡Steph, que bueno ver!
—¡Rosie!
Mi esposo me lleva dónde está ella.
—Las dejo para que hablen, voy con los niños.
Me da un beso en la cabeza y se va.
—Aún sigo sintiendo envidia de la buena por tu esposo.
La observo con una sonrisa.