5 de octubre de 2008.
Me veo al espejo y casi no reconozco a la mujer que solía ser.
Mi piel pálida, pegada a mis huesos, mis ojeras grandes y mis labios resecos solo completan la imagen de mi cara demacrada.
Sin mi gorro puedo ver la calvicie de mi cabeza.
Una vez que te enfrentas a ello, sabes porque es tan difícil. No es solo perderlo, siempre vuelve a crecer.
La puerta se abre y por esta entra mi esposo.
—Estás hermosa.—Viene y me da un beso en la mejilla.
Le sonrío y vuelvo a mirar hacia el espejo, suspiro sin poder evitarlo.
—¿Qué sucede?
—Siempre te dije que me gustaría que me dijeras hermosa cuando mi cabello se volviera blanco, no cuando se me cayera.
—Cabello rubio, negro, marrón, blanco, sin cabello, como sea, sigues siendo la mujer más hermosa para mí.
—Sabes como hacerme sonreír.
—Si no lo supiera, no te habrías casado conmigo.
Se sienta a mi lado y vamos nos vemos a través del espejo.
—Si quieres estar aquí por horas, estaré contigo, pero siento curiosidad.
—Quería maquillarme. Aún si me ves hermosa, yo me veo demacrada. Yo siempre estaba arreglada, bien peinada, bien maquillada. Y ahora no.
—Hasta con un saco de papas te verías hermosa.
—Pero no me quitaría esas ojeras.
Él me ve y sonríe.
—Enséñame a maquillarte.
—¿Quieres eso?
—Sería bueno aprender porque tardas dos horas.
Me río y asiento. Saco mi maquillaje para él.
—Será bueno, así entenderás si Sky quiera usarlo.
—Yo lo único que pido es que mi hija no escoja a un idiota.
—Ambos deseamos lo mismo. Éste es polvo compacto, puedes aplicarlos con esa mopa, dando ligeros toques.
Él asiente y comienza.
—¿Te aplicaste cremas antes verdad?
—Siempre.
Él aplica el polvo con suavidad.
—Recuerdo cuando me enseñaste a peinar a Sky, tenía miedo de lastimarla.
—Sé que nunca lo harías, amor.
Escucho un golpe en la puerta.
—Somos Cody y Sky.
—Pasen.
Ellos entran, Sky se acerca a nosotros.
—¿Sabes maquillar, papi?
—Tu mamá me está enseñando. Quiero consentirla.
—Yo le quiero poner rubor, y Cody puede ponerle pintura de labios.
—Steph, ayuda.
—Rubor es ponerle color a los pómulos, mejillas y a veces nariz.
—Muy bien.
Termina de aplicar el polvo.
—Ahora que sigue.
—Las cejas.
Tomo el lápiz y trazo dos líneas.
—Sigue y rellena un poco.
—Mami, quiero hablarte de algo.
—Adelante, mi niña.
—Sabes que a Yas no le gusta usar vestidos, pero su mamá la obliga a ponérselos ¿Por qué?
—Porque tenemos la idea de que las niñas deben usar vestidos. Cuando me enteré que ibas a ser una niña compré muchos vestidos, y durante años te he comprado más porque te gustan. Estoy en desacuerdo con que la mamá de Yas la obligue a usarlos.
—¿Cómo es eso de la idea, mamá?—Me pregunta Cody.
—El vestido se ha convertido en un símbolo de mujer, femenino y lindo.—Le explica mi esposo.
—Hay mujeres que usan pantalón ¿Los hombres pueden usar falda?—Pregunta Sky.
—En algunos países con ciertas culturas, el hombre las usa, realmente no recuerdo su nombre...
—Kikt, cariño.
—Gracias, pero realmente no es bien visto ello, cuando seas más grande entenderás mejor.
—¿Es sobre los prejucios?
—Prejuicios, y sí mi niña.
Mi esposo avanza y pasa a la sombra de ojos.
—¿Qué color quieres?
—¿Qué color les gustaría a ustedes?
Sky y Cody ven la paleta junto con mi esposo.
—¿Qué color ayuda a resaltar tus ojos?
—Uno oscuro o fuerte.
—Fucsia.—Dice Sky, Cody asiente y mi esposo empieza.
—Hoy mi esposa va a ser una diosa por dentro y por fuera.
—¿Me vas a llevar a una cita?
—Así que quieres una cita. Bien, tendremos una.
Pienso un poco y sonrío.
—Quiero una cita en familia, quizás un picnic.
—¿No quieres ir a un restaurante?
—Lo que más quiero es estar con ustedes.
Mi esposo me regala una sonrisa.
Es increíble ver cómo después de tantos años aún hace que mi corazón lata como la primera vez.
—Eres muy guapo.
—Mi esposa acabo de darme la razón, debo marcar este día.
—Basta.
—Terminé con esto ¿Qué sigue?
—Delineador, para resaltar mis ojos.
Me aplico en mi párpado derecho, le doy el delineador a mi esposo y duda.
—No quiero lastimarte.
—No lo harás, confío en ti, mi vida.
Con más cuidado que antes, me aplica el delineador.
—Listo.
—Sky, mi niña, sigue el rubor.
Matt la carga y la sienta en sus piernas. Le doy la brocha.
—Están estos dos colores, lo aplicas así, suavemente.—Le enseño, ella asiente emocionada.
Me aplica el rubor de una manera tierna, suave. Tanto que me dan ganas de llorar, pero me aguanto.
—Listo, mami.
—Ahora tú, mi pedacito de chocolate.
Le doy la pintura de labios, es un rosado claro.
Cody me lo aplica y sonríe.
—Hermosa, mamá.
—Gracias, mi niño. Sky ¿Me ayudas a escoger un vestido?
—¡Sí!
Corre a mi armario y la dejo.
—Le gusta mucho el armario.—Comenta mi esposo.
—Esperen que ella salga con el vestido para que ustedes vayan a vestirse del mismo color.
—Conociéndola escogerá rosado.
—¡Este, mamá!
Sale con un vestido manga larga, hasta las rodillas y sonrío al ver que es rosado.
—Me parece perfecto ¿Podrías ponerte uno similar?
—Claro, mami.
Ella corre y nos reímos. Cody va tras ella y yo me quedo junto con mi esposo.
—¿Qué deseas comer?
—Quisiera pizza, pero no me vas a dejar.
—No me hagas esto, Steph. Tienes una dieta.