Delitos del alma

Capitulo 12

12-

Sofía aprendía rápidamente lo básico del idioma, a los pocos días de lecciones fortuitas con Francesca ya sabía suficientes palabras como para hacerse entender con bastante claridad, así como también había aprendido a valorar a su compañera sintiendo que su soledad disminuía en una pequeña medida cuando estaban juntas para luego reaparecer con más fuerzas en las noches cuando el panorama cambiaba completamente. Una profunda nostalgia se apoderaba de ella llenando a veces de tristeza y temor por los inciertos días por venir, o a veces de rabia y desconsuelo que la hacían odiar al mundo entero.

Cuando era la tristeza la que ganaba terreno en su alma, Sofía se acurrucaba en su cama buscando consolarse ella misma en un abrazo que nunca le hacía sentir el calor que tanto necesitaba. Cuando era la rabia la que ganaba terreno en ella, pasaba las noches caminando de un lado a otro maldiciendo su suerte hasta que el cansancio la vencía haciéndola caer agotada casi siempre al amanecer luego de estudiar mil maneras de escapar llegando siempre a la misma conclusión “no sé ni dónde estoy, ni a donde ir”.

Esa noche en particular tenía una mezcla de sentimientos, sentía rabia y dolor, dolor y desconsuelo, confusión y dolor. Se dolía a sí misma y no había cura para ella.

Mientras, caminaba de un lado a otro con los brazos fuertemente cruzados sobre su pecho y los ojos líquidos llenos de lágrimas a duras penas contenidas se decía haciéndose eco de sus pensamientos.

- Dios mío, ¿qué pesadilla es esta? ¿Cómo pude meterme en esto? ¿Cómo hago para salir de aquí? Ese señor dijo que me va a dejar ir… pero ¿Cuándo?

Cansada de caminar sin ir a ningún lado Sofía se dejó caer en esa silla que tanto le recordaba a su captor, le pareció escuchar de nuevo esas palabras que aún no comprendía; “cómo era eso de que estoy mejor aquí, en su poder” - ¿qué puede ser peor que esto? - Se preguntó en un susurro.

Frente a ella la ventana abierta le mostraba un cielo lleno de estrellas que comenzó a tener un efecto calmante, los ruidos propios de la noche, los pequeños insectos tocando una sinfonía armónica a lo lejos… todo junto comenzó a hacer efecto en ella, sus pensamientos descendieron en intensidad cuando prestó más atención a lo que la rodeaba, la habitación era grande y estaba siempre limpia, el paisaje pacífico, el aire tibio. De pronto de nuevo la esquiva paz le dio la espalda cuando concientizó la vieja madera bajo sus manos, apretó los dedos alrededor de los posa brazos logrando sentir como le transmitían una tibieza acumulada a través de los años, quizá un poco de la energía de las muchas personas que debieron reposar en ese antiguo mueble.

Sofía cerró los ojos dejándose llevar cada vez más por esa sensación que la arrastraba hacia otros pensamientos, una imagen se formó rebelde y altiva dentro de su mente, la imagen de Marco sentado en esa misma silla desde donde la miraba con innata prepotencia y sobrada seguridad haciéndola levantarse casi de un salto para alejarse unos pasos, sobresaltada miró la silla tratando de desechar la irreal sensación de que era él, su captor quien la retenía y no un simple mueble de madera antigua. De nuevo la rabia y el desconsuelo.

- ¡Me voy a volver loca!  - gritó con las manos en la cabeza.

- Espero que no. – dijo una voz a su espalda.

Sofía dio vuelta sorprendida y asustada viendo como su peor temor se hacía realidad.

- O, ¿es que te estás volviendo loca por volverme a ver? – preguntó marco lleno de sarcasmolevantando una ceja.

La joven frente a él no pudo articular palabra, de pie en el centro de la habitación, pálida y con los ojos muy abiertos observaba como Marco se movía cómodamente para apoderarse de la misma silla de donde ella se había levantado segundos antes. Sin esperar ninguna reacción por parte de ella Marco tomó asiento cómodamente, después preguntó en forma casual.

- ¿Cómo sigue la herida en tu cabeza?

Sofía que aún no salía de su sorpresa por la repentina aparición de Marco, lo miró fijamente sin saber que responder. Segundos después volvió a preguntar.

- ¿Cómo sigues? Oh, no quieres contestarme… - asumió.

- Bien. Estoy bien. – respondió queriendo evitar enfrentamientos.

- Me alegro. ¿Acaso no te advertí que no debías intentar escapar? ¿acaso no te di libertad para moverte adentro de la casa?

La voz de Marco se escuchaba serena, pero se sentía como un regaño. Al no obtener más respuestas se puso de pie, caminó lentamente hacia Sofía quedando justo al lado de ella, pero mirando en sentido contrario, sus hombros casi la rozaban en una cercanía que mortificaba a la joven haciendo que su corazón latiera rápidamente, como no lo había hecho desde la última vez que estuviera tan cerca de él.

- Apenas supe lo que pasó quise venir a verte. Pero preferí dejarte sola para que recapacitaras. En caso de que necesites ayuda para eso, te traje unas imágenes que te harán comprender por qué eres tan afortunada.

Sofía no comprendía aun lo que Marco ya le había dicho antes con distintas palabras.

- ¿A qué se refiere con eso? – preguntó saliendo de su mutismo.

Marco fue hasta la cama para sentarse en el borde, desde allí hizo señas a Sofía dándole unas suaves palmadas al colchón para que lo imitara, la joven temerosa negó con la cabeza reusándose a lo que parecía una invitación sexual explícita de parte de Marco.

- ¡No voy a ir! – dijo con firmeza.

- No es lo que crees. Quiero que veas algo.

Marco buscó dentro del bolsillo de su chaqueta, de allí sacó su teléfono móvil mostrándoselo a Sofía en un intento de ganar su confianza, una vez más repitió el gesto par que se sentara a su lado.

A Sofía no le quedo otra opción que bajar la guardia y hacer lo que Marco le pedía; por alguna razón desconocida se sintió que esa vez estaría segura a su lado, cruzó fuertemente sus brazos alrededor de su pecho en gesto ya conocido por Marco como “el gesto de rebeldía de Sofía” suspiró profundamente y se acercó a la cama sentándose al lado de Marco a una distancia que consideró Prudencial, cerca, pero sin tocarlo. Marco al darse cuenta de sus reservas prefirió no presionarla y mantener esa distancia, pero se inclinó un poco hacia ella para mostrarle una imagen en la pantalla de su teléfono móvil que ella miró con recelo.




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