Delitos del alma

Capítulo 15

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Para Gia fueron demasiados los días que Marco pasó lejos de ella, así como él se lo esperaba, a su regreso a Roma se encontró a su mujer de nuevo decaída y con grave síntomas de su enfermedad, acostada en su cama, renuente a alimentarse, sin arreglarse, un conjunto que ya comenzaba a darle lastima. Como siempre se portó delicado y gentil, la tomó entre sus brazos y la arrulló como si fuera una pequeña desconsolada.

Pero ya habia comenzado a sentir cansancio, estaba cansado de encontrarse con tanta tristeza, con tanto gris, cada vez más extrañaba el calor de los brazos latinos que dejo en Amalfi, brazos que, aunque no tenían amor para él, si se sentían llenos de vida, de emoción, sin importar que esa emocion era masa parecida al desprecio. Pero el amor por su esposa aún era más grande que sus propias necesidades, que sus propios anhelos, lo suficiente como para hacerlo sentir culpable, y lleno de este sentimiento se abocó en las semanas sucesivas a hacerla sentir la más amada de las mujeres, trabajó menos horas llegando muy temprano a casa, la presionaba delicadamente para que cada día se ocupara más de sí misma poniendo empeño en su apariencia  personal y en su alimentación vigilando personalmente lo que comía, cuanto comía, acompañándola y apoyándola en todo logrando que en poco tiempo se notara un cambio, una mejoría evidente; tanto así que su suegra ya pensaba en irse y dejarlos solos. Así se lo hizo saber una tarde después del almuerzo luego de que Giannina los dejara en la habitacion en donde habitualmente tomaba el cafe para irse a su cuarto a reposar mientras su esposo ojeaba la prensa del dia y su madre se mantenia entretenida con el ultimo ejemplar de su revista de moda preferida. Marco le había prometido llevarla al teatro esa noche.

- Esta muy cambiada. -admitió Martina luego de ver desaparecer a su hija escaleras arriba- estás haciendo un buen trabajo en estos días Marco.

Marco miró a su suegra con dureza, el comentario se sintió injusto y cargado de ironía completamente fuera de lugar.

- ¿En estos días? Yo diría en estos años.

- Bueno, quizá en los años anteriores querido Marco, pero las distracciones te han venido apartando de tu esposa en estas últimas semanas que pasaron.

- No sé de qué hablas Martina.

- De tus viajes.

- Mi trabajo.

- Vamos Marco, soy vieja y no me lo puedes negar. Tienes una amante. -dijo colocando la revista en su regazo.

- No te permito que digas eso. -rugió entre dientes tratando con todo su ser de controlar la furia que la intromisión de su suegra en su vida personal le estaba causando.

- En vano lo niegas. Pero no me importa mientras no hagas sufrir a mi hija, ustedes los hombres creen que uno no se da cuenta, pero aun Gia con su enfermedad puede sospecharlo. ¿Sabes cómo lo llevaría ella?

- Nunca haría sufrir a Gia, lo sabes.

- Entonces deberás terminar con lo que sea que estés haciendo cuando viajas, ella está delicada y…

- No te atrevas. -amenazó- no pienses ni por un instante que vas a decirme que hacer con mi vida, o con mi esposa.

- No es eso Marco… -trató de rectificar azorada por la furia contenida del hombre frente a ella.

- ¡Si es! Y no te lo permito.

- Tu no entiendes, ella necesita de ti, necesita de tus cuidados, de tu atención…

- Los ha tenido desde que nos casamos y los seguirá teniendo.

- No lo estás haciendo bien estos últimos días, te vas dejándola sola y…

- Y ahora pretendes venir a decirme cuando puedo salir, o trabajar…

- Lo primero en tu vida debe ser mi hija.

Marco llenó sus pulmones de aire solándolo con deliberada lentitud mientras doblaba prolijamente el periodico, al terminar se acomodó en su asiento tomando una postura resuelta con la que parecía ocupar todo el espacio dando una apariencia de grandeza que intimidó a la mujer frente a él.

- Giannina siempre ha tenido de mi lo que ella ha querido, lo que ella ha necesitado y por sobre todo lo que yo le he querido dar. Y veo ahora que me he equivocado tratando de llenar vacíos de los que no soy responsable.

- ¿A qué te refieres con eso?

- Tú lo sabes mejor que yo. ¿Quién es la que se ha sentido avergonzada de la enfermedad de Giannina? ¿Quién es la que la ha hecho sentir menos todos estos años? ¿Quién es la que se lavó las manos dejándome toda la responsabilidad a mí?

- Ahora tu estas desvariando Marco. -se defendio altiva.

- ¿Desvariando?  ¿Acaso fui yo quien se avergonzó de ella cuando comenzaron los síntomas, en su adolescencia? No, fuiste tú quien comenzó a apartarla cuando se sentía deprimida, quien la criticaba tan duramente cuando subía de peso, la que la dejaba sola cuando lloraba, eras tu querida Martina quien mentía sobre ella a todos cuando tenía crisis emocionales para que no dijeran que tenías una hija que sufría de ataques de locura… ¿lo recuerdas?  Hasta hace poco, en el mercado, le reprochaste su actitud avergonzada por lo que iban a decir de ustedes.

- Yo solo quería protegerla…

- Lo que tú quieras o dejes de querer me tiene sin cuidado, solo recuerda que te prohíbo que te metas en mi vida, yo hago lo que quiera hacer y cuando yo quiera, sigamos como estamos, ocúpate de tu hija cuando yo no esté y ayúdame a convencerla de que comience de nuevo con su tratamiento.

- En dos días vuelvo a casa.

- Me parece muy bien. Pero deberás volver en tres o cuatro semanas. Viajo de nuevo.

- ¿Tiene que ser tan pronto? ¡ella seguro va a estar mejorando y si te vas de nuevo…!

- Para eso estarás tú, para que siga así.

Sin más palabras Marco dio por concluida la conversación con su suegra dejándola sola en el salón para reunirse con su esposa en su habitación. Al entrar la vio recostada sobre la cama, dudoso de si dormía prefirió entrar suavemente, en silencio. No quería despertarla, sabía que era mejor dejarla descansar para que no tuviera excusas con las que intentar dejar el teatro de lado. Al verla de cerca se percató que a pesar de tener los ojos cerrados no dormía, apenas Gia sintió su presencia extendió una mano a su esposo para invitarlo a que se sentara junto a ella, Marco sonrió complacido correspondiendo el gesto aceptando la invitación.




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