Delitos del alma

Capítulo 24

- Si. -afirmo- pero tranquilo que no me voy a cobrar nada, me conformo con limpiar el camino.

- Todavía tienes esperanzas con Marco…

- La esperanza nunca muere en un corazón enamorado querido.

- No lo sé, nunca he sufrido de eso que llaman amor. Espero que hayas contratado gente de confianza.

- Por supuesto, esas cosas no deben salir de la familia.

Esas palabras fueron suficientes para descubrir lo que Martina planeaba, Roberto era el único hombre en el mundo capaz de hacer algo tan cruel y ser considerado como de la familia, Martina le había pagado a él para encargarse de eliminar a Sofia esa misma noche aprovechando que Marco estaba en Roma, ¿quién más que Roberto que era su mano derecha sabría si él tenía planes de movilizarse hasta Amalfi?

- Pero dime algo, ¿Cuándo estuviste con ella? Porque debiste ir a verla, ¿Cómo más pudiste enterarte de mi visita?

- Estuve allí ayer. Recuerda que tengo la odiosa tarea de llevarle lo que necesite.

- Siempre fuiste cómplice de Marco. Las estupideces que hace uno, el otro las copia.

- Espero que todo salga bien esta noche.

- Saldrá.

- Avísame como va todo.

- Te avisaré cuando estemos libres del problema.

- Eso espero. Adiós.

- Adiós querido.

Tenia que sacar a Sofia de allí lo antes posible, era indispensable hacerlo antes de que Roberto llegara, en la mente de Antonio se construía un plan para evitar que los planes de Martina se materializaran, pero… ¿se lo diría a Marco? ¿O debía obrar por su cuenta? Al fin y al cabo, podría poner a Sofia a buen resguardo y después decirle a Marco a donde la había llevado.

Lo llamaría, debía decirle a Marco que estaba pasando, tomó de nuevo su teléfono móvil para marcarle cuando escuchó un grito desgarrador desde el piso de arriba, desde donde estaba la habitación de Sofia, desistió de la llamada, salió de la pequeña habitación a toda prisa hacia donde se escuchaba de nuevo otro desgarrador grito de Sofia.

- ¡Sofia! -grito mientras subía las escaleras a toda prisa- ¡Sofia!

Esperaba lo peor, quizá hallarla mortalmente herida, la puerta de la habitación de la joven estaba asegurada por el lado de adentro impidiéndole la entrada.

- ¡Sofia abre la puerta! ¿Qué pasa? -gritaba mientras trataba de forzar la cerradura.

- Antonio… -llamó la joven retorciéndose del dolor.

- ¡Abre la maldita puerta!

- No puedo caminar…

En ese momento apareció el ama de llaves acercándose al abogado lo más rápido que podía.

- ¿Qué está pasando? -preguntó asustada.

- La puerta está cerrada, ¡ella está gritando y no sé qué le pasa! ¿alguien entro a la casa?

- No que yo sepa, aquí no ha venido nade más que usted…

- Busca la llave de esta habitación… ¡rápido!

La mujer regresó sobre sus pasos hacia piso de abajo para buscar las llaves dejando a Antonio que seguía intentando con todas sus fuerzas abrir la puerta.

- Sofia… espera un poco, ya Francesca fue por la llave.

La vieja ama de llaves corrió con toda la rapidez que sus pesadas piernas le permitían, entró en la cocina y fue directo al cajón en donde estaban guardadas todas las llaves de la casa, luego de revolver con insistencia encontró el juego de llaves en donde había atado las que abrían las habitaciones del piso superior.

Un momento después la puerta estaba abierta y Antonio entraba desesperado en la habitación encontrando a Sofia tirada en el suelo sobre un charco de sangre.

- ¡Sofia! ¿Qué pasó? -preguntó poniéndose de rodillas en el suelo intentando levantar a la joven.

- ¡No! -gritó- no me puedo mover… me duele.

Apenas un momento hizo falta para que Antonio comprendiera que lo que le estaba sucediendo a Sofia no tenía nada que ver la amenaza que pesaba sobre ella, lo que le estaba sucediendo era ajeno a la sentencia de muerte que estaba a punto de ejecutársele.

- No estas heridas, ¿Qué paso?

- Es el niño, algo malo está pasando… -gritó Francesca entrando en pánico.  

Al ver la reacción de la mujer, Antonio se vio en la necesidad de hacerla entrar en razón, su prioridad era ayudar a Sofia, no había tiempo que perder, tenía que sacarle de ese lugar antes de que llegara Roberto con el macabro encargo de Martina y una mujer mayor en estado de histeria no era de ninguna ayuda.

- Chichina… -llamó sorprendiéndose a sí mismo del tono de voz tan calmado con el que habló- tenemos que ayudar a Sofia, ve a buscar ayuda mientras yo me quedo con ella.

- ¡Aquí no hay nadie cerca!

- No importa. -explicó- ve a tu casa y mira si hay alguien que nos pueda ayudar.

- Ya voy…

- Apúrate Chichina.

La mujer salió de la habitación sin una idea clara de lo que iba a hacer, pero eso no era importante, estaba a solas con ella y podría decidir qué hacer.

- Sofia, ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Como te ayudo?

- Es él bebe… -dijo con dificultad- creo que se desprendió la placenta.

- No entiendo mucho de esto… pero tengo que sacarte de aquí.

- El bebé puede morir Antonio… -dijo entre lágrimas.

- Y por la cantidad de sangre que estas perdiendo creo que tú también estas en peligro. Tienes que recibir atención médica.

- Llama a Marco… el hará venir al doctor.

- Escúchame bien, no hay tiempo. Tengo que sacarte de aquí cuanto antes.

- Me voy a desangrar si me mueves.

- Tendremos que correr el riesgo.

- Pero… ¡AY!

Sofia no podía hablar, el trabajo de parto había comenzado y las contracciones eran cada vez más fuertes. Antonio miró su reloj, todavía la tarde era joven así que tendría unas horas para actuar, era necesario que Marco supiera lo que estaba pasando.

- ¿Qué pasa Antonio? Pensé que estarías demasiado ocupado hoy como para llamarme.

- Cállate y escucha. Tienes que venir a Amalfi ahora mismo.




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