Los descendientes miraban el asunto con diversos niveles de asombro, porque si bien estaban al tanto de cosas generales como que Heylel era el jefe indiscutido de los caídos, o de que, aunque los Olam se habían separado y no obedecían a Heylel, a la hora de un problema serio ninguno de ellos y eso incluía a Samael, podía negarse por ejemplo a desaparecer o a dejar de hacer lo que estuviese haciendo en contra de un mortal si Heylel se lo ordenaba, y así como sabían que le habían hecho un juramento de lealtad poco después de caer, lo que no tenían claro era como actuaba el mencionado juramento. De manera que acababan de ser testigos del cómo, porque una vez que Heylel había terminado de invocarlo, habían hecho inesperada aparición caídos a los que veían poco como Abe, Raziel y Ramiel, o que no habían visto nunca como Catiel o Cadmariel, y hasta uno que ahora veían con más frecuencia, aunque nunca había sido su amigo como Kellen. Y todo lo anterior, en medio de una luz muy brillante que habría herido ojos no aptos para soportarla.
Después de aquella extraña exhibición, Heylel le ordenó a Kellen volver a donde estaba, y éste, aunque no tenía idea de lo que había sucedido ni por qué había actuado de aquella manera, se marchó sin hacer preguntas. Catiel, Cadmariel, Raziel, Ramiel y muchos otros, lo hicierom incluso antes de que Heylel les dijese que podían marcharse, pero en el caso de Abe las cosas siempre eran más difíciles.
Aquella no era la respuesta que él esperaba, pues Limeriel siempre había estado más dispuesta a hablar con él que Araxiel, de manera que concluyó que lo que fuese que estuviera pasando, era en verdad muy serio para que ella no quisiese decirlo, y lo que refrendaba lo anterior, era la reciente invocación de un juramento que habían hecho hacía una incontable cantidad de años. De manera que Abe decidió quedarse, aunque era consciente de que su presencia no sería especialmente apreciada especialmente en un salón que, como había tenido oportunidad de notar, estaba lleno de descendientes.
Y ciertamente no solo no le gustó como todos sabían que sería, sino que parecía a punto de comenzar a golpear a Heylel.
Sin embargo, no pudo concluir la frase, porque a continuación sintió como si un gancho se hubiese clavado a su estómago y estuviese tirando de él, de manera que fue eso lo que le impidió terminarla.
Dicho esto abandonó la estancia al igual que muchos de los que estaban allí, pero Badariel se acercó a Abe que parecía a punto de sufrir un colapso.
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Editado: 24.07.2021