Demons (libro 3. Batalla Final)

Unos y otros

En un apartado paraje se encontraba reunido un grupo de ángeles, y mientras Jeremiel como de costumbre, intentaba convencer a Mikhalyáh de que equivocaban el objetivo, Israfil, el ángel sanador, se afanaba con las heridas de sus compañeros.

 

  • Estoy bien, Israfil – dijo Mikhalyáh – ¿Qué objeto tiene que intentes sanar nuestras heridas si no van a matarnos y en cuanto salgamos de aquí quedarán atrás?

 

Israfil se alejó caminando hacia el grupo que los acompañaba mientras Yibril miraba a Mikhalyáh.

 

  • ¿Qué? – preguntó éste
  • Es más de lo mismo, Mikhalyáh – dijo Yibril – Israfil no puede cambiar su esencia, así que si ve a alguien sufriendo por una enfermedad o una herida, independientemente de quién sea, nunca podrá mostrarse indiferente ante esa situación y por el contrario, hará aquello para lo que fue creado. De igual manera, Jeremiel siempre intercederá entre aquellos que están en conflicto; y tú solo piensas en defender  aquello en lo que crees y en castigar lo que consideras maldad, abominación o simple disensión.
  • Porque eso es lo correcto
  • Lo es para ti
  • ¿Estás cuestionando nuestras leyes y normas?
  • Y ahí vamos de nuevo – dijo Zacharel en tono divertido, pues aquel era uno de los ángeles de la alegría
  • No estoy cuestionando nada y me limito a exponer un hecho, Mikhalyáh. Sin embargo, ¿podrías dejar de juzgarlo todo y a todos por un momento? Porque si lo haces, quizá notes lo que intenta decirte Jeremiel. Heylel y Sariel no han perdido del todo su esencia y también luchan en contra de los shedims.
  • Dime algo Yibril ¿tengo aspecto de shedim? – preguntó, aunque no esperó una respuesta – Porque esto – dijo señalando una herida de feo aspecto – Me lo hizo Sariel
  • Sariel es un guerrero como tú, así que si lo atacas, va a defenderse.

 

Mikhalyáh lo miró con ira y a continuación desapareció dejando la habitual estela de luz azul.

 

  • No hay caso Yibril – dijo con tristeza Kamael, el ángel del amor -  Cuando cayeron, no solo perdieron la gracia divina, sino que se agenciaron la ira de Mikhalyáh, y teniendo en cuenta lo que intentaban hacerle entender, no podemos esperar que él actúe de otra manera.
  • Y ustedes cometen un error al seguir con estas inútiles discusiones cuando estamos aquí – puntualizó Dinael, el ángel de la sabiduría y el conocimiento – Porque si ya es difícil en casa, en esta dimensión donde necesitamos portar un cuerpo más denso, se materializan en forma más tangible las emociones. De manera que sabiendo como sabemos, lo mucho que ellos tres se parecen, pues fueron creados casi idénticos, lo afortunado es que ninguno pueda morir.
  • A tu exposición le falta algo que a mi juicio es lo más importante, Dina – dijo Kamael – Y es que basados en lo que dijiste y sabemos, ninguno de ellos, y aunque pudiesen morir, sería capaz de asesinar a uno de sus hermanos por muy furioso que estuviese, porque la gran tragedia de Mikhalyáh es, que aunque los persiga por el resto de la eternidad, no ha olvidado ni podrá olvidar nunca, lo mucho que los ama.

 

 

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Entre tanto, las cosas se habían complicado mucho para los Shekhiná, porque aparte de los enfrentamientos usuales con los Olam, había un grupo de mercenarios muy decidido a encontrar a Lil, y si bien éstos últimos no estaban atacando mortales como los otros, se habían dedicado a perseguir a los descendientes de los Shekhiná.

 

Los mercenarios se mantenían fieles a la única premisa que les diese el inadvertido fundador de su oficio, es decir, trabajaban bajo las órdenes de quien pagase mejor, pero eso no los hacía sus seguidores, y al igual que lo hacía Kellen, trabajaban solos. Esta última característica podía dar como resultado, que un mismo objetivo tuviese a varios mercenarios persiguiéndolo, bien fuese porque fuera alguien cuya cabeza tuviese un precio, aunque nadie hubiese contratado a un mercenario en particular y cualquiera que lo atrapase podía recibir la recompensa; y el otro motivo que podía generar la circunstancia, era que hubiese más de un sujeto interesado en la captura de un mismo objetivo, y cada uno contratase un mercenario en particular.

 

Como en toda actividad, el costo de ésta depende de la calidad del servicio, de manera que todo el mundo sabía, por ejemplo, que si se quería precisión y rapidez para encontrar aquello o aquel a quien se buscara, el indicado era Kellen, pero también había que estar dispuesto a pagar muchísimo por el trabajo. El que lo seguía era otro caído, Varjan, cuyo verdadero nombre era Zaviel. El tercer lugar se lo disputaban Andras y otro caído de nombre  Arbiel, aunque era conocido como Aker.

 

Varjan y Aker al igual que Kellen, habían prescindido de sus nombres angélicos al caer, y de eso hacía tanto tiempo que pocos o ningún descendiente conocía los reales. Los siguientes en la lista eran Nahariel y Adziriel, dos descendientes. Estos seis individuos eran la élite de los mercenarios, y para contratar sus servicios solo hacían falta dos cosas, mucho odio o mucho de cualquier otro interés en alguien, y estar dispuesto a pagar indecorosas cantidades de dinero.




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