Demons (libro 3. Batalla Final)

Cacería

A Samael le había tomado algún tiempo aceptar que Kellen lo había traicionado, pero después de averiguar si Heylel o alguno de los suyos lo había enviado a Bayal y no siendo así, asumió lo primero y pensó que para ese momento el infeliz debía estar en un lugar mucho peor y del que no podría regresar jamás por haber roto un juramento. No obstante, la suerte de Kellen no le interesaba mientras que la de Lil sí, aunque no por los motivos correctos. Si Kellen se la había entregado a Heylel, a esas alturas la chica debía ser historia, pero por algún motivo del que aún no estaba muy seguro, le parecía que aquella no era la intención de Heylel, de manera que obedeciendo a esto, decidió llamar a Varjan.

 

  • Vaya, vaya – dijo el nephilim cuando entró a la oficina de Samael – ¿Qué sucedió con Kellen?
  • Cierra la boca y escucha
  • Esa no es la mejor manera de iniciar una conversación conmigo, Sam

 

Samael recordó con retraso, teniendo en cuenta que lo conocía bien, que aquel desgraciado era tan altanero y soberbio como Heylel, excluyéndose a sí mismo de aquella lista de características.

 

  • Escucha – dijo con más mesura – necesito que encuentres a alguien
  • Y como no es Kellen quien está recibiendo el encargo, debo suponer que el encargo es él ¿no? – dijo y como Samael no contestó con inmediatez, Varjan asumió que estaba en lo correcto y se puso de pie – Olvídalo Sam, aunque no seamos una organización, no nos perseguimos entre nosotros, y aunque lo hicésemos, sabes que yo – puntualizó – no lo perseguiría a él
  • No, no es a Kellen a quien quiero que busques

 

Varjan volvió al sillón y lo miró por un largo minuto antes de decir algo, aunque lo que diría no era lo que Samael esperaba.

 

  • ¿Te estaba resultando muy costoso? Porque si es así…
  • ¡Varjan!  – exclamó, aunque él siguió como si nada
  • …te recuerdo que yo no valgo menos
  • No te estoy preguntando cuánto vales
  • Pues deberías, porque…
  • ¿Quieres el trabajo o no? Y estoy dispuesto a pagar lo que creas que vales
  • Bien, pero como estoy seguro que lo sabes, necesito cierta información, así que comencemos ¿Quién?
  • Se trata de una chica – le dijo y una sonrisa maligna se dibujó en los labios de Varjan
  • ¿Ahora necesitas de un cazador para…?
  • No se trata de esa clase de chica, esta es… mi hija

 

Varjan no pudo ocultar su sorpresa, pero una de las características de aquel caído era la velocidad de su pensamiento.

 

  • Hija – repitió – Por lo tanto, es hija de Lilit – agregó y Samael compuso mala cara
  • Si vas a ponerte…
  • Solo colocó las piezas en su lugar, pero como sabemos que ninguna shedim califica en la categoría de madre amorosa, y vivir contigo no debe ser más agradable, supongo que la pobre criatura huyó ¿no?

 

Samael recordó que otro de los motivos por los que siempre había preferido a Kellen, aunque tuviese que pagar más por trabajos menos complicados, era porque él se limitaba a preguntar quién y nada más, mientras que Varjan hablaba en demasía y emitía sus opiniones sin importarle si con las mismas molestaba a los demás.

 

  • ¿Quieres el trabajo o no? – preguntó de nuevo
  • ¿Qué edad tiene esta chica?
  • Veinte – le dijo y Varjan rio
  • Si crees que tengo tiempo para escuchar malos chistes, asumo que estás dispuesto a pagarme también por escucharlos
  • Varjan…
  • Dime lo que no me estás diciendo – lo interrumpió, pues para él era evidente que había algo que no encajaba – ¿Por qué necesitas un cazador de mi talla para encontrar a una nephilim adolescente cuyo rastro podría seguir hasta el más inepto de los descendientes?

 

Samael se frotó la frente y no era el habitual gesto asociado a la preocupación, sino el de un supremo esfuerzo para no intentar clavar su Adilik en la necia garganta de aquel infeliz. Pero cuando logró una mediana calma, pensó que lo mejor era decirle a qué o más bien a quién se enfrentaba.

 

  • Mi hija fue secuestrada
  • Entiendo, y supongo entonces que no sabes por quién
  • Lo sé, y no, no puedo ir a apretar el cuello del desgraciado para que me diga dónde la tiene – dijo y Varjan elevó una ceja
  • Claro – dijo en tono que lo único que indicaba era que nada lo estaba
  • Quien la tiene es… Virgil

 

Varjan había estado sentado en forma indolente mientras conversaban, pero al escucharlo se enderezó en el asiento.




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