Demons (libro 3. Batalla Final)

Amigos y...¿enemigos?

Kellen había ido hasta donde había dejado a Lil y juntó las cejas al ver a un par de chicos junto a ella, pero el ligero disgusto se convirtió en ira al escucharlos.

 

  • ¿Qué crees? – estaba preguntando uno – ¿Se parece a la madre? – pero como el otro no contestaba, sino que solo parecía muy concentrado en su contemplación, insistió – Vamos hombre, es bonita y toda la cosa, pero primero no lo es tanto como Lilit,  segundo, hasta donde sabemos y sabemos bastante con relación a eso, Virgil te enviaría a El Parque hasta que cambiáramos de milenio si la miras mucho, y tercero…
  • No hay motivo para que estén cerca de ella y El Parque les parecerá lo que se supone es uno si no desaparecen ya.

 

Ambos se giraron con rapidez, pero mientras uno, el hablador, lo había hecho con su Adilik en la mano, el otro lo había hecho con cuidado y sin la actitud violenta del primero. Las dos criaturas eran Suriel y Galiel, el primero hijo de Fadiel y una desgracia en opinión de Kellen, porque en la medida que Fadiel era antipática y evitaba hablar con casi todo el mundo, lo era su hijo en sentido contrario y fastidiaba solo por el placer de hacerlo. Y Galiel era hijo de Abdiel, un caído al que Kellen y casi toda la comunidad veía poco, pues se pasaba la vida yendo por ahí intentando salvar al planeta del decidido empeño de la humanidad por destruirlo; su hijo era igualmente tranquilo y era otro de los que había nacido con el don de la sanación.

 

  • ¿Qué te hace pensar que puedes darme órdenes? – preguntó Suriel y Kellen elevó una ceja, gesto que era más amenazante que si hubiese extraído su Adilik
  • Solo me aseguraba de su estado – dijo Galiel y Kellen juntó las cejas

 

Lo anterior obedecía a que el tono de voz de Galiel era del tipo musical y que parecía enroscarse en el cerebro, algo que descomponía mucho a Kellen por dos motivos diferentes. El primero tenía que ver con la habilidad de Limeriel para introducirse en las mentes ajenas y que aquel chico poseía, aunque en menor grado, naturalmente. Y el segundo, porque le recordaba de manera sumamente odiosa, a un grupo de ángeles cuya única función parecía ser la de pasarse la vida cantando y del que Abdiel, el padre de Galiel, había formado parte.

 

  • Y como eso no es asunto tuyo, largo – dijo Kellen
  • Eres…
  • Suriel – lo detuvo Galiel y comenzó a tirar de su brazo – Vamos

 

Kellen no dejó de mirarlos hasta que se habían alejado lo suficiente. Luego se inclinó sobre Lil y con un suspiro de resignación la reanimó.

 

  • ¡Kenny! – exclamó ella incorporándose
  • Antes de que empieces a gritar incoherencias, te recuerdo que no podemos morir – puntualizó, aunque no tendría mucho éxito como ya se lo imaginaba

 

El trámite de tranquilizar a la histérica Lil estaba consumiéndole una enorme cantidad de tiempo y era una suerte que él tuviese tanta paciencia, porque otro ya le habría acomodado una bofetada, pero lo más frustrante era que ya había repetido lo mismo una indecente cantidad de veces y ella parecía no entenderlo o no recordarlo.

 

  • Pero… yo vi cuando…
  • ¿Otra vez, Randall? – preguntó con fastidio
  • ¿Qué? – preguntó ella a su vez y él se mesó el cabello pensando que tendría que explicarlo todo de vuelta, aunque en realidad no podría, pues una voz burlona entró a la conversación
  • A ver preciosa, tengo rato escuchando la agradable voz de este tipo y la verdad es que no sé cómo te lo aguantas – dijo un chico extendiendo su mano – Por cierto, yo soy Bastiel, hijo de… – pero Kellen lo interrumpió
  • Largo
  • Que tú seas un mal educado, no nos hace a los demás sufrir de la misma condición – le dijo y volvió a mirar a Lil exhibiendo una infantil sonrisa – ¿Quieres? – le preguntó acercándole una botella
  • No, no quiere, y puedes largarte a tu torre, Rapunzel – dijo Kellen de pésimo humor, aunque eso no pareció molestar al chico que soltó una alegre carcajada
  • No te conozco mucho, aunque conozco a casi todo el mundo – aclaró – pero nunca me habría imaginado que eras de la clase que leía cuentos infantiles, Kellen – dijo con diversión y aquel comentario despertó otro recuerdo en Lil

 

En las últimas semanas y desde que Heylel había levantado el Velo que Samael le había colocado, a su mente llegaban muchos recuerdos por diversos motivos como cuando leía algo, escuchaba alguna melodía, o como lo que le había sucedido un par de días antes cuando comió algodón de azúcar y recordó un paseo por la ribera sur del Támesis un día que Samael, extrañamente, la había llevado a Battersea Park, y estaban Kellen y ella tirados en el césped adjudicándole formas a las nubes.

 

  • Parecen algodón de azúcar ¿verdad? – había dicho la Lil niña al ver que las nubes comenzaban a adquirir la tonalidad rosada del atardecer
  • Y te las puedes comer – había dicho Kellen
  • Mentiroso, están muy lejos y
  • ¿De veras? – preguntó él estirando el brazo mientras con la otra mano le tapaba los ojos por lo que a Lil le parecería solo un segundo – Aquí tienes – le había dicho entregándole el dulce




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