Demons (libro 3. Batalla Final)

Me odia

Una vez que Haniel había abandonado la estancia, Bastiel miró a Lil y le sonrió.

 

  • No le hagas mucho caso, linda. Te advertí que no es muy simpático y…
  • Me odia – lo interrumpió ella
  • No, no es así, solo exhibe el lindo carácter de nuestro padre
  • No, en realidad me odia – insistió

 

Bastiel decidió que no ganaba nada con insistir y no lo hizo, sino que la condujo hasta una mesa para hacer lo que originalmente habían ido a hacer.

 

  • ¿Noche difícil? – escuchó Kellen y no necesitaba girarse para saber quién le hablaba
  • Es de día
  • Igualmente difícil, supongo
  • ¿Por qué me estás hablando? – preguntó
  • Porque tengo un mensaje para ti – dijo ella y Kellen giró la mirada
  • Mensaje – repitió, pero ella no dijo nada, sino que empinó la botella terminándose el contenido – ¿De quién?
  • Del infeliz que nos hizo la noche miserable – dijo bajando de la mesa donde había estado sentada – Lo sé. Hablemos. Fin del mensaje

 

Dicho esto agarró otra botella y se marchó mientras Kellen maldecía en todos los tonos. Entre tanto, Bastiel seguía mareando a Lil con su desbordante charla.

 

  • ¿Cuántos años tienes, Bastiel? – le preguntó en un momento que él hizo una pausa
  • No muchos
  • No muchos, no es un número
  • Veamos, si nos olvidamos del calendario juliano o del gregoriano, debo andar por los dos mil setecientos más o menos.

 

Lil se atragantó con la gaseosa y Bastiel rio imaginando el por qué. Lógicamente, no era que ellos fuesen por allí diciendo su edad a las chicas con las que salían, pero suponiendo que alguna se mostrase curiosa, y siendo que el proceso de desarrollo de un descendiente se completaba al alcanzar los veintiuno, extendiéndose un poco más el proceso de madurez, pero sin modificaciones a su apariencia, no había forma de pudiesen adjudicarse más de veinticinco o treinta años, pero como sus relaciones no solían extenderse en el tiempo si no querían pasarlo mal, pues los seres humanos morían, entonces no había drama.

 

  • ¿Dijiste…?
  • Sí, y me imagino que te parezco algo mayor, pero…
  • ¿Algo mayor? – preguntó con incredulidad y miró a Kellen que juntó las cejas
  • No tenemos edad, Randall – dijo él antes de escuchar la innecesaria pregunta
  • Eso es inexacto, pero si te parecen muchos los mío, con seguridad no quieres saber los de este fulano

 

Lil trató de serenarse y recordó que cuando le habían asignado la investigación acerca del príncipe Dantalian, uno de sus comentarios había sido que el tal príncipe  había nacido en el siglo pasado, de manera que, ahora y a la luz de los hechos, en realidad se había quedado cortísima.

 

  • Sé que soy atractivo y toda la cosa, pero me abochorna que me mires así – estaba diciendo Bastiel con una muy poco convincente expresión de vergüenza
  • Disculpa, no era mi intención incomodarte – dijo Lil que estando distraída, no notó lo obvio hasta que él rio
  • Tranquila amor, no lo hiciste y solo bromeo – dijo riendo

 

Kellen sabía que en otras circunstancias, Lil se hubiese molestado por dos motivos distintos, el primero, porque su sentido del humor era limitadísimo, y el segundo, porque no era de las que iba por ahí disculpándose, de manera que fácilmente le habría dado un golpe al gracioso acompañado de algún ácido comentario. La misma Lil también lo estaba pensando, pero por algún motivo parecía imposible enfadarse con Bastiel y no lo hizo.

 

  • ¿De veras no quieres probar…?
  • ¡No! – exclamó ella
  • Herirás los sentimientos de Bastiel si no lo haces – dijo una chica que venía comiéndose una gigantesca hamburguesa – Ese es un plato tradicional de su tierra
  • Pues lo lamento, pero no me gustan las comidas con tanto…
  • Especias – aportó Kellen al notar que no sabía cómo concluir
  • No le hagas caso a Anabiel – dijo Bastiel – pero cuídate de ella, me quiere mucho y  cuando piensa que alguien me hace daño, se pone muy difícil

 

Lil miró a la chica, pero como seguía concentrada en despachar su hamburguesa y Bastiel estaba riendo, no estaba muy segura de la seriedad de lo que había dicho, así que cambió de tema.

 

  • ¿Dónde naciste?
  • En Egipto
  • Egipto es grande
  • Alejandría
  • Un momento – dijo, aunque él estaba raramente en silencio
  • ¿Qué?
  • Eso no es posible
  • ¿El qué?
  • Que hayas nacido en Alejandría
  • ¿Ah no?
  • No, porque Alejandría fue fundada por Alejandro Magno en el 300 y algo a.C, y si tú tienes… – pero se detuvo al verlo reír, aunque aquella era su expresión habitual, de modo que continuó – El asunto es que hace dos mil setecientos años, no existía Alejandría
  • No existía con ese nombre, pero si te hubiese dicho que nací en una humilde aldea de pescadores llamada Rakotis, no habrías tenido idea de dónde era, así que solo quise hacértelo fácil mencionando su nombre actual y que sin duda acabas de demostrar que conoces bien
  • Entiendo – dijo pensando en algo que no se había plateado en los meses que llevaba entre los nephilims – Bastiel… ¿cómo era?
  • ¿Cómo era, qué? ¿La aldea?
  • No… bueno sí, es decir…
  • Deberías trabajar tu decisión, nena




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