Demons (libro 3. Batalla Final)

En casa

Ni siquiera terminaban de recuperarse cuando hicieron su inoportuna aparición los Guardianes. Satanael evitaba a toda costa encontrarse con aquellos sujetos, así que él y los suyos se dieron mucha prisa en desaparecer, mientras que Zaveve, Azrael y Lars se ocupaban de cargar con los cuerpos de los descendientes que estaban inconscientes para largarse, ya que no tenían ellos más ganas que Heylel y los suyos de vérselas con el odioso Mikhalyàh.

 

  • ¡Heylel! – exclamó el guardián caminando hacia él

 

Heylel miró a Araxiel y éste no necesitó de ninguna indicación ni verbal ni mental, pues sabía lo que aquella mirada significaba, así que caminó a toda prisa hacia donde estaba Lil.

 

  • Fedra ayúdame – le dijo señalando a Andras
  • ¿Piensas llevarlo con nosotros?
  • Sé que tal vez eso no ponga muy contentos a algunos, pero Virgil lo estará menos si se entera que lo dejamos aquí en esas condiciones
  • ¿Por qué? Sabemos que no va a morir
  • Fedra – dijo en tono que no admitía réplica y ella puso mala cara, pero obedeció

 

Entre tanto, Varjan se había inclinado sobre Kellen y estaba por levantarlo cuando se vio apuntado por varios Adilik.

 

  • Apártate de él – escuchó y ladeó la cabeza

 

Quienes lo amenazaban eran los descendientes del escuadrón de Armeriel a quienes Varjan tenía dificultades para identificar.

 

  • Escucha niño, estoy de su lado ¿bueno?
  • Seguro – dijo Midriel en tono burlón – pero aléjate lo mismo
  • ¡Midriel! – gritó Anjari que venía corriendo – Es verdad, nos estaba ayudando
  • ¿Qué estás haciendo tú aquí? ¡Bastiel!

 

La pregunta y el grito obedecían a que era Bastiel quien tenía en su escuadrón a muchos de los descendientes más jóvenes y debía ocuparse con mayor celeridad, que los demás jefes de escuadrón, de sacar a los chicos si aparecían los Guardianes, pero el incordio aquel estaba muy ocupado practicando su deporte favorito, molestar. La cuestión era que en verdad Bastiel parecía tener un extraordinario deseo no digamos de morir, porque no podía, pero sí de ser apaleado, porque cada vez que había sido posible, es decir, si estaba presente cuando aparecían los Guardianes, él se iba derecho a fastidiar, y si ya era irritante sin esfuerzo, que se esforzase era trágico.

 

Como ya se ha dicho, los Guardianes  encontraban la existencia de los descendientes un terrible error, pero en el caso de Mika, pensaba que aquello era una abominación, de modo que se sentía terriblemente mal por haber fallado en matarlos, pues en cuanto los caídos habían podido, y cabe destacar que aunque se dieron la mayor de las prisas, les tomó algún tiempo encontrar un método efectivo para proteger a sus vástagos, pero desde entonces, Mika no había podido cumplir con su cometido. No obstante, que se hubiesen salvado no hacía que los quisiese más, pero había dos casos  especialmente molestos para Mika y eran los dos hijos de Sariel, pues aquel par de desgracias se esmeraban en fastidiarlo. Mika no estaba muy seguro si el cerebro de Haniel cumplía con su función, pero de lo que si estaba seguro era de que los caídos habían advertido a sus retoños que era pésimo asunto enfrentarse a un Guardián, y sin embargo, el necio aquel no solo no evitaba los enfrentamientos, sino que parecía buscarlos, con la resultante de salir apaleado y que el próximo encuentro entre Sariel, Heylel o ambos con Mika, fuese catastróficamente violento. Pero si Mikhalyàh enfurecía con Haniel, con Bastiel se sentía francamente desesperado, porque aquel muchachito tenía un extraordinario talento para hacerlo desear ahorcarlo y no porque fuese un descendiente, pero al mismo tiempo y por algún absurdo motivo que demoró un poco en descubrir, el deseo primario siempre se veía muy disminuido. Finalmente Mika había comprendido que aquel niño había nacido con el don de la empatía, y aunque podía ser tremendamente irritante, si quería evitar la confrontación podía hacerlo con solo fijar sus cándidos ojos en la víctima y desplegar su infantil sonrisa para lograrlo y todo dependía del ánimo de la criatura.

 

Sin embargo, aquel día el niño parecía estar de ánimo combativo, pues si bien en cuanto habían hecho acto de presencia se había ido derecho hacia donde estaba Heylel, Bastiel se había atravesado en su camino.

 

  • ¡Fuera de mi camino! – exclamó el Guardián apuntándolo con su lanza
  • Vamos Mika, esos no son buenos modales ¿Qué pasó con aquello de… hola Bastiel, cómo has estado?
  • ¡Fuera!
  • No sé por qué te empeñas en fastidiarnos las cosas, papá, Virgil y los demás estábamos haciendo un maravilloso trabajo apaleando a Nael y a los suyos, pero tenías que llegar y fastidiarlo todo

 

Heylel y Sariel se miraron y pensaron aproximadamente lo mismo, es decir, que si habitualmente ellos mismos querían sacudir a Bastiel, Mika siempre tendría el doble de motivos, pero en aquella ocasión entendieron por qué Bastiel estaba causando más alboroto del habitual.




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