Demons (libro 3. Batalla Final)

Parecidos

Una vez que los recuerdos parecieron detenerse, Haniel comenzó a caminar hacia Andras, y como la mayoría de los descendientes, o al menos los que estaban allí, habían nacido mucho más adelante en el tiempo y no sabían nada de la historia de los primeros años de Andras y Haniel, pensaron que lo mejor era detenerlo, pues aunque nunca habían sabido de un pleito entre ellos, sabiendo lo que sabían de Haniel y teniendo en cuenta lo que acababa de decir Heylel, sin duda le evitarían un encierro seguro. Sin embargo, Araxiel los detuvo a ellos; aunque nadie sabía por qué no podían moverse y hasta pensaron que era obra de Deliel que había heredado de su padre la habilidad de la manipulación de la materia, el asunto fue que quedaron imposibilitados para hacer nada.

 

  • Andras
  • Haniel – contestó

 

Pero los años de ver a casi todo el mundo como un enemigo, lo hicieron juntar las cejas ante la mirada horrorizada de Haniel, la cuestión era que la expresión de éste no obedecía a su presencia, sino a las heridas que estaba viendo.

 

  • ¿Tú le hiciste eso, Galiel? – preguntó en un tono que todos habían aprendido a temer
  • ¿Qué? ¿Acaso has perdido el juicio? ¡Por supuesto que no! – dijo el chico con indignación
  • ¿Quién le hizo esto? – preguntó en un tono que destilaba veneno, algo que no entendió casi nadie
  • Eso no se lo hizo nadie – escucharon a Dahariel – se trata de una hipodermitis bacteriana – dijo acercándose como para ver mejor y luego miró a Andras – ¿Has estado en contacto con algún tipo de alga o…?
  • No es asunto tuyo lo que hago o a dónde voy, niño

 

Aquello les dejó claro a Haniel y a Deliel, que fuera lo que fuesen aquellas úlceras que estaban viendo en los brazos y el torso de Andras, tenía que estar relacionado con sus frecuentes paseos a mar abierto.

 

  • Solo queremos ayudarte – dijo Galiel
  • Tú mejor no hables – le dijo en tono desagradable y Galiel rio
  • Sé que estás molesto por lo que te hice, pero…
  • ¿Y qué fue eso exactamente? – preguntó Haniel, aunque nadie le prestó atención
  • …lo estoy reparando y…
  • ¡A un lado! – dijo Andras intentando incorporarse – Me largo
  • ¡No! – exclamaron Haniel, Deliel y Dahariel
  • Escucha, si no tratamos eso – puntualizó Dahariel – vas a tener muchos problemas
  • ¿Qué tan serio es? – preguntó Haniel
  • Pongámoslo así, si no fuese un nephilim, esas de ahí – y señaló las úlceras del brazo – lo conducirían directamente, a perder el brazo
  • ¡Por la espada de Lucifer! – exclamó Deliel
  • Gracias por la ayuda, pero ahora aléjate de aquí, Dari – dijo Sarakiel que se había acercado junto con él
  • No fastidies, Sara
  • Quien no queremos que resulte fastidiado, eres tú. Así que largo
  • Este es mi trabajo, Sara ¿O es que crees que donde estoy habitualmente solo coloco antiséptico y reparto analgésicos?

 

Andras se llevó una mano a la cabeza por dos motivos diferentes; el primero, porque en verdad le dolía, y el segundo, porque estaba en una posición análoga a la de Kellen con relación a los descendientes y los veía como niños revoltosos y sumamente irritantes. Haniel no necesitó que pusiera aquello en palabras, pues lo conocía lo suficiente, así que tomó una decisión y sujetando a Andras, se lo llevó a una habitación, algo prudente en opinión de Deliel, o Andras comenzaría a apalear a las criaturas. Una vez que Haniel se había llevado a Andras, Deliel cargó con Galiel para que continuase su trabajo.

 

  • No te preocupes, linda – dijo Araxiel al ver a Limeriel a su lado
  • No estoy preocupada
  • Bien, porque si alguno de nuestros chicos decidiera desobedecer a Virgil, Hani se encargaría de…
  • ¿Virgil? – preguntó ella que acababa de llegar y no había presenciado lo primero, así que Araxiel le pasó la información – ¿Crees que se vaya a…?
  • No lo sé, Leah – la interrumpió él – Hace muchos años que se marchó y esto no necesariamente debe ser un regreso como tal.

 

 

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Heylel se había ido con Bastiel y con Anjari hasta un salón que tendría el aspecto del estudio de trabajo de un abogado por la cantidad de libros, de no ser porque también había un piano y en un rincón un caballete con un lienzo a medio trabajar, cosas todas las anteriores, que identificaban el lugar como personal y privado de Heylel. De manera que a los chicos les extrañó ser conducidos allí, pero Anjari estaba mirando el lienzo cuando sintió la mirada de Heylel.

 

  • ¿Qué estás haciendo tú aquí?
  • Eh…bueno…estaba… Creo que mejor… ¿me marcho? – finalizó mirando a Bastiel quien tenía una cruel batalla con la risa
  • Quien da las órdenes aquí soy yo, entrometido – le dijo Heylel – Y no, no tienes que marcharte, después de todo eres la sombra de este payaso – agregó y Anjari sonrió, aunque dejaría de hacerlo al verlo acercarse – Pero si tengo cualquier motivo de queja de ti, voy a hacerte pedazos




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