Demons (libro 3. Batalla Final)

Permiso

Después de la reciente conversación nadie tenía muchas ganas de comer, aunque les anunciaron que ya la cena estaba dispuesta.

 

  • Este tipo no entiende que no necesitamos que dispongan nada
  • Habla por ti que puedes comer en cualquier parte, Bastiel – dijo Devriel
  • Vamos hombre, para comer lo único que se necesita es tener hambre
  • Algo que tú siempre tienes
  • Pareces más hijo de papá que nosotros mismos – dijo Barbiel

 

Mientras ellos discutían, se acercaron a Lil, Izaro y sus hermanos

 

  • Izaro, me alegra ver que todos están bien – dijo ella y él elevó una ceja – También quería agradecer tu ayuda y disculparme por lo sucedido
  • Vaya, veo que eres menos antipática y hasta amable cuando estás entre los tuyos – dijo, pero se sintió mal al verla bajar la cabeza – Oye, es broma
  • No son los míos – puntualizó – y en realidad no pertenezco a ningún lugar ni…
  • ¡Ey! – dijeron Kellen y Varjan al unísono
  • ¡Izaro! – escucharon a Heylel y suspendieron las respiraciones

 

Si bien Kellen y Varjan se habían acercado con rapidez a Lil al escucharla y posiblemente pensaban contradecirla, Heylel era otro asunto, porque al percibir su repentina tristeza, se apresuró a regresar, pero al presentarse y ver que ella con quien estaba hablando era con Izaro, asumió más de lo que era.

 

  • Aléjate de ella, ahora – dijo en tono gélido
  • ¿Qué sucede contigo? – preguntó Lil interponiéndose entre el furioso individuo y el descendiente – ¿Es que ahora ni siquiera puedo hablar con quien no solo se muestra amable, sino a quien le debo mucho?

 

Mientras ella hablaba, Heylel pareció recuperar la cordura y pudo recordar lo que le había contado Zenda.

 

  • No es mi intención prohibirte nada, es solo que… bueno no importa – dijo y miró a Izaro – Lamento el mal entendido
  • Esa no es una disculpa apropiada, Virgil – dijo ella
  • No es necesario – intervino Izaro con rapidez

 

Lo dicho por Izaro obedecía a que todos sabían que Heylel ni pedía perdón ni pensaba que tuviese que hacerlo, de modo que nadie esperaría que lo hiciese.

 

  • Mis disculpas por el mal entendido, Izaro – dijo Heylel para mayor asombro de todos
  • De manera que es eso – pensó Andras que había entendido en ese momento qué era lo que movía a Heylel a proteger de aquella manera tan decidida a Lil

 

Entre tanto todos miraban la escena y antes de que Izaro saliese de su asombro o pudiese decir algo en caso de que encontrase el qué, Heylel se había alejado, aunque no se había marchado de nuevo.

 

  • Tú dices que yo soy antipática, pero el carácter de él es mucho peor, así que no le hagas caso, como dije, tengo mucho que agradecerte
  • Fue un placer ayudarte – dijo de manera formal y en un tono muy diferente
  • Escucha, te dije que no le hicieras caso, en lo que a ti concierne, sigo siendo simplemente la antipática ¿bueno? – le dijo y él sonrió
  • De acuerdo, antipática
  • Eso está mejor – dijo ella y miró a los demás – No sé sus nombres, y aunque en realidad no soy ni poderosa ni tengo nada que ofrecer, si alguna vez cualquiera de ustedes me necesita, ahí voy a estar
  • Gracias – dijo Ezra
  • Bien, solo veníamos a despedirnos, pues debemos volver a casa
  • Entiendo – dijo ella con cierta nota de tristeza y de pronto sintió muchos deseos de ir con ellos
  • Siempre serás bienvenida – le dijo Izaro que había captado el pensamiento
  • Te lo agradezco
  • Vamos Zenda
  • ¿Hermano, podría quedarme un poco más?
  • ¿Por qué?
  • Para hacerle compañía a Lil
  • No, ella ya tiene suficiente compañía

 

Kamiel, Midriel, Armeriel y hasta Devriel, habían estado sujetando a Eliel e impidiéndole hablar desde que Izaro había dicho que se marchaban, pero cuando Kamiel estaba a punto de pedirle ayuda a su progenitor, la repentina percepción de alguien que se acercaba hizo que hasta Eliel dejase de forcejear. Heylel que había ido a sentarse en un sillón desde donde permanecía atento a la conversación de Izaro y Lil, se puso de pie colocando sobre una mesa la copa que tenía en la mano, pero a diferencia de los descendientes que habían extraído con rapidez sus armas, él no, porque no solo sabía que nadie no autorizado podría irrumpir allí sin que los sellos del Velo saltaran como fuegos artificiales, sino porque sabía con exactitud quién se aproximaba.




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