Demons (libro 3. Batalla Final)

Ángel

Haniel había decidido saltarse la comida y se había ido derecho a la isla de Java. Aunque oficialmente, el Castello di Umbra había sido la primera residencia de Heylel, la verdadera, y aunque no era un castillo y ni siquiera una casa como tal, se hallaba en la isla de Java, y si Haniel fue allá, era porque le urgía echarle un vistazo a los grabados que narraban su historia. Sariel siempre había sostenido que el mayor defecto de su hijo era la terquedad, de manera que si bien Haniel no tenía motivos para dudar de lo que había escuchado, igual quería comprobarlo y aquella era la única manera, ya que El Libro era para ellos algo análogo a la Biblia, la Torá, o el Popol Vuh para las diversas culturas o religiones, con la enorme diferencia de que los nephilims no solo sabían quién lo había escrito, sino que conocían a sus autores. Aunque Haniel no había vivido en aquel lugar, y, de hecho, le habría resultado mucho más fácil consultar el encuadernado que estaba mucho más accesible y a disposición de cualquiera de ellos, quiso ver el original grabado en la roca, de modo que, cuando llegó a la entrada, saltó dejándose caer varios metros y luego comenzó a avanzar.

 

Aquella formación natural era una cueva de tipo primario o singenética, como se conocen en la actualidad, es decir, se había formado al mismo tiempo que la roca circundante. Sin embargo, y aunque Haniel encontraría lo que había ido a buscar comprobando la veracidad de todo lo escuchado, también tendría oportunidad de arrepentirse por haber decidido hacerlo en aquel momento.

 

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Andras había decidido aprovechar el momento en el que Haniel se había marchado para hacerlo él, pensando equivocadamente que, con tanta actividad y niños escandalosos que parecían no poder estarse quietos un minuto, nadie notaría su partida. No obstante, apenas había abandonado el cuerpo principal del Castillo y se disponía a atravesar el puente…

 

  • Andras

 

El chico maldijo para sus adentros recordando lo muy entrometido que era aquel muchachito, algo que él había sufrido en primera fila, pues desde que Deliel había aprendido a caminar, había tenido que aguantárselo yendo tras ellos tanto si podía o debía como si no.

 

  • ¿Qué quieres?
  • Te marchas – dijo Deliel, pero como eso era evidente, Andras no dijo nada – ¿Por qué, Andras?
  • Tengo cosas qué hacer y en cualquier caso no tengo por qué darte explicaciones
  • No a mí ¿Pero y a Haniel? ¿Por qué le haces esto?
  • ¡No le estoy haciendo nada!
  • ¿No? ¿Estás seguro?
  • Escucha niño – dijo volviéndose y sujetándolo por el cuello – No le estoy haciendo nada a nadie y sabemos que podría. Podría cobrarles con sangre todo lo que ellos me hicieron a mí. Así que déjame en paz, porque no voy a quedarme en un lugar al que no pertenezco
  • Hani…
  • ¡Haniel es un hombre y no un niño que necesite a nadie! – dijo con ira – Y en cualquier caso te tiene a ti ¿no?

 

Dicho esto lo soltó y desapareció en la oscuridad de la noche. Deliel se dejó caer en el piso con las manos en la cabeza.

 

  • Me tiene a mí, pero yo no soy tú, Andras – susurró

 

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Heylel había conducido a Lil de nuevo hacia el salón, pero ahora éste estaba menos concurrido, pues los chicos estaban en distintos lugares del castillo haciendo diversas cosas o fastidiando a alguien, de modo que solo unos pocos estaban allí. Una vez que la hizo sentarse, procedió a explicarle lo que había sucedido con Yaro, y aunque a ella no le gustó mucho, como ya eso no tenía remedio, decidió pasar a otra cosa.

 

  • ¿Cuándo todo esto termine, los shedims me dejarán en paz?
  • Es algo que no podría asegurarte, normalmente los shedims no persiguen a los descendientes a menos que tengan un interés especial, y como el interés, al menos en tu caso, debería finalizar veinticuatro horas después de la de tu nacimiento…
  • Un momento, no sé a qué hora nací – dijo mirando a Kellen de forma casi automática y haciendo que Heylel juntase las cejas, pues ciertamente él lo sabía
  • Lo sabemos – dijo Kellen
  • Bien, como intentaba decirte, después de eso no debería haber más problemas y podrías llevar una vida tan normal como la que habías tenido.
  • ¿Estás seguro? – preguntó mirando hacia donde Kelly acababa de emprender la carrera seguida de Midriel – Creo que nadie aquí lleva una vida de la que yo llamaría normal
  • A Kelly le gusta fastidiar a todos y seguramente…
  • No me refiero a eso, sino a que se dedican a perseguir shedims
  • No todos, ellos porque eso fue lo que escogieron hacer, pero, por ejemplo, todos los que nacieron con el don de la sanación con excepción de Eliel y Galiel, trabajan en hospitales y solo vienen cuando hay alguna batalla y no tanto para participar, sino para ocuparse de los heridos o de que no los haya si hay peligro de que los mortales puedan verse afectados. Dagiel es maestro de historia en una escuela secundaria. Barbi trabaja en una heladería de…
  • ¿En una heladería? – preguntó interrumpiéndolo, pues los dos primeros casos le parecían útiles, pero éste no y así lo expresó
  • Sí lo es, porque es un local que se encuentra en una zona de riesgo, y al igual que Darkiel que se pasa la vida entre pandilleros, no lo hace porque le guste de manera especial, sino porque es una población que también está en riesgo. No todos se dedican a perseguir shedims, aunque no dejan de acudir cuando hay problemas o batallas grandes, pero cada uno y de acuerdo a sus habilidades, se dedican a nuestra tarea principal que es la de proteger a la humanidad. Puedes verlos por ahí haciendo aparentemente nada, pero diariamente hacen muchas cosas, desde ayudar a un anciano a cruzar una calle o detener al niño que corre tras una pelota sin ver el auto que viene a toda velocidad, hasta hacerle compañía a enfermos abandonados o a aquellos que agonizan solos en la cama de un hospital – hizo una pausa mientras se llevaba la copa a los labios y luego continuó – Cuando caímos perdimos la gracia divina y nuestras alas, como asegura la religión en la que creciste, pero no nuestra esencia, aunque eso no lo digan. Fuimos creados para proteger a la humanidad de una u otra manera, y esos chicos son nuestros descendientes, así que heredaron el mismo deseo y misión.




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