Demons (libro 3. Batalla Final)

Bienvenida

El más interesado en aquella inesperada aparición estaba muy ocupado para notar nada, aunque eso le duraría más bien poco, ya que Sire se ocuparía diligentemente de advertirle y finalmente había prestado atención lanzando una ensordecedora carcajada.

 

Como ya se ha dicho, la percepción general de los shedims era prácticamente inexistente al menos con relación a los ángeles, pero lo que sí podían sentir eran los estados de ánimo de su líder, de manera que si bien no todos los shedims de la jerarquía mayor habían estado allí, porque habían asumido que Heylel había matado a la elegida, aquella explosión de salvaje alegría los atrajo de forma inmediata.

 

Satanael hacía poco uso de la ropa, de manera que en aquel momento, y encontrándose no solo en casa, sino dedicado a lo que había estado haciendo, iba completamente desnudo, de modo que al frío que había sentido Lil al verlo acercarse, se añadió un muy auténtico terror y un deseo de correr aun mayor cuando lo vio caminar hacia ella con los brazos abiertos.

 

  • Bienvenida a casa, mi reina
  • Aun puedo sacarte de aquí – escuchó Lil

 

Kellen le había dicho aquello al sentir la alteración de su sistema, pero si algo les había heredado Samael a sus vástagos, era su terquedad, de modo que Lil se mantuvo firme, pero estando tan cerca como estaban de Samael y los otros dos, habría sido mucho esperar que no notasen algo anormal, o al menos uno de ellos lo hizo.

 

  • ¿Qué-fue-eso? – silabeó Azrael
  • ¿Qué fue, qué? – preguntó a su vez Ahriman

 

Azrael lo miró con extrañeza, pues que Samael no hubiese sentido nada podía entenderlo sabiendo que su energía seguía inestable, pero no de Ahriman que estaba perfectamente. Entre tanto, Abe y Sariel estaban esforzándose al máximo, pues estaban conscientes que no se enfrentaban a un caído cualquiera, pues no en vano aquellos tres habían sido designados como parte de los nueve jefes, pero como Azrael acababa de demostrar ser el más perceptivo de los tres, Sariel se concentró en él olvidándose de Samael que era por el que había estado más preocupado.

 

  • Infano, tú te llevas todo el crédito en esta ocasión – estaba diciendo Satanael – y todo el oro que había ofrecido también

 

Haizi había recuperado el movimiento e intentaba acercarse a su hermano, pero al escuchar a Nael, se detuvo. Haizi no era muy brillante, maligno sí, pero de inteligencia andaba más escaso, sin embargo, se planteó la posibilidad de que lo que había sucedido con Varjan hubiese sido un plan de Infano para conseguir lo que estaba viendo, porque después de todo, era Infano por lo general y a pesar de su volátil carácter, quien evitaba que Haizi perdiese su pelirroja cabeza, pues la mencionada cabeza no solía medir el peligro y menos aún maquinar cómo salir del mismo.

 

  • ¿Me acompañas, querida? – preguntó Satanel
  • Espera Nael – dijo Lilit – debemos prepararla para la boda

 

Aquella sería la primera visión que Lil tuviese de su madre; tal vez, y solo tal vez si no supiera todo lo que sabía de aquella shedim en particular, habría podido experimentar alguna emoción, pero si ni siquiera podía verla como a una mujer, como madre menos aún, y lo que se sintió fue enferma.

 

  • Se va a descomponer – dijo Abe
  • Y supongo que el único idiota que no lo hizo fui yo, pero cualquiera lo haría en presencia de esa zorra desgraciada – dijo Sariel con ira

 

Abe pensó que independientemente del tiempo que durase su existencia, Sariel nunca iba a perdonarse su error, pero como no podía hacer nada por él, siguió prestando atención.

 

  • Ven conmigo, linda – estaba diciendo Lilit

 

Lil tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para controlarse y no ponerse a vomitar como estaba pensando Abe que lo haría, cuando Lilit quiso sujetarla, pero si bien pudo controlar lo anterior, no había forma de que sujetase su lengua y sus actos, porque apartó con violencia la mano de Lilit.

 

  • No te atrevas a tocarme y aléjate de mí antes de que comience a vomitar, pues eso es lo que me provoca tu sola presencia, sucia mujerzuela

 

Aunque los caídos estaban conscientes de la incapacidad de los shedims para amar, pues carecían de alma, igual se sorprendieron al escuchar a Lil, ya que ella era una descendiente, y, aunque también era hija de Lilit, ellos habían visto como se comportaban Infano y Haizi, más el primero que el segundo, con su madre, y por ese mismo camino Azrael miró justamente al primero, porque a pesar de que Lilit no necesitaba ser defendida, Infano siempre lo hacía y su silencio exacerbó las sospechas de Azrael, pero no tendría ocasión de hacérselo notar a Samael.




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