Varios años después de los hechos, Kellen estaba sentado frente al sepulcro a donde iba cada seis de junio, cuando sintió la presencia, pero no se movió.
Él había estado ilocalizable durante mucho tiempo después de los hechos, pero ninguno de sus hermanos lo abandonó en aquella ocasión, independientemente de lo que él dijese o hiciese, y hasta que estuvieron seguros que no iba a darle por destrozar media humanidad, que fue cuando decidieron darle algo más de espacio.
Aquella pareció una muy mala idea como cada vez que Abe decía algo en opinión de Varjan, porque Heylel se puso de pie y sus ojos brillaron con ira, pues una vez superado el dolor de ver que Samael se había perdido definitivamente, el odio por quien era el culpable de toda su tragedia actual, superó cualquier otra cosa. Para todos había sido un choque y muy duro, aceptar que Samael se hubiese convertido en un shedim, pero una vez aceptado, era mejor que se mantuviese escondido o ninguno se mostraría precisamente compasivo, y esa falta de compasión empezaba por su propio hijo. Sin embargo, hasta la fecha nadie lo había visto, pero eso no era sinónimo de que Heylel no fuese a buscarlo, así que ahora que Heylel parecía haber salido de su autoexhilio, posiblemente tendrían un futuro muy agitado.
Comenzaba a despuntar el alba cuando se dispusieron a marcharse y Heylel miró hacia el horizonte.
Varjan meneó la cabeza, pero extrañamente no dijo nada, mientras que Kellen se contentó con asentir. Mucho rato después él también se dispuso a marcharse.
Colocó una flor sobre el sepulcro y se alejó disponiéndose a continuar en aquella lucha interminable entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, algo que parecía inútil, pero que hacía parte del equilibrio universal.
Después de dejar a Kellen, Heylel se apareció en un risco y miró a la lejanía intentando respirar sin sentir aquel dolor demencial, pero eso estaba más allá de sus posibilidades, y sus azules ojos se fundieron con el azul de los cielos.
Tal vez Abe tenía razón y él merecía todo el dolor que pudiese soportar y hasta el que no, como justa consecuencia de sus actos, porque si no hubiera sido por su empeño en defender la libertad absoluta, quizá los humanos serían criaturas sumisas pero felices, no conocerían el dolor ni la desesperación, pero incapaces de pensar por sí mismos. Sin embargo, su naturaleza se impuso.
Cerró los ojos durante unos segundos y cuando los abrió, lo hizo ya dispuesto a continuar. Su tragedia era que viviría toda la eternidad no insitando a la humanidad a cometer los errores o los actos atroces que perpetraban, como era injustamente acusado, sino a siempre defender el derecho de toda criatura a decidir cómo proceder aun sabiendo como siempre sabría, si caminaban derechos hacia el desastre propio o ajeno. Esa era la verdadera consecuencia de sus actos, ver cómo la libertad y el derecho al conocimiento que defendía y por los que estuvo dispuesto a morir, se volvía en contra de la humanidad.
Sin embargo, siguió y seguiría pensando que independientemente de cuántos males amenazasen a la humanidad, mientras hubiese alguien, aunque solo fuese uno, capaz de sentir, pensar y actuar en beneficio del bien común, aun tendrían una pequeña luz de esperanza que brillaría con fuerza en medio de la más espantosa oscuridad.
#11157 en Fantasía
#4225 en Personajes sobrenaturales
#2858 en Novela contemporánea
Editado: 24.07.2021