Desastre en el hielo

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Por años pensó que la mujer a la cual amaba con devoción no era más que una arpía que solo lo quería por su dinero, y más cuando la vio besándose con otro hombre, dejándolo con el corazón roto. Aun así, como si la vida le diera un pequeño lugar del cual sostenerse, encontró a una pequeña luz en medio de la oscuridad que dejaba la lluvia y no dudó en cuidarla como si fuera suya.

Ally pasó de tener una vida única junto a su novio y a su familia a no tener nada más que deudas que pagar por culpa de la enfermedad que al final del día acabó con la vida de su madre. Cuando pensó que podía tener un poco de aire, un terrible suceso terminó por mandarla al hospital, donde perdió a su bebé y con eso la prueba de su amor verdadero… o eso pensó.

Porque mientras ella pensaba que su hija había fallecido por su culpa, misteriosamente Druso Lemann acababa de encontrar a una bebé en una fría noche de invierno.

❄️❄️❄️❄️❄️

Druso levantó con cuidado a su novia luego de darle un beso en la mejilla. Ally dejó salir una risita y lo empujó un poco cuando el aceite de la sartén ya comenzó a salpicar.

—Feliz cumpleaños, amor —se giró para verlo—. Se suponía que era yo la persona que te iba a llevar el desayuno.

—No importa, ya ando desayunando desde anoche. —Druso dejó un beso en su hombro—. No puedo dormir si mi futura esposa no está a mi lado.

—Oh, es bueno saberlo —levantó la mano para mostrarle el anillo—. Tan maravilloso es mi novio. —Ally dejó un pico en sus labios—. Siéntate en la mesa, ya te llevo el desayuno.

—Bien.

Druso fue obedientemente a la pequeña mesa que estaba en la sala. La noche anterior se había quedado a dormir en la casa de su novia, por lo que sus padres deberían estar echando el grito al cielo, principalmente su madre.

Conoció a Ally en un viaje; ella era su camarera en una cafetería, por así decirlo, y apenas iba iniciando; sin embargo, no pudo evitar quedarse prendado de ella, al punto de casi seguirla a todos lados durante el viaje con preguntas que ella a duras penas podía responderle. Hasta que él le quitó el número de teléfono, pero ella le había pedido un poco de paciencia, porque su celular se había arruinado y él, como un Lemann obsesivo-compulsivo, le regaló uno.

—Tu madre debe estar esperando por ti o tu padre. —Ally dejó los platos sobre la mesita—. Viniste directamente a mi casa…

—Ninguno sabe que ya llegué al país y que estoy contigo realmente —tomó un par de servilletas—. ¿Y tus padres?

—Mamá está en el hospital y papá la acompaña. —Ally sonrió incómoda—. Nos estamos turnando…

—¿Por qué no me habías dicho que tu madre estaba hospitalizada? —Druso le repechó—. Somos novios, eres mi novia…

—No quería preocuparte o alejarte de tus entrenamientos —ella se mostró apenada—. Han sido días difíciles, pero tú mereces estar…

—Mi lugar siempre será contigo —Druso le recordó—. Por favor, no me aparte de esto. ¿Sí?

—Está bien —Ally asintió rápidamente—. Iremos a verlos.

Ella le preparó algo de comer a su novio, teniendo en cuenta qué cosas le gustan y qué no. La visita al hospital donde su padre estaba acompañando a su madre fue llena de tristeza, ya que por cosas de la vida, ella necesitaba urgentemente un trasplante de pulmón y la lista de espera era extensa.

Druso, como siempre, pagó todo, buscando los medios para que su pobre madre pudiera salir adelante, aunque sea con los medicamentos. Ella sentía mucha pena de eso, por el hecho de que fue criada para jamás depender de alguien; sin embargo, su novio era rico y él podía con todo.

Este se quedó con ella un poco más de tiempo, antes de tener que ir con su familia y, de ese modo, la presión en su pecho no se hizo esperar.

Estaba por salir de su casa para irse a trabajar cuando la puerta fue tocada. Pensó que sería Druso, pero este en ningún momento le comunicó que la quería ver. Dejó su pequeña maleta en la entrada y se sorprendió bastante al ver que se trataba de Celia Lemann, la madre de Druso.

—Debes ser Ally. —Celia se quitó los lentes de sol—. La mujer con la que mi hijo está pasando el rato.

—Buenos días, señora. —Ally pasó un trago duro, pero no la dejó pasar—. ¿Desea algo de mí?

—Claro que deseo algo de ti —ella la hizo a un lado—. Seré clara —miró todo a su alrededor como si estuviera evaluando la situación—. Aléjate de mi hijo.

—¿Qué?

—Druso tiene un futuro prometedor. —Celia hizo una mueca de asco al ver los muebles—. No hay razón para que sigan juntos y más sabiendo que no eres nadie a su lado.

—Señora…

—Sé que tu madre está hospitalizada por problemas de salud y yo tengo la solución en mis manos —de su bolso sacó un sobre y se lo extendió—. Tu madre necesita unos pulmones nuevos; este paciente tiene muerte cerebral, así que puedo hacer todo lo posible para que quede en tus manos…

—Yo no puedo…

—Es sencillo lo que tienes que hacer —Celia se encogió de hombros—. Haz que mi hijo se aleje de ti lo antes posible; si quieres, te ayudo, pero tiene que ser lo antes posible…

—Lo siento, pero no lo haré y esto lo tiene que saber Druso —Ally le regresó el sobre—. Por favor, salga de mi casa en este momento.

—Tienes hasta mañana para darme una respuesta —su suegra le pasó por el lado—. En una noche, muchas cosas pueden cambiar… —le pasó una tarjeta con su número.

Celia salió de su casa dejándola herida y confusa. Era la vida de su madre y Druso se encontraba haciendo lo humanamente posible por ayudarla. Marcó el número de su padre y este le dijo que su madre se encontraba estable por el momento, que podía tener un poco de paz en los próximos días y que no se preocupara por nada más.

Su trabajo estaba lleno por montones; no cabía duda de que muchas personas viajaban a Londres para conocer el país, pero se debía más a esa banda británica que a otra cosa. Su jornada terminó entrada la madrugada y en cuanto subió a un taxi para ir a su casa, recibió un mensaje por parte de su padre y después varias llamadas.




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