Regresar después de tantos años a ese lugar le daba la peor sensación de todas. No sabía lo que encontraría y menos quería que Celia viera a su hija, a la cual por muchos años le ocultó. El rostro de su pequeña era tan redondo que cada vez que la veía le daban deseos de apretarle las mejillas y meterla en una cajita porque era como una cosita de cristal que cualquier persona podía romper.
Su hija estaba conviviendo lo más que podía con Yoman, el hijo de su hermano Azriel, y también con Joshua, el hijo de su hermano Niklas… Aunque ninguno de los dos era hijo biológico, ambos los querían por igual.
—Eres muy bonita —le dijo Joshua a su nueva prima—. El tío Druso no te había traído antes…
—Mi papá me dijo que la abuela es malvada y que por esa razón no había traído… —Astrid se sentó en uno de los muros—. Escuché que les hizo muchas cosas feas.
—Engañó a mi mamá para que se alejara de mi papá… casi muero —Joshua contó—. Ahora ya tengo un corazón nuevo…
—Debió ser algo muy duro… —Astrid hizo una mueca—. Yo no tengo mamá, pero las suyas son geniales… y los cuidan mucho…
—Te pareces a la tía Ally. —Yoman entrecerró los ojos—. Es decir, a la mejor amiga de la tía Nancy…
—¿Ally?
—Sí, la mujer que está allá —señaló Joshua—. Ella es la mejor amiga de mi mamá y nos ayudó cuando me llevaron con la mala señora.
Astrid entrecerró los ojos un momento, antes de prestar atención a la mujer que se encontraba a unos metros de ella y se quedó sorprendida, porque era la misma que ella había visto en la boda y que se parecía mucho a la mujer de las fotos de su papá.
—Se parece mucho a la mujer que aparece en las fotos de mi papá —susurró la pequeña—. ¿Creen que ella quiera ser mi mamá?
—Puedes preguntarle —Joshua se encogió de hombros—. Ella necesita de una hija, porque la de ella se fue para el cielo…
—¿Se murió?
—Sí, murió y la tía se quedó sola…
Astrid hizo un puchero; era muy feo perder a una persona que quería y más si era un hijo. Su papá siempre estaba con ella, aunque la dejara de vez en cuando con su nana, la cual le cantaba todas las noches muchos cuentos. Su padre fue a buscarla un rato después para darle de comer, y se tuvo que despedir de sus primos.
—¿Te estás divirtiendo con tus primos? —Druso le dio un bocado—. Nos iremos a casa en cuanto se termine la celebración.
—¿Y no podemos quedarnos por más tiempo? —la pequeña hizo un puchero—. Me gusta aquí, papi…
—Ahora es casi imposible que nos quedemos aquí —le pellizcó la nariz.
Astrid asintió y volvió a mirar a la mujer que sus primos le habían dicho que podía ser su mamá.
Mientras tanto, Druso le daba de comer a su hija con toda la calma posible, puesto que, con su condición, prefería no hacerle aún daño por la rapidez. Sin embargo, todo se fue por el retrete cuando vio a su hermano Azriel ser pateado en sus partes… sensibles.
Azriel caminó con pasos lentos hasta su mesa y él tuvo que fingir lo más que podía para no cometer una locura con el ataque de risa que tenía encima.
—¿Estás bien? —preguntó Druso, tratando de contener la risa, mientras le daba de comer a su hija—. Te ves rojo… y eso que eres negro…
—Eso sonó muy racista. —Azriel tomó un vaso y lo llenó de agua—. Me duele hasta el alma…
—No digo a dolerte, es que molestas mucho a la pobre mujer —dejó salir una pequeña risa—. ¿Quieres unos analgésicos?
—No, estoy bien. —Su hermano dejó caer el vaso sobre la mesa, sintiéndose peor todavía—. Hago todo para que ella me perdone y esto es lo que me gano…
—Es que desde hace mucho ella te tenía ganas y ya ves cómo terminó tu intento de perdón. —Druso le limpió la boca a su hija, y ella le sonrió—. ¿Verdad que eres la princesa de papá? —su hija asintió—. Mi bebé es la mejor, nunca tendrá un novio…
—Seguro ya tiene uno y ni lo sabes. —Azriel agarró un par de servilletas y se secó el sudor—. Dios mío…
Druso, en lugar de darle palabras de aliento, siguió burlándose de él y lo más seguro es que hasta Yilda estaba disfrutando del dolor que le causó con tremendo golpe. No obstante, su mirada fue a parar a esa mujer que le rompió el corazón. Lucía tan sensual con ese vestido ceñido a su cuerpo, que seriamente se cuestionó qué cosas hizo mal en el pasado como para que ella, al final del día, lo hubiese dejado por otro.
Nunca pensó que la volvería a ver nuevamente en un sitio como estos, puesto que después de su rompimiento, ordenó que cualquier cosa que fuera referente a ella fuera eliminada por completo de su vida… menos esos recuerdos que estaban en una caja en su casa. Esos recuerdos eran los peores.
Terminó de darle la comida a su pequeña, y vio que la figura desgastada de su madre se acercaba a él como si estuviera pidiendo permiso.
—Buenas noches…
—Yo iré a buscar a mi hijo o a intentar hablar con Yilda. —Azriel se levantó del asiento—. Buenas noches…
—Quiero hablar contigo… —Celia miró a la niña y él, por instinto, la apretó contra su cuerpo—. No le haré daño.
—Hay dos niños en esta fiesta que no pueden decir lo mismo de ti —murmuró—. ¿Qué es lo que quieres?
—Hablar contigo, es todo…
—No voy a perdonarte nada, madre —Druso negó con la cabeza—. Lo que sea que hiciste en el pasado me tiene sin cuidado.
—Lo lamento. —Celia se sentó frente a él y nuevamente observó a la niña que él abrazaba—. Estoy tratando de hacer las cosas por todos ustedes y sé que Lys es la que realmente es la que debe perdonarme por todo el daño…
—Lys jamás te va a perdonar y es mejor que dejes las cosas como están —miró a su hija—. Ve con tus primos, cariño.
—Sí, papi… —La niña ni se despidió de Celia, solo fue con sus primos, aunque haría primero un poco de travesuras.
—Quiero que me ayudes a que Lys me perdone, no puedo vivir con la culpa de saber que cometí un error y que me perseguirá toda la vida —su madre se veía desgastada—. En este tiempo que he estado sola, me di cuenta de todas las cosas feas que hice…