Druso bajó del avión agarrando de la mano a su pequeña y mirando de vez en cuando a las azafatas por si Ally lo miraba.
Tomar ese vuelo había sido un error desde el inicio, y más por los días que tuvo que estar ahí. Solo fue un simple descuido, algo que no debería tener importancia; sin embargo, pasó.
—Lamento no haber cuidado de Astrid —Lys se disculpó y, por el tono de voz, supo que se estaba echando la culpa—. Puedes dejarme en la clínica, no es necesario que me lleves a tu casa…
—Te llevaré a nuestra casa —la corrigió—. Tu bienestar está más que bien y me da lo mismo el hecho de que creas que es tu culpa, porque no lo fue.
—No fue tu culpa, tía Lys. —Astrid dio un pequeño saltito—. Yo quería hablar con ella.
—¿De dónde se conocen ustedes dos?
—Ella era la novia de mi papá antes —la pequeña se encogió de hombros—. Tienen muchas fotos juntos…
—¿Fuiste el novio de una de las amigas de Nancy? —Lys abrió la boca sorprendida—. No puedo creerlo…
—Fue antes, hace muchos años —puso las maletas en un carrito—. No tiene importancia ahora…
—Tiene mucha importancia, porque todavía guarda…
Druso le dio una mala mirada a su hija, y esta sonrió de manera inocente, antes de tomar su mano. Su hermana era muy curiosa y, como no quería que ella se sintiera cohibida después del gran logro que estaba teniendo con sus terapias, tendría que sentarse con ella para contarle.
Como ya tenía su auto en el estacionamiento, podía darse el lujo de desplazarse tal cual quería.
—¿Y?
—Voy a viajar nuevamente —informó a su hermana—. No es algo que me agrade del todo.
—Es por la temporada y se quedará en casa con la nana… —Su hermana señaló a la pequeña Astrid—. No puede perder clases…
—Y tú no puedes perder tus terapias —Druso suspiró un tanto cansado—. Me temo que no está en discusión…
—Ya comí más —levantó el meñique—. Todos me felicitaron…
—La abuela estaba llorando —Astrid cortó el buen momento—. La escuché decir que todos sus hijos la odiaban, pero no sé qué es eso… ¿Qué es, papi?
—Es cuando una persona no te agrada… pero tú no puedes sentir odio, solo amor…
Escuchó la risa de su hermana cuando dijo eso. El camino a la casa fue de casi dos horas; aunque estaban en Minnesota, le era imposible no conducir con calma cuando los bosques amplios y los lagos se hacían ver durante el camino. Tener a Lys viviendo con él desde hace un tiempo le llenaba de alegría, tanto así que se cuestionó seriamente si era una buena idea o no mantenerla en la clínica. Llegaron a su hogar y la primera en bajar fue su hermana para ayudar con Astrid.
Él, por su parte, la observó caminar con las llaves en las manos e hizo una mueca por inercia. La delgadez se estaba yendo poco a poco; aun así, las secuelas de sufrir de una depresión y anorexia por culpa de su propia madre eran algo que no se iría por nada del mundo.
—Buenas tardes, señor. —La nana de Astrid salió de la cocina limpiándose las manos—. Señorita Lys…
—¡Nana! —Astrid fue corriendo hacia ella—. ¿Me extrañaste?
—Sí, te extrañé mucho y te hice un rico pastel de fresas…
—Será para mañana —Druso dejó las maletas a un lado de la puerta—. Tiene que ir a la cama temprano y comer; eso no le ayudará nada.
—Está bien…
Lys asintió hacia ella y pidió ir a su habitación.
Dejó que su hija se quedara con su nana, mientras que él hablaba un poco con su hermana. Estaba decaída y era lo que menos quería.
Dio unos toques en la puerta de la habitación de su hermana y después entró.
—¿Estás bien? —preguntó cerrando la puerta detrás de él—. ¿Qué ocurre?
—No es nada…
—Soy tu hermano mayor. —Se sentó en la cama y palmeó a su lado—. ¿Es por la nana de Astrid?
—Ella es una mujer muy buena —asintió su hermana—. El amor que le tiene a Astrid es bueno y ha estado con ella desde su nacimiento…
—Bueno, es que ya estás viendo que ahora ella está con mi hija…
—Mamá nunca me vio de ese modo o me verá así…
—Celia es parte de tu pasado y esas cosas malas que te hizo —tomó su mano—. Mira tus dedos cada vez que creas que ya no eres lo suficientemente buena en algo —tomó su mano—. Mira cómo estás tomando un poco más de musculatura, ya no eres pálida… aunque tu cabello no cuenta.
—Según ellos, soy la hija de una noche de locura de alguien con Celia…
—Eres una Lemann y es lo que importa —la abrazó por los hombros—. No nos rendimos tan fácil y tú no lo harás…
—Gracias…
—Para esas estamos —dejó un beso en su coronilla.
—¿Y tú te rendiste a eso de enamorarte…?
—Sabía que me harías esa pregunta —se separó un poco—. Y se puede decir que sí.
—Ella no se ve como una mala persona…
—Éramos novios —interrumpió a su hermana y miró sus manos unidas—. Era mi todo en ese entonces, tanto que me daba la idea de que podía casarme con ella —sacó el anillo que colgaba de su cuello—. Le compré sus flores favoritas… Fui a su casa para saber qué estaba pasando con ella…
—Oh, no tenía idea…
—Es algo de mi pasado que dejó de tener importancia —volvió a guardar el collar con el anillo—. Ya no la veré más…
—Seguro que ella te ve en todos lados porque eres famoso…
Druso asintió un tanto pensativo, pero no dijo algo más.
Se quedó con Lys para que ella no entrara al baño y expulsara lo que había comido en el avión y fue a su habitación para descansar, no sin antes pasar por la habitación de su hija y ver que su nana le estaba dando su baño de espumas.
Ya en su habitación, fue hacia su closet, dándose cuenta de que había dejado las maletas en el primer piso. No obstante, su objetivo no era ese en sí, sino la caja de recuerdos que tenía. Su hija la había encontrado porque la dejó a simple vista y pensó que la podía usar como esas cajas enormes de muñecas que aparecían en la televisión…
Sus manos temblaron al ver las fotografías que no se había atrevido a poner en algún álbum.