Ally gimoteó y observó las fotos que Druso había subido estando en su casa. No había fotos por ningún lado acerca de su hija y al menos podía decirse que no tenía pareja todavía. Eran ella y otras dos chicas más las que estarían con ella durante los vuelos, ya que eran hombres y de ese modo eran las políticas del lugar.
Fue leyendo otra vez su contrato; no quería cometer más errores de los cuales podía arrepentirse más tarde; sin embargo, no quería ni imaginarse la cara de Druso cuando la viera en el mismo avión al día siguiente. Mordió su labio inferior; sentía un fuerte calor en todo su cuerpo, algo que no podía imaginarse, y esperaba en todo momento que las cosas continuaran como antes.
Mientras sus compañeras, en cuanto llegaron al hotel, se dispusieron a checar ciertas cosas en la ciudad, ella se puso a investigar un poco acerca de cada miembro de cada equipo para no perder la costumbre de hacerlo. Ella estaba decidida a continuar con sus labores a pesar de que tenía todo en contra en ese momento.
Ally organizó su ropa en una maleta, checando que no faltara nada y viendo el calendario asignado esa semana. Ella era la encargada de esas dos chicas que estarían ahí…
—Espero que nos llevemos bien el resto del tiempo que nos queda. —Ally entrelazó sus dedos—. Serán unos largos meses con hombres que nos harán vomitar con sus olores corporales, sujetos que intentarán hacernos de todo, pero, como ya saben, estamos aquí para hacer un trabajo…
Les dio pequeñas palabras de aliento y les dio a cada una de ellas tareas de organización en cada parte del avión. Ella fue a la cocina y vio que ellos tenían hasta un chef personal.
Como faltaba un buen rato antes de que ellos llegaran, decidió llamar a su amiga Sariel para saber cómo iban las cosas, más que se iba a casar en los próximos meses. Fue una llamada llena de tantas cosas, las cuales sin duda alguna las dos tenían mucho por lo cual decir.
—Ya van a venir los del equipo de Minnesota —les informó el encargado—. Por favor, traten de mantener todo en orden y su reputación en lo más alto que puedan.
—Sí, señor.
Las horas se les hacían tan eternas que cuando le dijeron esas palabras, en lo primero que pensó fue en Druso entrando por esa puerta, dejándose ver en todo su esplendor. Parecía ser una de esas fanáticas enamoradas de su ídolo, pero en su caso, estaba tan enamorada de su exnovio que en lo primero que pensaba en cuanto veía alguna fotografía de él era correr a sus brazos.
Vio por la ventana varios autos estacionarse y a la prensa tomarles fotografías. No pasó mucho tiempo antes de que Druso se dejara ver nuevamente y todo en su cuerpo se tensó notablemente al verlo tan exquisito como siempre.
—Necesito de alguien en la cocina —avisó el chef y ella pestañeó al verlo—. Ahora.
—Sí, iré a ayudarlo —Ally pasó un trago amargo mirándolo desde la ventana, pero no hizo ningún gesto.
Era mejor mantenerse oculta ayudando a los de la cocina que estar todo el tiempo mirándolo con deseos de hacer cosas que no podían ser nombradas. Era una cocina demasiado lujosa a pesar de que era pequeña, pero demasiado llena de comida para esos sujetos que solo comían algo en específico.
—Será solo por hoy —le informó el chef—. Los otros que me ayudarán están en nuestro próximo destino, ¿estamos?
—Sí, solo dígame qué tengo que hacer y listo. —Ella tomó un delantal que estaba junto a la puerta.
El chef le pasó una lista con la comida que debía hacer y no era tan difícil en sí. Leyó los nombres de a quienes les tocaba la comida y, para su mala suerte, le tocó con Druso. Ese nombre era único y nadie más que ella conociera lo tenía. No cabía duda de que el destino estaba empeñado en hacerle la vida difícil sin razón alguna.
Cuando pensó que ya tenía todo en su lugar, escuchó su voz fuera de la cocina y sus dedos por unos segundos dejaron de moverse. Sacudió la cabeza para dejar esos pensamientos atrás y no continuar prestando atención a algo más de lo que sucedía allá afuera.
—Trabajas muy bien —la felicitó el chef—. Demasiado…
—Digamos que la vida da muchos golpes y de algo se tiene que sobrevivir —sonrió a medias—. Ya están estos tres platos…
—Colócalos en el horno ya preparado… De ese modo, se van a quedar calientes por un buen rato.
Las voces al otro lado de la puerta seguían haciéndose cada vez más altas. La alegría en ellos era única y ella se preguntó si había estado los últimos años detrás de una persona que al final del día no valía la pena.
Tomó asiento cuando ya preparó el último plato y el hombre junto a ella le dio el visto bueno al fin. Sin duda alguna, eran cosas muy distintas a lo que antes hacía en la cafetería. Una de las chicas se acercó a ellos para preguntar si estaba todo listo para llevarlo. Sin embargo, debían esperar un poco más, puesto que estaba por despegar.
Ella fue hacia el asiento, muy pegada a la puerta divisora, y apretó las piernas cuando lo escuchó reírse. Esperaba que él al menos no le dijera cosas hirientes cuando se diera cuenta de su presencia a la hora de salir.
Ally en lo único que podía pensar en ese momento era en todas las cosas que dejó pasar en su momento por culpa de Celia, por creer que podía con esa mujer que la engañó y que el hombre que estaba a unos metros de ella era su propio hijo.
Escuchó las risas de todos esos hombres al otro lado cuando su compañera al fin les entregó la comida después de esperar por tanto tiempo.
—¿Cambiaron el chef? —preguntó uno de los chicos y ella apretó el cinturón de seguridad—. Huele diferente.
—Recibí ayuda de una de las chicas para la comida —comentó el chef—. Cuando lleguemos a nuestro destino, tendremos a nuestros cocineros cerca.
—En verdad huele demasiado bien…
Sonrió sin poder evitarlo, puesto que hacía un buen tiempo que no sentía eso en su pecho de que a alguien le gustara lo que hacía.
—¿Escuchas lo que están diciendo de tu comida? —su compañera entró al pequeño cuarto—. Te aman…