Desastre en las nubes

8. Solo esta vez

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Si en otro momento le hubieran dicho que Niklas se tomaría la molestia de ser un buen padre para su hijo, pues les diría que era mentira. No cabían dudas de que sería algo más que un padre, porque en ese momento él tenía en sus brazos a Joshua, que a pesar de tener cinco años, su altura era de un niño de dos años o menos.

Tuvo que pegarse un poco más de él cuando las personas de paso se les quedaron viendo por el uniforme de trabajo que ambos tenían.

— No conozco este país tanto como tú —ella le confesó—. Será mejor que vayamos a…

— No nos iremos a ningún lado, porque ahora más que nunca tenemos que comprarte ropa para los días de reposo que debe estar el pequeño —le indicó—. Aparte de eso, sería bueno comprarle la medicación antes de que…

— De eso puedo encargarme yo y como te dije, te pagaré todo lo que gastes en nosotros —ella ni quería ni verlo—. Debe ser un enorme gasto el que estás haciendo ahora, y no quiero siquiera imaginarme lo que gastas en esto.

— Pues para mí no es problema…

— Deja que gaste dinero —Joshua se metió—. Por algo es mi papá, no le molesta que le diga de ese modo tampoco —el pequeño abrazó a Niklas por los hombros—. Eres muy alto. Mi mamá no se quedará sola cuando muera…

— No te vas a morir… —ella sintió un nudo en la garganta—. No sé quiénes te han dicho eso, pero es mentira.

— Las señoras de la guardería dicen que me voy a morir, porque tampoco tengo el tamaño de un niño de cinco, sino uno de dos —levantó dos dedos—. No sé por qué me odian, pero nunca le echo algo malo.

— Cuando lleguemos a Londres, tomaré cartas en el asunto —Niklas habló antes que Nancy—. No pueden hacerte eso, mucho menos decir ese tipo de cosas.

— Es algo que deben callarse —Nancy quería llorar de impotencia—. No deben andar contándole a todo el mundo lo que pasa. Solo… solo… no les hagas caso —quiso darle un abrazo a su hijo—. Mamá seguirá buscando un corazón para ti.

Antes de que él respondiera, entraron a una tienda niños de acorde a la edad de Joshua. Ella con solo ver los precios hizo una mueca, pero su hijo estaba demasiado emocionado con que él le compraría. 

— Arriba, arriba —apuntó Joshua hacia un carrito—. Súbeme…

— Di por favor —le ordenó.

— Por favor, súbeme al carrito, porque mi mamá lo dice.

Ella apretó los labios, sin duda alguna ese mocoso estaba sacándola de quicio con todas sus cosas. No le quedó de otra más que suspirar y ver cómo Niklas lo acomodaba en el carrito y le ponía el cinturón de seguridad. No eligió la ropa, fueron Niklas y Joshua, ya que ella no se atrevía a ver los precios.

— Es mucha ropa —se mordió el labio, viendo cómo él dejaba todo sobre el mostrador—. Yo no puedo…

— Ya dijo que él paga —Joshua rio—. ¿Verdad, papi?

— Sí… tu madre está un poco loca —le pasó la tarjeta—. Todo —le indicó a la chica.

Su palabra no contaba y ella estaba por considerar seriamente que todos estaban del lado. Salieron de la tienda y fueron a comprarle ropa a ella, a duras penas pudo elegir algo acorde con su estilo, ya que también era todo muy caro. Estaba acostumbrada a ir a los barrios más pobres de Londres o de su entorno a comprar ropa de segunda mano para poder sostenerse lo más que podía.

Hubo en un momento que ella se quedó mirando un vestuario que solo vio dos veces en páginas de anuncios que le parecían en las redes, que sin duda alguna era muy hermoso para su propio bien.

— Podemos comprarlo si quieres —Niklas propuso—. Ven.

— No…

— Sí, cómpraselo, papá —Joshua aplaudió—. Mamá se verá muy bonita con él.

— También lo creo —respondió él sin darse cuenta o al menos así fue que Nancy lo interpretó—. Ven.

Aun con el pequeño en sus brazos, fueron a la tienda de ropa. Niklas le dijo a la chica en un perfecto francés, hasta su talla, y lo peor de todo es que ella nunca se lo dijo antes y él se lo sabía de memoria. Ella parecía ser un cero a la izquierda, nuevamente, porque hasta su hijo se volvió un ser traidor. 

— Ya hemos comprado muchas cosas y Joshua tiene que tomarse los medicamentos —Nancy habló—. Vamos al hotel, porque me quiero dar un baño. Apesto a sudor, no me he lavado los dientes y…

— Y ya no quieres seguir caminando conmigo como antes —completó Niklas por ella—. Se harán las cosas como digas.

Nancy no tuvo tiempo de decirle que no era nada de eso. Él, a pasar de estar con Joshua en brazos y el carrito lleno de bolsos, fue al estacionamiento con un empleado siguiendo sus pasos para ayudarlos. Se metió al auto con su hijo, y lo vio sacar unos cuantos billetes. Pasado unos minutos, lo escuchó suspirar al momento de que la vio en el asiento trasero del auto.

Mientras más alejado él estuviera de ella, mucho mejor serían las cosas, no quería que su pobre corazón fuera el que más lastimado estuviera.

El camino al hotel fue igual de corto, esa ciudad tenía todo cerca, más el hotel, el centro comercial y el hospital. Ni siquiera tardarían unos veinte minutos en llegar a cada cosa.

Tomó a su hijo en brazos, mirando con incredulidad cómo su maleta era sacada del maletero junto con las bolsas.

— Dijiste que mis cosas ya estaban en el hotel —le cuestionó, cuando vio al botón llevar todo—. Niklas…

— No es que se vaya a terminar el mundo solo porque no quieras estar tiempo conmigo —él abrió la puerta del piloto—. Sigue al hombre.

— ¿A dónde irás? —ella lo detuvo—. Puedo irme a otro lado…




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