Le puso el cinturón de seguridad a su hijo y le explicó en voz baja todo el procedimiento que debía seguir. Su hijo le agarró la mano cuando el avión despegó, pero no sintió miedo, ella pudo percibir que se encontraba nervioso por el viaje.
La mirada de Hely estaba sobre ella, estaba jodida. No cabía dudas de que esa mujer la odiaba a más no poder y que ni la culpa tenía de sus problemas. Sobre todo, no deseaba tener más líos con nadie por el momento.
— Hola —Dasha se posó delante de ella—. Vine a disculparme otra vez por mi hija. Solo que no pensé jamás que ella hiciera algo como eso.
— Ya le dije que no hay problema —Nancy apuntó al asiento delante de ella—. Está por reventar, estos vuelos no son buenos para usted. Más aún cuando…
— Es un vuelo corto —Dasha se sentó delante de ellos, con las piernas ligeramente abiertas—. Este bebé me está haciendo comer más de la cuenta.
— Ojalá que no salga como el engendro del mal…
— Joshua…
— Es que se lo escuché decir a su papá —se justificó el pequeño—. Ustedes se parecen mucho.
— Sacó todo a mí en lo físico, pero el temperamento y la inteligencia sobrenatural la sacó de su padre —sonrió Dasha—. Entonces… dices que Niklas es tu papá.
— Es un error nada más, señora…
— Ya te dije que me puedes llamar Dasha, no hay problema —la embarazada se echó aire con la mano—. Mi hija es tremenda, pero si tienen algo que quieran como pago, puedo conseguirlo rápidamente. Se los juro.
— ¿Puedes conseguirme un nuevo corazón? —Joshua movió sus pequeños pies de manera tímida—. Eso sería un pago.
— ¿Un corazón?
— No le haga caso sobre eso del corazón —Nancy sintió las mejillas rojas—. Mi hijo tiene problemas cardíacos, digamos que está ahora un poco controlado. Tiene cinco años apenas.
— Vaya, parece de dos años…
— Su sistema no toma el medicamento del crecimiento si le doy el del corazón —explicó—. Muchas veces he tenido que ver esa mirada de que me ven como una madre irresponsable o que trajo a un niño al mundo.
— Oh, no, no —Dasha levantó las manos para detenerla—. Yo me embaracé al poco tiempo de que mi esposo cumplió dieciocho, fue un duro pasado, pero no te juzgo por nada —puso un mechón de cabello detrás de la oreja—. Niklas es alguien bueno, hasta el momento es precavido con todo.
— Lo sé, revisa el avión antes de salir siempre…
— Mi papá es genial, por eso se quedó con nosotros en Francia y me cuidó —Joshua levantó el pecho como un hombrecito—. Mi mamá se casará con él, seremos una familia de diez.
— ¿Eh? —ambas mujeres se quedaron en shock.
— Ya le dije, no le haga caso, está medio loco.
Dasha dejó salir una pequeña carcajada, antes de ponerse de pie e ir con su familia. Nancy le quitó el cinturón de seguridad a su hijo para que pudiera ir a dónde la niña que tampoco le había quitado la mirada de encima desde que subieron al avión.
— Hace años pudiste hacer que él se quedara contigo llevándole esos chocolates, pero no te funcionó —Hely se sentó en dónde estaba Dasha antes—. Eres patética. Estás usando a ese niño moribundo por mero gusto…
— Si te sientes con tanta confianza en tu vida, no veo razón por la cual vengas a decirme esto ahora —Nancy apretó sus manos—. Ya ves que se corre el rumor de que el hijo que tienes se lo querías pegar a Niklas a como dé lugar.
— Eso no es cierto…
— Yo apenas tengo a lo mucho más de cuatro años trabajando en ese aeropuerto —ella se encogió de hombros—. Son rumores, ya ves cómo pasa el tiempo. Me juzgan porque creen que me embaracé a los diecisiete, algo que no es así.
— ¿No?
— No, y vete a trabajar lejos de mí —levantó el mentón—. No requiero de tus servicios, en este momento —se levantó del asiento—. Puedes seguir enviándole mensajes a todos en Londres —le apuntó con el dedo—. De paso, les cuentas cómo me diste la comida.
— Deja de creerte la gran cosa, porque en cuanto lleguemos, no sabrás ni en dónde estás parada…
— Ahora te demostraré en dónde estoy parada.
Echó su cabello hacia atrás, caminando hacia la cabina en dónde estaba Niklas. Llegarían en unos minutos más a Londres, por lo que todo estaba tranquilo hasta el momento.
— ¿Quién es? —inquirió Niklas, cuando ella tocó la puerta.
— Soy Nancy, ¿puedo entrar? —fingió mirar sus uñas—. Sé que no es posible, pero…
— Claro, entra.
Nancy miró por encima del hombro a la mujer que los miraba desde la distancia, pero le hizo una seña para que siguiera trabajando.
Entró con cuidado a la cabina, quedándose asombrada porque nunca había estado así en un avión privado por estar trabajando turnos dobles para el cuidado de su hijo.
— Gracias —se detuvo detrás del asiento de copiloto—. Vaya, es aún mejor que los otros —se quedó mirando los controles—. Por si no nos veíamos luego del aterrizaje, vine a agradecerte por todo lo hiciste por nosotros en Estrasburgo.
— Te dije que no fue nada —él le indicó que se sentara a su lado—. ¿Quieres sentarte?
— ¿Es posible? —miró el asiento con desconfianza—. Esa gente es millonaria…
— Es posible, puedes sentarte.
Nancy cruzó hacia el asiento del copiloto con la ayuda de Niklas. Todo en ella estaba tan erizado.
Se acomodó en el asiento, paseando su mano por todo el contorno, hasta que se dio cuenta de que estaba haciendo eso y se olvidó por unos segundos de Niklas.
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Editado: 02.09.2024