~Mai~
El sol del mediodía baña el horizonte, obligándome a entrecerrar los ojos. Logro ver lo alto de la colina que desciende de la montaña, más allá de los edificios de Cádiz. Es el camino por el que llegamos hace poco más de 6 años. Vaya que el tiempo pasa demasiado rápido. Pronto se cumplirá un aniversario más de sus muertes y como sucede cada año, la melancolía y los recuerdos me invaden. Suspiro y esbozo una débil sonrisa, ahuyentando las lágrimas. ¡Cuánto los echo de menos!. Añoro ver la sonrisa de mi madre, escuchar las rabietas de mi hermano, estar juntos a la mesa. Ojalá estuvieran aquí. Desearía que pudieran ver todo lo que hemos logrado construir. Seguro estarían contentos…
―¡Oye! ―¡Ay no! No de nuevo―. ¡¡Mai!! ―Pongo los ojos en blanco. Odio escuchar su estridente voz gritando mi nombre. Apenas hace unos segundos que me detuve y ya está otra vez apurándome. ¡Dios! ―. ¡¡Mai!! ―Respiro hondo y me giro hacia dónde se encuentra, descubriendo su rostro malhumorado―. ¿Qué estás haciendo? ―pregunta poniendo los brazos en jarra. Definitivamente hoy no está de buenas, creo que nunca lo está―. No estás en horas de descanso…
―Sí, sí. Ya la escuche ―farfullo sin despegar los labios, fingiendo sonreír de manera amable. Cuando en realidad, pasan todo tipo de pensamientos por mi cabeza.
― ¡Mueve esas manos! Anda, niña ―grita y su rostro regordete se tiñe de rojo por el esfuerzo. ¿Por qué tiene que gritar de ese modo? ¿Cree que estoy sorda? Y luego dicen que yo soy demasiado ruidosa.
―¡En eso estoy! ―contesto inclinándome de nuevo sobre el surco de lechugas.
Hoy toca recolectar vegetales, llevo haciéndolo sin descanso desde antes del amanecer, pero claro que ella solo ve lo que le conviene.
Escucho como farfulla algunas cosas como “lenta” y “floja”, pero la ignoro y retomo mi labor. Esto es cansado. No el trabajo en sí, porque me encanta hacerlo, sino tenerla todo el tiempo sobre mí. ¿Acaso soy la única? No, pero creo que me odia. Gema siempre decía que los vampiros eran molestos y prepotentes, pero sin duda estaba equivocada, los humanos pueden ser aún más fastidiosos e irritantes. Claro ejemplo, la señora Barrad, quien no quiere verme quieta un instante porque ya está presionando. ¿Piensa que no sé lo que tengo que hacer? En fin.
Han pasado 6 años desde que se comenzó a construir Jaim; 6 años desde que Gema se convirtió en uno de ellos; 6 años en los que vivimos sin disturbios y con muchos progresos para ambos grupos, humanos y vampiros.
Jaim es la ciudad de los humanos. Es mucho más grande en cuanto a extensión que Cádiz, aunque menos moderna. También está rodeada por una muralla y la mayoría de los edificios que la forman son graneros o establos, la otra parte son pequeñas casas. Nosotros nos encargamos de producir las materias primas, es decir, cultivar frutos y criar animales. En los últimos años, el número de especies se ha incrementado. Ya que después de la guerra muchas plantas y animales desaparecieron, no solo por los ataques, sino por la reactividad que se produjo. Pero los científicos de Cádiz han hecho grandes avances, logrando recuperar y aclimatar platas que antes no eran capaces de crecer. Para nosotros eso es muy bueno, pues las fuentes de alimento han aumentado de forma considerable. Ya no solo disponemos de pan y verduras, sino también de frutas y carne.
En Jaim, tenemos nuestro propio sistema de gobierno. Pen y Farah son una especie de líderes. Se encargaron de organizarnos cuando se fundó la ciudad y así ha continuado. Los humanos tomamos la mayoría de las decisiones, aunque mantenemos una especie de mutualismo con ellos. Creo que después de lo que ocurrió en Jericó, ninguno desea que se repita, sobre todo ahora que nuestro trato con ellos es prácticamente nulo. Salvo para donar sangre. Cada cierto tiempo, un grupo de personas voluntariamente brinda su sangre para la fabricación del sustituto y puesto que somos bastantes, no implica ningún problema. Aunque algunos, como mi padre, Farah, Knut, Kassia, Pen y desde luego yo, no lo hacemos. A cambio de la sangre, la guardia nos protege y también nos proporcionan energía y agua. En términos generales, ellos ponen la tecnología y nosotros la mano de obra. A mi parecer es algo justo.
La única cosa sobre la que no tenemos control, es sobre la natalidad. Desde luego que ellos deben vigilar que no haya una sobrepoblación que la ciudad no sea capaz de mantener. Quizás ese sea el único problema que veo, pues yo quiero tener muchos hijos.
Mis pensamientos se ven interrumpidos, al ver un par de manos unirse a mi labor. ¡Farah! Levanto de golpe el rostro y observo sus hermosos ojos y esa sonrisa traviesa que tanto me gusta.
Sonrío como una tonta, como siempre que lo veo. No puedo evitarlo.