Descendientes *disponibles primeros capítulos*

Capítulo 2

 

~Elina~

Muevo distraídamente los pies, que apenas rozan la superficie de la alfombra que cubre el piso de mi habitación, mientras espero que elijan mi atuendo. Hoy el clima pinta para ser soleado, el aire tiene un agradable aroma a flores que penetra desde la terraza. Creo que será un buen día. Continúo balanceando mis pies sobre el borde de la cama y no puedo evitar sonreír al sentir su presencia. Aún es demasiado temprano, pero como cada mañana, espera frente a mi puerta. El vínculo es una cosa extraña y a la cual sigo sin acostumbrarme. No entiendo como Danko o Uriel pueden tener tantos subalternos a su mando y no sentirse abrumados. La sensación de responsabilidad, de percibir todo a veces es un tanto incómoda.

―Señorita Elina. ―Miro a Azura, quien se acerca sosteniendo el vestido que usaré. Es uno largo, sin mangas, de color carmín.

Me incorporo y veo mi imagen en el espejo. Azura con la ayuda de Luciel, colocan la prenda en mi cuerpo. Levanto los brazos dándoles acceso y en segundos estoy enfundada en la sueva tela que resalta mi pequeña cintura. Me gusta.

Luciel me conduce delante del tocador, me acomodo sobre el banquillo y empieza a arreglar mi pelo. Azura se inclina y coloca unas zapatillas a juego con el vestido. A veces me siento como una muñeca y me pregunto si no se cansan de esto. Yo, sí. 

―¿Cómo amaneció el señor Danko? ―inquiero observando su trabajo. Ambas intercambian una rápida mirada que no escapa de mi vista―. ¿Tuvo pesadillas de nuevo? ―Sacuden la cabeza con un gesto de congoja.

―No, pero pasó mala noche ―comenta Azura con expresión sombría.

Sigue sin poder dormir y eso aumenta sus malestares. Esbozo una sonrisa desganada y miro hacia la puerta.

―Entonces está de malas hoy también. ―Ambas asienten con la preocupación reflejada en sus caras. Seguramente ya les tocó una reprimenda.

Creo que en realidad no será un buen día. Mi ánimo decae inevitablemente. Esperaba que haberse alimentado le hubiera ayudado, pero parece que la sangre no es el problema. Me preocupa demasiado su condición. Saber que no está bien me afecta, a todos en realidad.

―Listo, señorita ―me hace saber Azura terminando de colocar mi arete. Asiento y me pongo de pie.

―¿Quiere que la acompañemos? ―Niego.

―Ya tengo compañía. Pueden tomarse el día.

“Entra”. Le hago saber.

La puerta se abre al instante y Alain aparece. Ahora utiliza el mismo traje que la guardia.

―Buenos días, señorita Elina ―saluda con una reverencia.

Hago una mueca. “No me gusta tanto formalismo”. Le hago saber y sus labios se curvan ligeramente.

“Es como debe ser”. Responde aún con la cabeza gacha, pero con una pizca de diversión. Él me agrada. 

―Nos retiramos ―dicen al mismo tiempo Azura y Luciel, dirigiéndose a la puerta. Noto como Luciel lo mira discretamente antes de cerrar la puerta.

Siempre hace lo mismo, pero él nunca parece percatarse. Me gustaría decirle, pero sería un poco entrometido y no quiero incomodar a ninguno de los dos.

―¿Cómo te sientes hoy, Alain? ―pregunto acercándose a la cama, donde descansa mi abrigo. Antes de que pueda tomarlo, él lo hace y comienza a colocármelo. Pongo los ojos en blanco.

―Eso debería preguntarlo yo ―dice moviéndose al frente, comenzado a ajustar los botones de la prenda. Lo observo divertida, es mucho más alto que yo, así que mis ojos quedan en su cuello. Lo que trae a mí, el recuerdo de aquella noche. Ni siquiera sé cómo lo hice, pero resultó y eso fue un alivio―. Usted sabe todo de mí ―dice guiñándome un ojo.

―Cierto.

A pesar de que ya han pasado 6 años, sigue sintiéndose apegado a mí, algo diferente a lo que pasó conmigo. Yo solo quería ser libre y alejarme de esa persona.

―¿Hoy no tienes entrenamiento? ―Da un paso atrás y me recorre con la mirada, provocándome una sensación extraña.

―¿Quieres alejarme de nuevo? ―Sonrío. Demasiado sincero.

―Claro que no. Es solo que no es una obligación venir conmigo ―arruga el ceño―, aunque puedes venir si lo prefieres.

―Así lo quiero ―responde sin dudar. Suspiro y hago un gesto de agobio.

―Harás un mal hábito en mi ―digo señalándole la puerta.

―¿Por qué? ―pregunta abriendo la puerta.




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