~Gema~
Permanecemos en silencio, sentados en la sala principal de la residencia Danko. La noche ha caído y ellos aún no han regresado de Jaim. Estar de este modo, con la zozobra de no saber qué ocurre y cuándo volverá, me recuerda las noches que esperaba por él, cuando estábamos en el muro. Ansiaba verlo cruzar la puerta, pero también hubo algunas noches en las que no regresaba hasta el día siguiente. Y aunque ahora ocupa el mismo cargo que desempeñaba en Jericó, es la primera vez que ocurre esto. En este tiempo no han acontecido problemas que requieran su presencia en Jaim. Suspiro involuntariamente. La mano de Irina se posa sobre la mía y levanto la mirada hacia ella.
―Tranquila, Gema ―dice con una sonrisa amable―. Deja de preocuparte, los tres están juntos y no creo que sea nada serio. ―Sé que esta con Uriel y Rafael, pero el hecho de que han tenido que ir a Jaim, me inquieta. ¿Qué habrá pasado para que Pen haya pedido verlo?
―Lo sé ―respondo intentando parecer normal. Ella niega y da una palmadita sobre mi mano.
Irina sigue siendo la vampiresa con más características humanas que he conocido, más aún que Elina. Sus sonrisas y gestos son tan naturales, es como hablar con un humano. Así que me resulta sencillo interpretar su sentir y justo en este momento está tensa. A pesar de que intenta parecer indiferente.
Anisa también parece nerviosa, no ha dejado de mirar por la ventana y se reprocha no haberlos acompañado.
―¡Cierto, Gema! ―exclama Elina recostándose despreocupadamente, a lo largo del sillón―. ¿Saben? Deberíamos aprovechar que no hay hombres presentes y hablar mal de ellos… ―Alain, que se encuentra de pie al fondo de la sala, se aclara la garganta y ella ríe―. ¡Ops! ¡Corrección! Aprovechar que no están sus hombres.
Anisa pone los ojos en blanco e Irina ríe.
La puerta se abre y ellos aparecen, acompañados por Irvin y Abiel. Todos tienen semblantes preocupados, sobre todo Uriel, quien parece molesto.
―¿Qué sucede? ―inquiero poniéndome de pie, mirando a Armen.
Anisa y Alain se acercan y tanto Irina como Elina adoptan una expresión seria al percatarse de su actitud. Algo no va bien.
Armen no responde, con un gesto le indica a Abiel que cierre la puerta, mientras Rafael y Uriel toman asiento. Todos miramos expectantes a Armen, quien permanece de pie. Esta tenso.
―Encontraron el cuerpo de una persona, cerca de la cascada que se encuentra a espaldas de Jaim ―Un humano―. Hasta el momento no sabemos su identidad, pero… ―Hace una pausa, mirándome fijamente―, por la condición en la que se encontraba su cuerpo, no parece ser obra de impuros.
―¿Qué quieres decir? ―cuestiono.
“No deberías dar tantos detalles”. Comenta Rafael incomodo, pero Armen niega.
“Tienen que saberlo”. Interviene Uriel. ―Le desfiguraron el rostro ―responde en voz alta― y extrañamente, solo la mitad del cuerpo presentaba heridas.
―¿Solo la mitad? ―pregunta extrañada Elina. Armen y Uriel asienten―. ¿Por qué solo la mitad? Eso no tiene sentido.
Desde luego que no lo tiene. Los impuros solo obtienen la sangre, no dañan el cuerpo; ellos no se toman la molestia de inmovilizar a sus víctimas, simplemente las asesinan al extraerles toda la sangre. Por otra parte, los repudiados comen la carne hasta dejar los cuerpos prácticamente en huesos. Tal como lo ha dicho Elina, no tiene sentido.
―Koller está analizando el cuerpo en estos momentos y Pen está intentando averiguar si se trata de alguna persona de Jaim ―dice Armen.
Todos guardamos miramos en silencio, pensando en lo mismo. ¿Alguna persona de Jaim? ¿Es decir que podría no serlo? ¡Imposible!
―Hasta el momento nadie ha desaparecido ―explica Rafael― y tampoco se ha reportado que algún impuro haya entrado y haya podido extraer a alguien.
―Creo que me he perdido ―musita Elina negando―. ¿Estás diciendo que no fue un impuro o repudiado?
―El asunto es que no había rastro de impuros, ni tampoco de repudiados en el sitio donde se encontró el cadáver ―dice Uriel con expresión sombría. Noto un atisbo de angustia en los ojos de Armen.
―¿Pero? ―cuestiono al notar que no han dicho algo más. Intercambian miradas que incrementan la tensión.
―Si no hay rastro de ellos, significa que podría tratarte de un humano o… ―Armen hace una pausa, desviando la mirada por la ventana― un híbrido.
¿Un híbrido? Los únicos híbridos son Knut y Farah y ninguno de ellos pudo haberlo hecho.