Descubriendo lo que es amar

Capítulo 2: Franco

Miro los floreros buscando algún modelo que me agrade para colocar en las mesas del restaurante.

Procuro no pensar que mi madre y su problema cardiaco que no tiene cura.

Yo creía que era una mujer sana y fuerte por hacer ejercicio y comer sano. Casi ni come carne y siempre me regaña cuando yo como demasiado. Y ahora resulta que en cualquier momento su corazón puede fallar, por lo que evitamos darle disgustos, que se estrese y se relaje.

Y lo peor de todo es que se ha puesto más pesada con la cuestión de mi soltería. Si antes acribillaba mi mente con que debo buscar una esposa y tener hijos, ahora es peor. Sigue diciendo que no quiere morirse sin verme casado y, por lo menos, poder disfrutar de un nieto.

Como si fuera fácil encontrar una mujer para casarse y tener un hijo.

He tenido malas relaciones. Con mujeres que no querían casarse, mujeres que sí querían casarse y yo no con ellas.

La idea de ser padre no se me pasó por la cabeza, tal vez por causa de mi madre y su insistencia, llevándome a querer lo contrario.

La última mujer que me gustó fue London, la esposa actual de uno de mis mejores amigos, pero ella no sintió interés por mí y se enamoró de Aiton. Hoy llevan casi tres años de casados y tiene dos hijos preciosos que considero mis sobrinos. London se convirtió en mi mejor amiga.

Ahora, a mis treinta y cinco años, puede que esté deseando formar mi propia familia, y no quiero hacerlo con cualquier mujer para complacer a mi madre.

He estado demasiado enfocado en el restaurante familiar y haciendo planes para abrir otro restaurante, uno más elegante y con comida variada de diferentes partes del mundo. Quiero utilizar los conocimientos que adquirí viajando, mi habilidad como chef para crear una carta nueva y a mi gusto. Sé que puedo hacerlo, pues estudié negocios también, no solo cocina. Nada más necesito conseguir más dinero sin pedirles a mis padres ni a mis amigos.

Podría buscar un socio, pero no mis padres y menos pedirles a mis amigos los Carter. Ellos ya ayudaron a salvar el negocio de mis padres hace muchos años y no quiero otro favor de ellos.

Debo armar bien el plan de negocios y buscar algún socio inversionista de confianza con quien pueda trabajar, o pedir un préstamo al banco.

Mientras tanto, sigo como gerente en el restaurante de mis padres. El cual será mío cuando ellos ya no estén.

No creía que sería difícil elegir un modelo de florero. Tiene que ser algo rústico que vaya bien con las flores de plástico que eligió mi madre.

Me doy la vuelta con la idea de buscar asesoría en una vendedora o buscar a mi madre que se perdió en la sección de muebles, pues tengo que hacerlo si quiero irme de aquí porque yo no sé que elegir.

Alguien me choca y pido disculpas, aunque no estoy seguro de que fuera mi culpa. Mis ojos se encuentran con los azules de la castaña guapa que entró a mi casa luego de trepar mi cerca.

Creía que la vería de nuevo por ser vecinos, y no fue así. Pasaron días desde ese incidente y no la crucé ni una sola vez, hasta ahora.

—Vaya, el destino nos vuelve a encontrar. —exclamo.

Ella mira hacia atrás.

—Y en otro pésimo momento. —se esconde detrás de mí y alzo las manos tratando de comprender la situación.

—¿Bree?

Un hombre rubio y alto se arrima a nosotros. Viste formal y lleva del brazo a una mujer que parece modelo, quien se encuentra con mirada y su sonrisa se amplía.

¿Se atreve a sonreírme mientras está con su novio? Porque es obvio que ahí algo.

Mi vecina sale detrás de mí con un florero en la mano y finge que no se escondió al propósito.

—Hola, Jesse. No te había visto.

El hombre sonríe.

—Pensaba que sí y te ocultabas de mí o no querías verme del brazo de mi nueva novia.

—No, yo no… —mi vecina se puso nerviosa.

Es obvio que la presencia del hombre arrogante la afecta.

—Tú terminaste nuestro matrimonio, aunque si te arrepientes al verme con otra…

Debería salir de aquí y no meterme en asuntos que no me importan, y menos con su ex esposo, pero al ver la cara abatida de la vecina, me doy cuenta de que el tipo es un idiota que intenta hacerla sentir de menos y dejarle claro lo que se pierde.

En lugar de huir, paso el brazo por la cintura de la vecina y la arrimo más a mi cuerpo atrayendo la atención de todos.

¿La llamó Bree?

—Lo siento, creo que estoy algo perdido. Soy Franco, el novio de Bree.

Espero que sea su nombre y no me haya equivocado.

El rubio me repasa con la mirada.

—¿Novio? Ya veo.

—Sí, es imposible no verme. Creo que hasta tu novia me está viendo—señalo a la rubia de su brazo, quien aparta la mirada y le sonríe a su novio—. Bien, debemos seguir con nuestras compras e ir a pasear al gato.

Finjo besar su cabeza y le susurro que se relaje. 




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