Descubriendo lo que es amar

Capítulo 4: Franco

Salgo de mi casa y me dirijo a la casa de mi vecina y mi nueva novia falsa.

Odio tener que fingir una relación. Si mi madre no estuviera mal del corazón, no hubiera mentido ni pedido a Bree su ayuda, aunque significara desilusionar a mi madre y ponerse a buscarme novias o pedirle ayuda a su buena amiga Sophia, dado que ella tiene tres hijos casados con buenas mujeres y le dieron seis nietos, siete si contamos con que London está embarazada de nuevo.

Mi padre quería tener muchos hijos, mi padre también, solo que ella tuvo cáncer de útero poco tiempo después de que yo naciera y tuvieron que vaciarla, quitándole la oportunidad de embarazarse nuevamente. Intentaron adoptar, estuvieron en lista de espera durante dos años hasta que apareció un bebé, cuya madre se arrepintió a último minuto y no lo dio en adopción. La desilusión fue tan grande que decidieron olvidarse de la adopción y enfocarse en mí.

Amo a mis padres, agradezco que hayan estado en cada paso de mi vida, en cada juego, obra de teatro y evento escolar, en cada graduación y cumpleaños, sin embargo, ser el único me obliga a cargarme al hombre la continuidad del legado a través del matrimonio y del negocio familiar.

En el caso de mis amigos, los Carter, es diferente. Ellos, al ser tres hermanos, fueron más libres de poder elegir. Tuvieron suerte que el hermano mayor Drago quisiera hacerse cargo de la cadena de hoteles Carter porque le gustaba y no por obligación, eso dejó a sus hermanos libres para seguir otros caminos, dado que a ninguno le interesaba el negocio familiar.

A mí me interesa el negocio familiar, solo que desearía hacerlo a mi manera y expandirme. Mis padres tienen miedo al fracaso y prefieren quedarse justo donde están.

Esta noche, por lo menos, tendré feliz a mi madre haciéndole creer que salgo con alguien y que Bree tenga una hija es un comodín. Mi madre me dejará en paz por unas semanas.

La puerta se abre y asoma Bree vestida de manera casual. Es una mujer muy hermosa y natural. Y si las circunstancias fueran diferentes, podría haber considerado invitarla a una cita y conocernos realmente, pero ella dejó claro que eso no le interesa y tiene mucho con lo que lidiar.

Por lo pronto, agradezco que me ayude y espero podamos ser amigos.

—¿Llego en mal momento?

—¿Por qué lo dices? —señalo su cabello y ella se lleva la mano a la cabeza—. Oh, es que estaba bañando a Triana y es una guerra sacarla del agua. Ama el agua. Pasa.

Apenas cruzo la puerta, el gato gris se pasea por mis piernas, me agacho y lo acaricio. El gato ronronea y se tira al piso buscando que lo acaricie. Cuando me acerco a su panza, agarra mi mano con las suyas y saca los dientes.

—Vaya, eres un gato traicionero. Atraes con mimos y luego atacas.

—Así es, Tosti. Ni siquiera sé por qué me quedé con él.

—Hola.

Desvío la mirada hacia la voz infantil que me saludó. Ahí está la pequeña de mejillas regordetas y sonrisa dulce. Lleva un pijama de color rosa que la hace ver tierna con sus pantuflas de peluche.

—Hola, Triana. —exclamo.

Ella se acerca con confianza manteniendo la distancia y señala al gato.

—Miau miau…

—Sí, hace miau miau. Yo prefiero los perros.

—Guaf guaf. —dice haciéndome reír.

—Acaba de aprender el sonido de algunos animales. ¿Cómo hace la vaca, Tri?

Ella mira a su madre.

—Muuu Muuu.

—¿Y el cerdo? —pregunto.

—Oin oin.

Suelto una carcajada. Los niños pueden ser divertidos.

—Me recuerda a mis sobrinos.

—Miau miau… —vuelve a decir y corre detrás del gato que huye de ella.

—Tienen una relación complicada y tóxica con Tositi. Ella lo corre buscando abrazarlo, él rechaza sus abrazos y a veces él la busca a ella para jugar, pero se olvida que es una niña y saca las uñas... ¿Ya cenaste? Estaba por preparar algo de comer.

—De hecho, traje comida—le enseño la bolsa que traje—. Pasta casera con salsa de verdeo, hecha por mí.

—¿Eres chef o cocinas por cocinar?

—Sí, fui a la escuela de cocina luego de licenciarme en administración de empresas, luego me fui a viajar por el mundo a perfeccionar ciertas técnicas y aprender más de lo que hubiera aprendí en la escuela de cocina. Mis padres son argentinos y de mi madre aprendí a cocinar comida típica Argentina, de hecho, tenemos un restaurante en la playa con esa temática.

Me pide que la siga a la cocina dejando a Triana correr al gato, quien también quiere jugar y le sigue la corriente.

Le paso la comida y ella huele la pasta antes de meterla en el horno.

—En el horno conserva mejor el sabor que el microondas. —comenta.

—Estoy de acuerdo. ¿De qué trabajas?

Ella sonríe, me pregunta si quiero vino y acepto viendo que es un vino excelente. Una marca que he querido incorporar al restaurante y mi madre dice que no por ser un vino australiano y solo sirven vinos argentinos.




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