Me tapo la boca evitando escupir la margarita. Puede que el cualquier momento salga por la nariz.
No dejo de reír.
Nora, Silver y London son tremendas, y con mi amiga Amy en medio es peor.
Amy no tiene filtros para hablar y no me molesta porque yo tampoco suelo tenerlos. Mi ex solía decirme que debía pensar más y actuar menos de forma impulsiva, pero no siempre se puede controlar.
—¿Son amigas desde niñas? —pregunta Nora.
—Sí, las mejores amigas, junto con la mamá biológica de Triana. —respondo.
—Y la custodia se la dejó a Bree porque Tri estaría más segura.
—Si la hubiera dejado con ella, probamente ya la habrían denunciado por abandono de persona. —agrego riendo.
—Recuérdame que no te deje a mis hijos. —exclama London.
Todas ríen.
—Como tía, soy genial. He cuidado a Tri y ha estado bien—agarra su copa—. Como madre sería un desastre. Mi exnovio me dejó porque no logró que cambiara de opinión con respecto a los hijos.
—Entiendo. —declara Nora.
—Más margaritas. —musita Silver rellenando las copas.
—No es justo que todas beban y yo no. —declara London.
—Eso te pasa por embarazarte de nuevo.
—Hubo una época que bebíamos margaritas sin alcohol porque London y Nora estaban embarazadas y yo amamantando a mi hija Belle. Luego ellas estaban amamantando y me solidaricé porque no era divertido beber sola, al menos que Sophia se uniera.
—Ya cuando todas pudimos ponerle alcohol, en vez de juntarnos una vez al mes, decidimos que una vez a la semana o cada dos semanas sería mejor. London se embarazó y como es ella sola, decidimos que no podíamos sacrificar el alcohol.
—Agradezco que me recibieran bien. No estaba segura de venir cuando Bree me invitó, pues no las conocía y ahora que lo hago creo que son geniales y podemos ser amigas. —agrega Amy.
—Salud por las nuevas amistades. —expresa Nora levantando su copa.
—Salud. —decimos al unísono chocando las copas.
London me escribió temprano para recordarme la reunión. No estaba segura de venir. Me agradan las chicas, pero no soy fan de beber y trato de establecer una rutina para Triana. Me estaba debatiendo entre venir o no cuando Amy apareció en mi casa, le conté y decidió que hora de conocer a las señoras Carter.
Amy se “enamoró” de los hermanos Carter en cuanto los conoció cuando apareció para ayudar y se los encontró a los tres ayudándome.
Mi amiga quedó fascinada con los tres. Con los músculos y la sonrisa de Drago, el sentido del humor de Izan y la caballerosidad de Aiton.
No me sorprende. Hasta yo me quedé de boca abierta cuando los conocí.
Los tres son muy diferentes y tienen en común el amor y devoción hacia sus esposas e hijos, comparten los mismos valores de familia y lealtad que mi padre y yo. Y sus esposas son las mitades perfectas de ellas. Tres mujeres hermosas, inteligentes, independientes y buenas madres.
Sintió pena cuando supo que los tres estaban casados y eran fieles a muerte a sus esposas. Y mi amiga no rompe relaciones y menos se mete con mi familia.
Amy se acerca a mi oído.
—Sería más fácil desear a sus esposos si ellas me cayeran mal, pero me caen bien.
Suelto una carcajada atrayendo la atención de todas.
—Lo siento. A Amy le encantan sus esposos y está lamentándose que ustedes le caigan bien.
Las tres fijan la mirada en mi amiga, quien quiere fulminarme con la mirada. No seríamos amigas si no nos mandáramos al frente la una a la otra de vez en cuando.
—Los hombres casados están prohibidos y si vamos a ser amigas, están doblemente prohibidos. Igual las envidio—dice mi amiga—. Yo elijo puros sapos y de los que no se convierten en príncipes.
Las tres se echan a reír. Están acostumbradas a que sus esposos llamen la atención y pongo las manos en el fuego por Amy. Es una de las personas más sinceras y leal que conozco.
—No te preocupes, cosas que pasan—le respeta importancia Silver—. No puedo evitar que las mujeres se babeen por mi esposo.
—Ahora, el que está de muerte es el vecino de Bree. Por Dios, que pedazo de hombre.
—Cuenta, Amy. Bree no ha dicho mucho. —motiva London con interés.
Silver y Nora no se quedan atrás.
—No les dirá mucho porque es discreta con los hombres con quienes sale, pero yo no lo soy.
—Amy… Olvídalo. Si no eres discreta con los hombres con quienes sales tú, menos serás con los míos. No salgo con él, somos amigos y buenos vecinos que se ayudan.
—Sí, claro, y por eso se miran como si quisieran quitarse la ropa—ríe—. No sé como no lo hicieron. Él es soltero y tú divorciada. No has tenido sexo desde Jesse y ese hombre podría complacerte bien en la cama.
—¿Por qué no te has acostado con él? —pregunta Silver—. Suena como un sueño húmedo.