Descubriendo lo que es amar

Capítulo 10: Franco

Observo a Bree paseándose por el lugar que imaginé un restaurante. Es grande, luminoso y con una excelente ubicación. Debido a eso el precio es elevado y poco difícil de adquirir.

Hablé con mis padres, de nuevo, con respecto a abrir un segundo restaurante y ambos volvieron a negarse. Dicen que con el que ya tenemos es suficiente y alcanza de sobra para que los tres vivamos bien. Siempre está lleno y ha avanzado mucho.

Mis padres no son personas ambiciosas deseando ser millonarios. Su único deseo fue ser sus propios jefes y dejar su huella. Están tan orgullosos del restaurante y de como lo hemos llevado, que no he querido decirles que la idea no es abrir otro restaurante con la misma temática, sino uno diferente para no cambiar el que ya tenemos.

Supongo que tendré que seguir ahorrando. No le pediré dinero prestado a mis amigos. Sé que me lo darían a ojos cerrados, pero no quiero.

Por ahora seguiré como estoy y dejaré que Bree se quede con este lugar, si es que entra dentro de su presupuesto, pues no tengo idea cual es, ni cuanto su padre está dispuesto en poner.

—Gosa. —la voz de la pequeña Triana me saca de mis pensamientos.

La miro agachada mirando algo en la pared, me arrimo y descubro que es una mariquita. Triana levanta la mirada hacia mí y la señala sin dejar de sonreír.

Tomo a la mariquita con cuidado de no aplastarla y que no salga volando, Triana abre los ojos con demasía, se incorpora y mueve las manitos y los pies queriendo tocarla.

—Debes ser muy paciente. Extiende la mano—ella mira su mano y la extiende hacia mí—. Te la pondré sobre la mano y debes quedarte quieta para no asustarla. ¿De acuerdo?

Ella ríe y se queda muy quieta mientras coloco a la mariquita sobre su mano, ella ríe y puedo notar que intenta controlar su emoción—. Eso es, lo estás haciendo bien.

La mariquita camina por su mano hasta que Triana es ganada por la emoción, sacude la mano y el bicho sale volando. Triana lo sigue con la mirada y agita la mano al mismo tiempo que tira de mi pantalón.

—Mío. —dice.

—Se fue. No te preocupes, ya encontrarás otro. ¿Quieres ir a la playa?

Ella sonríe.

—Paya.

—Sí, playa—tomo su mano, ella la agarra y tira de mí en dirección a su madre, quien se voltea en ese momento, despertando el deseo que siento por ella—. ¿Y qué te parece el lugar? Has estado muy callada.

Triana suelta mi mano y agarra la de su madre, luego tira de ella señalando la playa.

—Paya.

—¿Quieres ir a la playa? —ella afirma con la cabeza—. Supongo que podremos ir un rato. Deja que mami termine aquí. Ve a buscar tu muñeco.

Ella mira en dirección al muñeco, suelta la mano de su madre y corre a buscarlo.

—Es bastante obediente.

—Cuando consigue lo que quiere o le conviene—ríe—. Hablando del lugar, es perfecto. Puedo ver por qué te gustó tanto. Me siento mal que tengas que renunciar a él.

—No te preocupes. No se tenía que dar y no se dio. Me alegro de que te sirva. Estoy ansioso por ver la carta que elegiste con tu madre.

Su sonrisa se ensancha.

—¿Cómo hubieras decorado este lugar? ¿Qué tenías en mente? —pregunta con la atención en Triana que está sentada en el suelo dándole de comer a su hijo de goma.

Sonrío y miro a Bree.

—Yo colocaría candelabros del techo, nada demasiado grande ni ostentosos, sí elegante. Mesas cuadradas con sillas cómodas, manteles blancos y centros de mesas bonitos, aunque ese no es mi fuerte y no sé nada de decoración—camino hacia el centro—. Un sector normal—señalo el otro salón—, y uno más pequeño para el romanticismo, para aquellas parejas que buscan una velada íntima y tranquila. También quería mesas afueras para los días lindos o las noches con el mar de fondo. Quería que la música sea armoniosa y a un volumen ideal para poder disfrutarla y charlar al mismo también. También poner un piano y contratar a alguien para tocar los viernes por la noche o los sábados, o quizás alguna violinista, todavía no lo había decidido. Buscaba un lugar con muchas ventanas altas para que las personas pudieran disfrutar de las vistas y—volteo hacia la pared donde está la barra—. Colocar plantas de interiores, claro que no reales, que se entrelazaran con los estantes para poner los vinos y otras bebidas. También banquetas para que las personas que busquen solo un trago puedan disfrutarlo… —río—. Creo que me emocioné demasiado.

—En vez de candelabros, podrían ser globos elegantes en diferentes niveles y los centros de mesas pondrían ser flores falsas en gama de azules para combinar con el mar, incluso las servilletas y algunos detalles podrían ir en ese color. O velas que se podrían encender la noche. La idea del piano es fantástica y cualquier persona que quisiera tocar o dedicarle una canción a alguien podría hacerlo.

—¿Me estás diciendo que quieres tomar mis ideas y mejorarlas?

—Como describiste el lugar, es más o menos lo que había pensado. Por eso se me ocurre algo, y no tienes que decir que sí, puedes pensarlo…

—¿Me vas a ofrecer ser gerente del restaurante? 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.