Descubrimiento (relatos Cortos de Ciencia Ficción)

Sangre en sus manos

Desde que Salvador conoció a su pareja Linda, su vida fue otra. El hombre llegó a una realización absoluta: luego de conocer de su existencia, no había forma para poder vivir sin el afecto de esa mujer. Pero aunque la vida da muchas vueltas, hay eventos que nos resultan inevitables sin importar que o quien seas.

—Nada dura para siempre —le había comentado Linda muchas veces. Pero nunca Salvador le había dado tanta importancia como en ese momento.

Esa verdad, esa cruel verdad era demasiado para él. Así que al verse amenazado por la posible ausencia de su amada, Salvador le terminó abriendo la cabeza.

Tal vez hacía eso en un intento de salvarse a sí mismo sin darle importancia a la clase de persona en que se había convertido.

De algo si había constancia y es que debía curarse de aquella locura que le carcomía al pensar su vida sin Linda. Tenía que eventualmente aprender a vivir con eso y sin ella.

Pero, la necesitaba en su vida, era su motor, pues era lo único que él tenía en aquella vida de porquería.

El mero hecho de pensar en la soledad, lo llevaba casi al borde de la locura. Así que hizo lo que creía conveniente. Tenerla para él, para siempre.

Salvador, tenía sus manos temblorosas, pintadas con el rojo brillante del líquido vital que hacía funcionar la vida de la fémina.

La mujer yacía inerte sobre el húmedo sillón, como la respuesta a su inaceptable realidad.

Sin la utilización de guantes, Salvador comenzó con su gesta y aunque su acto era uno inaceptable para los ojos del mundo entero, todo lo hacía por ella. Por sentirla, por poseerla una vez más.

Con un corte preciso del bisturí el hombre marcó la abertura de la cabeza de la pelirroja joven. Con delicadeza logró desgarrarle la piel a la mujer que había dejado de respirar hace ya largo rato.

Lo que parecía ser una gran rebanada del cuero cabelludo de la fémina, descansó junto a su apagado cuerpo, también sobre el mueble empapado en un mar de sangre. Al igual, su cráneo, había sido abierto de manera impecable, con un corte delicado, perfecto. También conservando un pedazo a un lado.

Se vio introduciendo sus desnudos dedos en el lugar más intimo de la existencia de su pareja, allí donde habitaban sus deseos, sus sueños, en fin, su programación de vida.

Necesitaba arreglarla, buscar que había malo en ella.

Insertó sus dedos directamente en su masa encefálica y pareció manipular cada parte a su antojo. Buscó un destornillador que le ayudó a resguardar en su lugar aquella nueva pieza que podría hacer posible una vida más larga en su casi ya obsoleta máquina.

El corazón de Salvador se encogió sintiendo una sensación de regocijo.

Linda había despertado, quien miró a su creador y amante con una mezcla de un terror y confusión, pero con el brillo de una vida renovada.

Ella lo miró a él a los ojos, él no supo cómo explicar la sangre en sus manos




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