Un anuncio importante
Estaba en mi tocador retocando un poco de mi maquillaje, me gustaba como iba hoy y no quería que eso se arruinara por nada del mundo. Unas zapatillas altas resuenan por las escaleras de madera de la casa y siento que vienen directo a mi habitación.
No presto atención a como abren mi puerta pues estoy acostumbrada a todo este drama que hace mi hermana menor Abi. Ella se lanza sobre mi cama y suspira dramáticamente.
- Ya no lo soporto — me dice cuando ve que no le presto ni la más mínima atención.
- ¿A quién no soportas Abi? — le pregunto monologa mente.
- Pues ¿A quién más? A Óscar, se cree con el derecho de hablarme como quiera solo porque es mi novio. Voy a terminar con él.
- Es lo mismo que me llevas diciendo desde hace un par de meses Abi, desde que comenzaron a salir te dije que no era un buen chico — le digo mientas paso la brocha por mi mejilla.
- Ya sé que me lo dijiste hermana mayor, pero es que es tan lindo — vuelve a suspirar — pero tienes razón, no voy a dejar que su lindura acabe con mi cordura.
- Eso está bien — le sonrío para darle ánimos — eres fuerte, sé que tu enamoramiento por Óscar pasará y encontrarás un chico que te quiera.
- ¿Tú lo dices? — me pregunta esperanzada y nerviosa.
Abi es mi hermana menor, tiene 18 años y para la edad que tiene es muy lista. Pero su listo cerebro se ve opacado por sus decisiones y caprichos, creció en un entorno donde para que no llorará le daban los juguetes más caros.
Es muy bonita y ella lo sabe, también sabe usar eso a su favor. Su cintura delgada, piernas largas, piel morena, cabello castaño y ondulado, sus ojos color esmeralda y labios redondos y rellenos. Tenía todo a su favor.
Mientras que yo, a mis 26 años, graduada de la universidad en ciencias forenses, soy todo lo contrario a ella. Fui la hija mayor y pensé que la única, hasta que a mis 8 años mis padres me dieron la noticia de mi hermana en camino. Nunca me regalaron nada, siempre tuve que trabajar duro para conseguir las cosas que quería, a diferencia de mi hermana.
Mis ojos grises los heredé de mi padre, cabello rubio y liso, piel pálida, mejillas rellenitos y rosadas. Soy bajita, de hecho, la más baja de una familia ultraalta.
No me siento celosa de mi hermana y de como creció con todo fácil. Estoy agradecida con mis padres de enseñarme que las cosas se ganan en esta vida.
- ¡Es cierto! — salta mi hermana de repente de mi cama, ocasionado que yo me asusté y ruede el labial que estaba pasando por mis labios.
- Demonios — mascullo por lo bajo intentando limpiar el desastre que ocurrió en mi rostro.
- No pasa nada, es solo maquillaje, lo puedo volver a hacer. Pero ¿Por qué reaccionaste así de repente?
- Recordé que papá quiere hablar contigo urgente, por eso fue que entré a tu habitación — enarco una ceja y con la mirada le pregunto para qué me mandaría a llamar papá — eso no lo sé, solo me dijo lo que te dije.
- Está bien, gracias de todos modos por avisarme.
- De nada hermana mayor — me guiña un ojo — yo me voy, vi en una tienda un bolso que me encantó, pero por venir peleando con Óscar no lo pude comprar.
- Suerte — le digo al verla salir de mi habitación.
- Por cierto — se asoma en el umbral de mi puerta — te está quedando muy bien el maquillaje, pero deberías combinar la sombra negra con la dorada, te quedará muy bien — me sonríe y se va.
Sonrió e intento lo que me sugirió, al terminar no tengo dudas de que Abi tiene un gran futuro como maquillista.
Me levanto de mi tocador, voy a mi baño y lavo mis manos de todo el maquillaje, para así estar lista al fin y salir al despacho de padre.
Camino por toda la mansión de mi familia y no volteo a ver a nadie ni nada, está estrictamente prohibido ver a la servidumbre en esta casa.
Al llegar alzo mi muñeca y toco la madera caoba de esta. Un “entra” se escucha desde el otro lado. Empujo la puerta y entró en silencio.
Tengo un largo tiempo sin entrar aquí, pero todo está tal cual como lo recuerdo, libros y estanterías por doquier. Pinturas caras y de reconocido renombre en las paredes, el escritorio donde se encontraba papá y su silla que le daba un aspecto imponente.
- Charlotte — me saluda cruzando sus dedos y apoyando sus codos en su escritorio.
- Adelante, puedes tomar asiento — me habla con su distintivo tono duro y frío, mientras me señala la silla que tenía en frente.
Voy hacia la silla un poco intimidada y me siento.
- Creo que te estarás preguntando por qué te mandé a llamar, hija.
- Exactamente, papá — le digo dándole la razón.
- Sé que hace mucho no entrabas aquí y es raro para ti que te mande a buscar con tu hermana y que te diga que es urgente.
- Está en lo correcto — asiento con la cabeza dándole la razón.
- Y que hace tres años no vives aquí y me encanta que estés aquí pasando tus vacaciones.
- Papá ve al punto, por favor — le ruego una vez que comienza a divagar.
Se le escucha nervioso, muy nervioso y me extraña verlo así, jamás en toda mi vida había visto a mi padre fuera de su papel.
- Charlotte — esta vez sí me habla firme — la familia y la empresa familiar hace unas semanas está pasando una mala racha, no estamos en nuestra mejor posición.