Estaba en mi tocador retocando un poco de mi maquillaje, me gustaba como iba hoy y no quería que eso se arruinara por nada del mundo. Unas zapatillas altas resuenan por las escaleras de madera de la casa y siento que vienen directo a mi habitación.
No presto atención a como abren mi puerta pues estoy acostumbrada a todo este drama que hace mi hermana menor Abi. Ella se lanza sobre mi cama y suspira dramáticamente.
Abi es mi hermana menor, tiene 18 años y para la edad que tiene es muy lista. Pero su listo cerebro se ve opacado por sus decisiones y caprichos, creció en un entorno donde para que no llorará le daban los juguetes más caros.
Es muy bonita y ella lo sabe, también sabe usar eso a su favor. Su cintura delgada, piernas largas, piel morena, cabello castaño y ondulado, sus ojos color esmeralda y labios redondos y rellenos. Tenía todo a su favor.
Mientras que yo, a mis 26 años, graduada de la universidad en ciencias forenses, soy todo lo contrario a ella. Fui la hija mayor y pensé que la única, hasta que a mis 8 años mis padres me dieron la noticia de mi hermana en camino. Nunca me regalaron nada, siempre tuve que trabajar duro para conseguir las cosas que quería, a diferencia de mi hermana.
Mis ojos grises los heredé de mi padre, cabello rubio y liso, piel pálida, mejillas rellenitos y rosadas. Soy bajita, de hecho, la más baja de una familia ultraalta.
No me siento celosa de mi hermana y de como creció con todo fácil. Estoy agradecida con mis padres de enseñarme que las cosas se ganan en esta vida.
Sonrió e intento lo que me sugirió, al terminar no tengo dudas de que Abi tiene un gran futuro como maquillista.
Me levanto de mi tocador, voy a mi baño y lavo mis manos de todo el maquillaje, para así estar lista al fin y salir al despacho de padre.
Camino por toda la mansión de mi familia y no volteo a ver a nadie ni nada, está estrictamente prohibido ver a la servidumbre en esta casa.
Al llegar alzo mi muñeca y toco la madera caoba de esta. Un “entra” se escucha desde el otro lado. Empujo la puerta y entró en silencio.
Tengo un largo tiempo sin entrar aquí, pero todo está tal cual como lo recuerdo, libros y estanterías por doquier. Pinturas caras y de reconocido renombre en las paredes, el escritorio donde se encontraba papá y su silla que le daba un aspecto imponente.
Voy hacia la silla un poco intimidada y me siento.
Se le escucha nervioso, muy nervioso y me extraña verlo así, jamás en toda mi vida había visto a mi padre fuera de su papel.