Desde ahora decido yo

Flores, helados y entrevistas

Una noche no me es suficiente para pensar en todo lo que está sucediendo en mi vida, todo pasa tan rápido que ya no sé qué más hacer.

 

Ya paso un mes desde que escogí mi vestido de novia, desde entonces he estado mucho tiempo con Iván, su personalidad se volvió distante, solo cuando estamos en un lugar concurrido me toma de la mano.

 

Me siento feliz de que esté siendo así, mi personalidad no aguantaría mucho.

 

Hoy mi hermana, mamá, Iván y yo elegiremos las flores, por suerte mi prometido y yo desde que estamos en esto de los preparativos, hemos tenido gustos similares.

 

  • No quisiera que en mi boda haya margaritas, no me gustan.

 

Okey, creo que me equivoque. No tenemos gustos tan similares.

 

Estamos hace un tiempo pensando en las flores, Iván y yo estamos discutiendo mientras mi hermana y mamá están viendo y opinando de vez en cuando.

  • Los tulipanes son bonitos, no entiendo como no pueden gustarte.

 

  • Prefiero las margaritas — digo yo cruzándome de brazos.

 

  • Soy alérgico a las margaritas Charlotte, debes entender — suspira cansado de nuestra discusión.

 

  • Y yo a los tulipanes, no me gustan.

 

  • Chicos — llama mamá nuestra atención — hay muchísimos tipos más de flores, no se va a acabar el mundo por unas simples flores.

 

  • Mamá tiene razón — dice Abi — las rosas son muy bonitas, sé que también te gustan, hermana.

 

  • Tienes razón — pienso — ahora quiero rosas, y no me digas que eres alérgico porque me voy.

 

  • No soy alérgico, de hecho, me gustan las rosas — dice Iván, al fin estamos de acuerdo con respecto a este tema.

 

Nos acercamos a la dependienta quien nos mira con una sonrisa amable y hacemos el pedido. Uno muy grande, pienso que Iván se pasó un poco, y se lo hago saber. Su respuesta es simple.

 

  • Quiero flores en mi boda — y se encogió de hombros.

 

Al salir del invernadero, el sol pega tanto en mi rostro que tengo que ponerme la mano sobre los ojos y achicarlos un poco.

  • Debiste haber traído gafas — dice Iván posicionándose a mi lado y colocándose sus gafas negras.

 

  • Silencio — digo con molestia.

 

  • Quiero un helado — relata mi hermana caminando delante.

 

  • Claro — me entusiasmo yo también con la idea.

 

  • Yo pago — anuncia Iván matando mi entusiasmo.

 

  • No — digo de manera retadora.

 

  • Claro Iván — dice mi hermana al mismo tiempo que yo.

 

  • Nadie va a pagar nada, yo lo haré — sentencio, pero nadie me hace caso, ni mamá.

 

A regañadientes los sigo, pero mientras lo hago noto las miradas de los transeúntes, puestas sobre nosotros.

 

Decidimos, bueno lo hizo Abi, caminar. Porque necesitábamos hacer ejercicio.

 

Desde el anuncio de nuestro compromiso, mi vida dio un gran giro inesperado, ahora solo noto miradas sobre mí, escucho rumores y susurros a donde sea que voy.

 

Las fotos nunca faltan, obvio.

 

Pero no todo es amor y rosas, muchas veces he recibido mensajes de desprecio y odio, miradas de soslayo por personas. Palabras de desprecio, a veces hasta amenazas.

 

Pues, que me disculpen. Pero yo no elegí esto.

Desde que todo eso sucedió, no he tenido ni un minuto de respiro, y molesta de una gran manera.

 

La historia es simple, Iván y yo nos conocimos cuando papá hizo una de sus tantas fiestas de socios, hablamos toda la noche, intercambiamos números y seguimos hablando, hasta que comenzamos a salir. No habíamos dicho nada sobre la relación porque nos importa nuestra privacidad.

 

Es lo que hemos dicho en todas las entrevistas que hicimos, solo lugares de chismorreo. De eso viven.

 

Papá está feliz con los resultados de esto. Iván ya empezó a ayudarlo económicamente con su empresa, él es quien sale más ganador en todo esto.

 

Mamá tiene un nuevo guardarropa, Abi sigue teniendo sus lujos a los que está acostumbrada. ¿Qué gano yo de esto? Nada, solo una futura vida miserable y gente que me odia.

 

Al llegar a la heladería, la campanita de la puerta suena avisando nuestra llegada, algunas miradas se dirigen a la puerta. Otras simplemente siguen con lo suyo.

 

Nos acercamos al mostrador y cada uno pide s helado, por más que le insistí a Iván de que yo puedo pagar mi helado, no cedió. No me quedo de otra más que aceptar.

 

  • Debes aprender a aceptar regalos — me dice mientras nos sentamos todos en una mesa.

 

  • No gracias, prefiero trabajar por mis cosas — digo metiendo una cucharada de mi helado de fresa a mi boca.

 

  • Hija — mamá llama mi atención — debo irme, tu padre requiere que esté en casa para una cena de negocios, me voy con Abi.

 

Asiento y me despido de ellas con un beso en la mejilla, solo quedamos Iván y yo.

 

  • Como te decía, debes aprender a recibir regalos — dice Iván de repente asustándome un poco — las cosas gratis son lo mejor de la vida.

 

  • ¿Qué vas a saber tú de cosas gratis? Eres millonario — me recuesto contra mi asiento y le doy una mirada aburrida.

 

  • Pues sí, tengo dinero. Mucho, de hecho.

 

  • Guau, que modesto — digo con sarcasmo.

 

  • Déjame terminar, tengo dinero. Pero eso no quiere decir que no pueda recibir cosas y estar feliz porque son gratis.



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En el texto hay: amor, odio, dolor

Editado: 26.03.2024

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