Esto es una broma, todo es una broma. Debe ser una broma.
Diablos, no puedo respirar.
No puedo pensar bien, no quiero pensar bien.
Aprieto mis ojos como queriendo que todo sea una simple pesadilla, que nada de esto está pasando, estoy en mi cama, dormida, es solo una pesadilla y despertaré de ella en cualquier momento.
Así es, despertaré, estaré en mi cama y nada de esto estará sucediendo.
Me aprieta un poco los hombros y se da media vuelta para irse, solo veo como su espalda se tensa un poco y sale abriendo la puerta.
Suspiro y me lanzo sobre mi sofá, bocabajo.
Eso fue intenso, Pienso.
Debo solicitar más vacaciones de mi trabajo, las necesito urgentemente, tal vez me las den con la excusa de una luna de miel.
Con pereza me levanto del sofá y voy a mi habitación a darme una ducha, tal vez un poco de agua fría me ayude a aclarar mis ideas.
Al entrar, me veo en el espejo que hay en mi tocador y veo como estoy, cabello enmarañado, ojeras, labios quebrados, ojos rojos y tengo un poco de baba alrededor de mi boca.
Me sonrojo al pensar que Iván me vio así tal cual y no tuvo la decencia de decirme lo mal que me veo.
Hago un poco de pis antes de entrar a la ducha y encender la regadera, paso mis manos por mi cabello y cierro los ojos disfrutando de la sensación.
Duro más o menos una hora debajo de la regadera solo disfrutando del agua helada correr por mi piel, me pongo mi bata y salgo del baño.
Tomo asiento en mi cama y en algún rincón de la habitación escucho a mi celular vibrar, tal vez se cayó debajo de la cama en cuanto me dormí.
Lo busco y si, allí estaba.
Veo que es un número desconocido, pero aun así contesto, puede ser Abi avisando que tiene un nuevo celular.
Dejo el celular en la cama, mientras yo voy a mi armario por ropa.
Cuando estoy pasando el vestido por mi cuerpo, mi celular vuelve a vibrar indicando otra llamada, termino de ponerme el vestido y voy a revisar quien es el importuno.
Noto que es el mismo número y desvío la llamada, hoy no estoy para bromas de posibles adolescentes, lanzo el celular a la cama y voy a mi cuarto de lavados para lavar algo de ropa.
Justo cuando salgo de este, escucho que tocan la puerta.
Freno en seco sin saber que hacer, tal vez lo que me dijeron no era una broma, o si era una broma para secuestrarme. O tal vez es alguna persona que conozco y estoy haciendo demasiado escándalo.
Con cuidado me acerco a la puerta y tal como lo hice con Iván, veo por la rejilla y no veo a nadie.
Abro la puerta con cuidado y no hay nadie afuera, intento cerrar de nuevo, pero un pie con tacones se interpone en mi labor.
Abro la puerta por completo y ahí la veo.
Tan esbelta, tan hermosa con su cabello negro y sus ojos verdes como esmeraldas, su cuerpo de modelo y sonrisa amable.
Camila, mi mejor amiga está aquí.
No le doy tiempo a reaccionar cuando me lanzo sobre ella y la abrazo con todas mis fuerzas.
Camila Castillo, una chica de 25 años y colombiana. Su madre vino a Estados Unidos en busca de una mejor oportunidad para ella y su hija luego de que su esposo las abandonara cuando Camila solo tenía 3 años.
Nunca les hizo falta porque la señora Castillo ha sido una gran madre y soy consciente de eso.