Desde ahora decido yo

C de ¿Camila?

Esto es una broma, todo es una broma. Debe ser una broma.

Diablos, no puedo respirar.

No puedo pensar bien, no quiero pensar bien.

Aprieto mis ojos como queriendo que todo sea una simple pesadilla, que nada de esto está pasando, estoy en mi cama, dormida, es solo una pesadilla y despertaré de ella en cualquier momento.

Así es, despertaré, estaré en mi cama y nada de esto estará sucediendo.

  • Esto es una mierda — susurro.

 

  • Lo es — Iván concuerda conmigo.

 

  • No quiero casarme tan pronto, Iván — le digo sin mirarlo a los ojos — No quiero tener mi vida atada a alguien que no amo.

 

  • Créeme Charlotte, yo tampoco quiero esto.

 

  • ¿Entonces porque no cancelas todo y me dejas tranquila?

 

  • Charlotte… — intenta hablar, pero lo interrumpo.

 

  • ¡Solo quiero que me dejes en paz! — grito poniéndome de pie — ¿Es mucho pedir?

 

  • ¡Sí, es mucho pedir! — me grita de vuelta y me encojo en mi sitio, él parece darse cuenta de mi miedo porque suspira — lo siento, no quise gritarte, es solo que esta situación me pone muy tenso.

 

  • No quiero que vuelvas a hacerlo — le digo.

 

  • Tampoco tú vuelvas a hacerlo, no me gustan los gritos, me llevan a malos recuerdos.

 

  • Bien — digo por lo bajo, mirando al piso.

 

  • Algún día te diré el por qué — se acerca a mí y pone sus manos en mis hombros — tengo que irme, pero luego hablaremos de todo este asunto.

 

  • Bien.

 

  • Bien — repite.

 

Me aprieta un poco los hombros y se da media vuelta para irse, solo veo como su espalda se tensa un poco y sale abriendo la puerta.

Suspiro y me lanzo sobre mi sofá, bocabajo.

Eso fue intenso, Pienso.

Debo solicitar más vacaciones de mi trabajo, las necesito urgentemente, tal vez me las den con la excusa de una luna de miel.

Con pereza me levanto del sofá y voy a mi habitación a darme una ducha, tal vez un poco de agua fría me ayude a aclarar mis ideas.

Al entrar, me veo en el espejo que hay en mi tocador y veo como estoy, cabello enmarañado, ojeras, labios quebrados, ojos rojos y tengo un poco de baba alrededor de mi boca.

Me sonrojo al pensar que Iván me vio así tal cual y no tuvo la decencia de decirme lo mal que me veo.

  • Ahora tengo ganas de llorar por mi apariencia — susurro.

Hago un poco de pis antes de entrar a la ducha y encender la regadera, paso mis manos por mi cabello y cierro los ojos disfrutando de la sensación.

Duro más o menos una hora debajo de la regadera solo disfrutando del agua helada correr por mi piel, me pongo mi bata y salgo del baño.

Tomo asiento en mi cama y en algún rincón de la habitación escucho a mi celular vibrar, tal vez se cayó debajo de la cama en cuanto me dormí.

Lo busco y si, allí estaba.

Veo que es un número desconocido, pero aun así contesto, puede ser Abi avisando que tiene un nuevo celular.

  • ¿Hola? — digo en cuanto pongo el celular en mi oreja.

 

  • Buenas tardes, hablo de parte de la agencia de loterías, le informamos que usted acaba de ganar un millón de dólares, felicidades — dice la vos del otro lado.

 

  • Lo siento, parece que se equivocaron. Yo no juego lotería — digo verdaderamente confundida.

 

  • No es una equivocación, ahora mismo estamos fuera de su apartamento para entregarle su premio.

 

  • Les digo que lo siento, pero parece que se equivocaron — cuelgo sin derecho a réplica.

 

Dejo el celular en la cama, mientras yo voy a mi armario por ropa.

Cuando estoy pasando el vestido por mi cuerpo, mi celular vuelve a vibrar indicando otra llamada, termino de ponerme el vestido y voy a revisar quien es el importuno.

Noto que es el mismo número y desvío la llamada, hoy no estoy para bromas de posibles adolescentes, lanzo el celular a la cama y voy a mi cuarto de lavados para lavar algo de ropa.

Justo cuando salgo de este, escucho que tocan la puerta.

Freno en seco sin saber que hacer, tal vez lo que me dijeron no era una broma, o si era una broma para secuestrarme. O tal vez es alguna persona que conozco y estoy haciendo demasiado escándalo.

 Con cuidado me acerco a la puerta y tal como lo hice con Iván, veo por la rejilla y no veo a nadie.

Abro la puerta con cuidado y no hay nadie afuera, intento cerrar de nuevo, pero un pie con tacones se interpone en mi labor.

  • Espera — alguien grita y reconozco la voz — ya nadie te puede decir que ganaste la lotería porque te cierran la puerta en la cara — refunfuña por lo bajo.

Abro la puerta por completo y ahí la veo.

Tan esbelta, tan hermosa con su cabello negro y sus ojos verdes como esmeraldas, su cuerpo de modelo y sonrisa amable.

Camila, mi mejor amiga está aquí.

  • Espérate que no me pegue un viaje de casi 4 horas para que me lances la puerta a la cara.

No le doy tiempo a reaccionar cuando me lanzo sobre ella y la abrazo con todas mis fuerzas.

  • No puedo creer que estés aquí — le digo aun abrazándola.

 

  • Me enteré de que la traicionera de mi mejor amiga, que por ciento no me ha escrito en semanas, se va a casar con el papucho de Iván Malik.

 

Camila Castillo, una chica de 25 años y colombiana. Su madre vino a Estados Unidos en busca de una mejor oportunidad para ella y su hija luego de que su esposo las abandonara cuando Camila solo tenía 3 años.

Nunca les hizo falta porque la señora Castillo ha sido una gran madre y soy consciente de eso.



#3000 en Novela romántica

En el texto hay: amor, odio, dolor

Editado: 27.06.2024

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