Las sorpresas que da la vida, definitivamente, no me agradan últimamente.
¿Justamente mi nuevo jefe tiene que ser el nuevo rival de mi prometido? Falso, pero prometido.
¿En serio vida?
Bueno, yo digo que la gente necesita drama.
Tengo hambre, solo eso voy a decir o pensar con respecto a esta situación.
Estoy estresada y cuando estoy estresada tengo hambre, así funciona mi cuerpo y no diré nada al respecto.
En todo momento de las palabras de Karl, no ha dejado de verme con una sonrisita, yo aprieto mis labios y me muerdo la lengua para no decir nada inapropiado.
Que dramático. Pienso.
Yo intento forzar una, pero solo sale como una gran mueca rara.
Solo quiero un buen día de trabajo abriendo y examinando cuerpos ¿Es acaso eso un delito?
Bueno, en realidad si no hubiera estudiado la carrera y no estaría trabajando con un juzgado si fuera un delito.
En fin, yo misma me entiendo bien.
Se van siguiendo con su plática, una en donde David habla más que Karl, pero supongo así funcionan las conversaciones cuando no conoces bien a la persona.
Me encojo de hombros y sigo con mi labor de acomodar mis cosas en la oficina.
Para luego ir a mi laboratorio con mi bata y guantes.
Pasando así todo el día, moviéndome de aquí para allá, poniéndome al día con lo que sucedió mientras no estaba, que no fue mucho.
Gracias a Dios, porque no quería hacer mucho hoy, bueno más de lo que normalmente tengo hacer.
Muy flojo de mi parte, lo sé.
Así regresando a casa con un gran dolor de espalda y un humor muy malo, para ser solo mi primer día.
Aunque estando de vacaciones no me despertaba tan tarde, igual no me despertaba a las tres de la mañana, eso sería muy loco de mi parte.
Me recuerdo a mi misma, que tengo que llamar a Abi, para contarle lo que quiero hacer, no quiero que todo se me salga de las manos.
Debo planear todo a la perfección.
Llegando al portal de mi apartamento noto un hombre fuera, recostada en la puerta.
No le presto atención, pues se puede tratar de algún vecino que salió a fumar o una cosa parecida.
A medida que me voy acercando, más nítida se va haciendo la sombra, inflo un poco mis mejillas y aprieto un poco mis labios al ver de quien se trata.
Con un poco de fastidio me acerco a Iván y él se separa de la pared descruzando sus brazos.
Enarco una ceja y ahora soy yo quien se cruza de brazos.
Al pasar por el mostrador nos encontramos con Patrick y lo saludo de manera habitual, como hago todos los días.
Asiento y me despido de él para esta vez sí, subir al ascensor.
Suspiro y con pereza me quito la coleta que tenía respiro con naturalidad, masajeando un poco mi cabeza, moviéndola de un lado para otro.