Desde ahora decido yo

Descubriendo una verdad a medias

El día en la oficina fue tan incómodo, tanto por la escena que hice, como por las personas indeseadas que se encuentran en ella.

Y por personas indeseadas me refiero a Cheryl, la mujer que me trajo a este mundo y la que me hizo odiarlo por un tiempo.

Se la paso todo el día yendo por todos lados dando órdenes, gritando y mangoneando a todo el mundo, creo que ahora todos extrañamos a nuestro antiguo jefe.

Justo cuando estoy empacando mis cosas para irme a mi cita con mi psicóloga, otra vez la mujer entra a mi oficina.

    • ¿Qué es lo que quieres Cheryl? — suelto su nombre con asco.

 

    • Solo quería hablar contigo hija linda — dice con un puchero más falso que el matrimonio que llevo con Iván.

 

    • No sé de qué hija estás hablando — digo mientras sigo organizando los papeles.

 

    • Hija, no seas así ¿No ves que me lastima tu comportamiento?

 

    • ¿Qué no sea así? ¿¡Qué demonios dices!? — veo muy claramente que me altere.

 

    • Cálmate Charlotte — dice ahora cambiando su semblante a uno más serio — yo vengo en plan de hablar pacíficamente.

 

    • Pues yo no quiero hablar — guardo los papeles y me levanto para irme.

Justo cuando voy a pasar por su lado, ella me agarra muy fuerte por el brazo, haciendo que frene en seco.

    • Me enteré de que te casaste con Iván Malik — dice entre dientes.

 

    • Así es, e imagino que quien te lo contó fue tu novio — digo con mi mirada al frente.

 

    • Imaginas bien — dice aún sin soltarme — ¿Estás libre?

 

    • No, ahora tengo una cita — me suelto de su agarre.

Ella queda quieta por un momento hasta que comienza a reír como una desquiciada.

    • Sabía que tu matrimonio era una farsa, pero no imaginé que engañarías al pobre tan rápido — dice mientras se limpia una lágrima por el ataque de risa.

 

    • Creo que te equivocas — ahora si la veo.

 

    • No lo supongo querida, lo sé ¿Una cita? ¿Con quién?

 

    • Con mi psicóloga — le digo seria.

Su ataque de risa termina y puedo ver como se queda seria de un momento a otro, no sé lo que está pasando por su mente ahora mismo, pero sea lo que sea no es bueno.

Oh Cheryl, no sabes lo que provocaste hace mucho tiempo.

    • No tenía idea de que asistías al psicólogo — dice en un susurro.

Decidió hablar luego de un silencio incómodo, vaya quien lo diría, dejé a la siempre poderosa Cheryl sin habla.

    • Hay muchas cosas que no sabes sobre mí, madre — suelto el sobrenombre con asco.

Ella abre la boca para decir algo, pero no se lo permito, después de todo, llevo prisa y no quiero seguir perdiendo el tiempo con alguien que no vale la pena.

No ella, ella se merece todo lo malo que el mundo le quiera dar.

Ella capta la indirecta cuando me doy media vuelta para irme, porque también sale de mi oficina, muda.

No tiene nada que decir, pues, yo tampoco. No quiero seguir escuchando nada que venga de su boca. Su voz para mí, es como una mala canción. Porque cuantas veces más se repita, más molesta va a ser.

    • No quiero que vengas más a mi oficina — me volteo para verla — no quiero que me hables, para ti, solo soy una más de tus empleadas. ¿Escuchaste?

No la dejo terminar, porque una vez más me doy vuelta y me marcho a mi auto, donde al fin puedo respirar e intentar pensar de manera clara.

Estando cerca de ella mi cerebro no funciona bien, es como si se trabara cada que dijeran su nombre, esta vez fue peor, esta vez la tuve justo frente a mí.

Después de un rato de largas respiraciones y estar más calmada, enciendo el auto y arranco a la oficina de mi psicóloga. Cinthia. Quien me ha estado ayudando desde que todo esto sucedió.

Ella siempre fue buena conmigo, se dice que es anti ético formar un vínculo con tus pacientes, pero con Cinthia es diferente, ella me ayuda un montón, siempre está dispuesta a hacer todo para ayudarme. Hasta se queda tarde en su oficina solo para ayudarme.

Como hoy, que ya son casi las siete y aún está en su oficina, solo esperando a que llegue para poder atenderme.

Luego de un considerable tiempo conduciendo llego a su consultorio.

Bajo del auto me adentro a esta, donde encuentro a su secretaria, quien se alegra de verme. Creo que es porque al fin podrá irse a su casa.

    • Charlotte, que alegría verte. No había tenido tiempo de verte, pero felicidades por tu matrimonio.

 

    • Gracias — le sonrío un poco incómoda.

 

    • La señora Fox la está esperando, adelante.

Una vez más le agradezco y paso al consultorio. Ahí la veo sentada, Cinthia, una mujer de casi sesenta años, quien está a punto de jubilarse. Con su cabello cubierto por un par de canas, sonrisa amable, lentes y piel morena.

Es casi como una segunda madre para mí.

    • Hola querida — me dice al verme — toma asiento, por favor.

Con una mueca hago lo que ella me dice, no es como que me guste este lugar, después de todo, esta misma silla donde estoy sentada me ha sostenido cuando he llorado, la mujer que está en frente mío ha secado muchas veces esas mismas lágrimas.

    • Hola — le digo.



#15807 en Novela romántica
#2955 en Joven Adulto

En el texto hay: amor, odio, dolor

Editado: 26.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.