Desde ahora decido yo

ASH ¿Problemas?

Desperté a la mañana siguiente con el cuerpo entumecido, pues prácticamente dormí encima de Iván, acción que creo él también lamenta.

No hablamos mucho luego de eso que Iván me contó y pienso que es mejor así, no quiero hacer las cosas incómodas con la persona con la que estoy viviendo de manera indefinida.

Además de que el ambiente se siente un poco tenso. Desde ese día.

Con mi hermana no he vuelto a hablar y eso me duele mucho, éramos tan unidas, entiendo que esté molesta conmigo por no haberle contado lo que sucedía con Cheryl.

Pero no me parece para nada justa y un poco infantil su comportamiento a este punto de la historia, ella debió hablar conmigo antes de molestarse.

Sí, lo sé es algo fuerte lo que le oculté, pero ella debe saber que lo hice por su bien. Porque la amo, porque es mi hermana.

Así que hoy decido ir a su residencia y no irme de ahí hasta que se digne en que hablemos, las dos tenemos mucho que decirnos y así poder sincerarnos.

    • ¿Vas a salir? — me pregunta Iván cuando me ve bajar las escaleras.

Calzándome los zapatos y sin verlo asiento, como ya lo dije el ambiente está un poco tenso por estos lares.

    • ¿Quieres que te lleve? — me vuelve a hacer una pregunta.

 

    • ¿Puedes? — le pregunto ahora yo — Es que no tengo dinero para el taxi.

 

    • Por supuesto — se levanta del sofá en donde estaba — solo espera a que me ponga un abrigo, hace frío allá afuera.

Y es verdad, el invierno está cerca y no veo la hora de que esté aquí, amo la nieve, la ropa abrigada, los chocolates calientes y las fogatas. De solo pensar en ello mi cuerpo se estremece.

Luego de unos minutos Iván baja completamente vestido y con un abrigo que sinceramente se le ve genial.

    • ¿Vamos? — me señala la puerta y asiento — antes de ir al lugar al que quieras ir, debo preguntarte a donde vamos.

Suspiro con cansancio cuando salimos de la casa y espero a que cierre la puerta.

    • Ese suspiro no sonó para nada bueno — de repente su mirada pasa de divertida a aterrada — por favor, dime que no vamos a casa de James — me súplica.

 

    • No — niego rápidamente, la mirada de Iván se suaviza.

 

    • Que alivio — retoma su camino al auto y yo lo sigo — por un momento creí que iríamos a casa de tu padre — Iván se da cuenta de lo que dice, porque con una mirada apenada se retracta — digo, no es que no me guste habar con tu padre, James no me cae bien, pero por ti puedo hacer que me caiga bien.

Suelto una rosita por todas las incoherencias que está diciendo mi esposo en solo una oración y lo rápido que está hablando.

    • Tranquilo Iván, no te pocas así. A mí tampoco me cae bien mi padre, ni Cheryl, ni casi nadie — saco una conclusión de que no me cae bien casi nadie.
    • ¿Y yo? — dice cuando subimos al coche y ambos nos ponemos el cinturón de seguridad — ¿Te caigo bien?

 

    • No lo sé — digo sinceramente encogiéndome de hombros — últimamente pasábamos mucho tiempo hablando y riendo, pero ahora el ambiente es un poco extraño — admito.

Iván pone el coche en marcha y se queda pensando en algo que decir por unos segundos, su mirada está fija al frente, concentrado en el camino, como siempre hace al conducir.

    • La verdad, es que no sé que decirte — dice finalmente — sí he sentido la vibra que hay en la casa, pero podemos trabajar juntos para mejorar. Para llegar a ser buenos amigos.

Tomo la mano de Iván que está sobre la palanca de marcha. El se tensa un poco pero aún entrelazamos nuestros dedos.

Alzo la mano y juntamos nuestros anillos de matrimonio. — Somos amigos que están casados.

Iván ríe un poco.

    • Es cierto, nosotros nos saltamos un montón de etapas, antes de llegar a lo verdaderamente serio.

 

    • Es que las cosas de la manera tradicional son aburridas — digo con una gran sonrisa en el rostro, Iván asiente de acuerdo.

 

    • Bueno — dice Iván mientras carraspea — ¿A dónde vamos? He estado conduciendo erróneamente sin saber alguna dirección.

 

    • Antes de decirte ¿Podemos ir primero al supermercado? No tenemos casi nada en casa.

Iván está de acuerdo, así que conduce al supermercado, donde gracias a cualquier entidad mística, no hay casi nadie. No me gustan las multitudes.

Tomo un carrito del montón y comienzo a caminar buscando lo que necesitamos en casa, yo no cocino, pero me gusta tener en control todo lo que entra y sale de casa.

Mi amigo, Iván, va a mi lado supervisando y de vez en cuando metiendo un par de cosas al carro, algunas cosas como pan, queso, sus fresas que nunca pueden faltar y un par de cosas más, pero más que todo dulces. Es como un niño.

    • Para ya Iván — le digo riendo mientras comienza a hacer malabares con las naranjas — vas a hacer que nos echen por tu culpa.

Iván no me hace caso, así que sigue con su juego, hasta que yendo hacia atrás se tropieza con algo y cae de culo, haciendo que yo ría a carcajada y las pocas personas que transitaban por el lugar se me queden viendo.

Mis mejillas se ponen rojas, genial. Iván no fue el centro de atención con sus malabares, pero yo si lo fui con mi risa.

    • No te rías de mí — dice Iván levantándose del piso con una mueca graciosa de dolor.



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En el texto hay: amor, odio, dolor

Editado: 26.03.2024

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