Desperté a la mañana siguiente con el cuerpo entumecido, pues prácticamente dormí encima de Iván, acción que creo él también lamenta.
No hablamos mucho luego de eso que Iván me contó y pienso que es mejor así, no quiero hacer las cosas incómodas con la persona con la que estoy viviendo de manera indefinida.
Además de que el ambiente se siente un poco tenso. Desde ese día.
Con mi hermana no he vuelto a hablar y eso me duele mucho, éramos tan unidas, entiendo que esté molesta conmigo por no haberle contado lo que sucedía con Cheryl.
Pero no me parece para nada justa y un poco infantil su comportamiento a este punto de la historia, ella debió hablar conmigo antes de molestarse.
Sí, lo sé es algo fuerte lo que le oculté, pero ella debe saber que lo hice por su bien. Porque la amo, porque es mi hermana.
Así que hoy decido ir a su residencia y no irme de ahí hasta que se digne en que hablemos, las dos tenemos mucho que decirnos y así poder sincerarnos.
Calzándome los zapatos y sin verlo asiento, como ya lo dije el ambiente está un poco tenso por estos lares.
Y es verdad, el invierno está cerca y no veo la hora de que esté aquí, amo la nieve, la ropa abrigada, los chocolates calientes y las fogatas. De solo pensar en ello mi cuerpo se estremece.
Luego de unos minutos Iván baja completamente vestido y con un abrigo que sinceramente se le ve genial.
Suspiro con cansancio cuando salimos de la casa y espero a que cierre la puerta.
Suelto una rosita por todas las incoherencias que está diciendo mi esposo en solo una oración y lo rápido que está hablando.
Iván pone el coche en marcha y se queda pensando en algo que decir por unos segundos, su mirada está fija al frente, concentrado en el camino, como siempre hace al conducir.
Tomo la mano de Iván que está sobre la palanca de marcha. El se tensa un poco pero aún entrelazamos nuestros dedos.
Alzo la mano y juntamos nuestros anillos de matrimonio. — Somos amigos que están casados.
Iván ríe un poco.
Iván está de acuerdo, así que conduce al supermercado, donde gracias a cualquier entidad mística, no hay casi nadie. No me gustan las multitudes.
Tomo un carrito del montón y comienzo a caminar buscando lo que necesitamos en casa, yo no cocino, pero me gusta tener en control todo lo que entra y sale de casa.
Mi amigo, Iván, va a mi lado supervisando y de vez en cuando metiendo un par de cosas al carro, algunas cosas como pan, queso, sus fresas que nunca pueden faltar y un par de cosas más, pero más que todo dulces. Es como un niño.
Iván no me hace caso, así que sigue con su juego, hasta que yendo hacia atrás se tropieza con algo y cae de culo, haciendo que yo ría a carcajada y las pocas personas que transitaban por el lugar se me queden viendo.
Mis mejillas se ponen rojas, genial. Iván no fue el centro de atención con sus malabares, pero yo si lo fui con mi risa.