Desde ahora decido yo

¿Doble cara? No, doble tú

Una vez más desperté, con un fuerte dolor de cabeza y una fatiga tanto emocional como física. 

El haber pasado tanto tiempo sin comer nada y ni tomar ni una gota de agua mi cuerpo me lo estaba cobrando muy caro. ¿Qué carajos sucedió para que Camila se volviera así contra mí? No lo entendía, siempre creí que era mi amiga, más bien siempre fue una traicionera. 

Se burlaba de mí todo el tiempo en mi cara, siendo una completa hipócrita, nunca debí confiar en ella, nunca debí dejarla entrar a casa, debí haberla ignorado aquel día en el parque, como siempre lo hacía con todas las personas, pero no lo hice, tuve que sentir curiosidad por aquella niña, tuve que hablarle y tuve que darle toda la confianza del mundo.

Diría que papá al final tuvo razón sobre ella, pero al final él también me defraudó al volverse su amante y confiar en sus palabras, a pesar de que siempre decía que ella le daba mala espina. 

Lo que aún no me cierra y no me cuadra es ¿Qué hace Karl aquí? ¿Solo fingió ser mi amigo? Supongo que sí, porque un amigo nunca haría esto. 

¿Iván ya fue dado de alta, se dio cuenta de que falto en la casa? Espero que sí, porque me sentiría un poco traicionada ¿Me estaría buscando? No lo sé, tampoco sé dónde estoy y no puedo ver nada, la venda que está en mis ojos me lo impide todo y ya no tengo cuerdas en mis muñecas y tobillos, sino que hay cadenas de metal, por lo que he podido sentir. 

Luego de unos minutos pensando logro escuchar como la puerta del lugar en donde estoy es abierta y se pueden escuchar unos pasos, unos firmes y fuertes, las reconozco porque esas pisadas se escuchaban todo el tiempo en las oficinas, Karl está aquí. 

— Vaya, pero qué hermosa eres cuando estás en modo sumisa — escucho que dice muy cerca de mí. 

Muy pronto siento como la venda de mis ojos es retirada luego de mucho tiempo con fuerza, la poca luz que hay en el sitio me molesta en los ojos, así que no puedo ver muy bien. 

— ¿Qué quieres de mí? — pregunto con brusquedad — ¿Dinero? Te doy la cantidad que desees, pero déjame ir — prácticamente le suplico. 

Espero alguna respuesta, tanto positiva como negativa, pero esta nunca llega, solo escucho una risa de su parte, una muy estruendosa carcajada cargada de diversión. 

— ¿Tú? — me miró — ¿De verdad crees que yo necesito dinero? La estúpida de tu ex amiga es quien lo quiere, yo, por otro lado, quiero otra cosa.

— ¿Qué? — para este punto ya estaba desesperada. 

— Antes de hablar —de su chaqueta sacó una botella de agua — llevas dos días sin comer ni beber nada, te voy a quitar las cadenas para que estores las piernas, tomes el agua y más tarde te traigo la cena. 

De su bolsillo sacó un llavero que incluían cuatro llaves, separó dos de ellas y comenzó a quitar el candado de mis cadenas, tanto de las manos, como de los pies. Cuando terminó mis muñecas estaban tan irritadas que no pude evitar quejarme cuando las toqué, lo mismo con mis tobillos. 

— ¿Cena? — pregunté — ¿Qué hora es? — pensé mejor en mi pregunta — ¿Cuántos días llevo exactamente aquí?

— Llevas aquí dos días, ya te lo dije — respondió con aburrimiento — en un par de horas cumplirás tres, son las ocho de la noche. 

Abrí mis ojos impresionada, no podía creer eso ¿Tres días? Tres días privada de mi libertad, sin poder ver la luz del día, a mi familia… a Iván. 

— ¿Por qué haces esto?

— ¿El qué, quitarte las cadenas y traerte comida? No soy un monstruo. Toma — me tendió la botella de agua. 

— No — respondí seca — ¿Por qué me tienes aquí? Si no necesitas el dinero, ¿Por qué secuestrar a alguien solo por qué si?

Karl suspiró, ya cansado de mis preguntas. Así que solo se levantó y se dio media vuelta para irse. Quise levantarme también y salir corriendo escaleras arriba. Pero en cuanto lo intenté mis piernas fallaron y me caí de bruces, como un costal de papas. 

Lo volví a intentar un par de veces más, con mi cuerpo agotado, mi estómago pidiendo bocado y mi garganta pidiendo a gritos un líquido, así que le hice caso y tomé el agua que me había traído Karl, la abrí y la tomé toda de un solo trago. 

Casi vomité, pero no me lo permití, tenía que mantenerle lo más lucida posible. 

Cuando al fin me pude poner de pie, con mis piernas doliendo y mis tobillos soportando el ardor caminé por la pequeña habitación, buscando algo que me pudiera servir como salida, modo de defensa o comida. Pero no había nada, solo las cadenas que estaban ancladas a la pared, el colchón donde estaba acostada y la puerta que da al piso de arriba. 

Luego de unos minutos buscando, escuché de nuevo los pasos, así que me di media vuelta hacia la puerta y ahí vi a Karl, con una charola con comida. 

Mi estómago rugió feroz con solo oler la comida, Karl se acercó a mí con cautela. 

— Te traje esto, puedes comer lo que quieras y es mejor que lo hagas, no quiero que mueras acá abajo. 

— ¿Dónde está Camila? — fue lo único que pregunté. 

— ¿Esa? — preguntó con burla — Está haciendo su mejor teatro como mejor amiga preocupada por su mejor amiga, obvio para no dar sospechas. Al parecer la nota que le dejamos a tu esposo no funcionó y ahora está buscándote como loco. 

Eso alimentó una chispa de esperanza en mí. 

— Ahora — retomó la conversación — come y te diré el motivo por el que estoy apoyando esto. 

— No quiero nada que sea de tu parte — dije con rabia.

— Charlotte, querida. — suspiró — estoy intentando reunir toda la calma del mundo, por favor no me hagas esto difícil. 

— No confío en ti, nunca lo hice y mira que mi intuición no se equivocó — escupí con asco — ya sé por qué Iván te odia tanto. Él siempre supo la basura que eres y que no vales la pena.

Eso pareció encender un interruptor en sí mismo, porque golpeó con fuerza la charola con comida, haciendo que algunos trozos de esta salieran volando por todas partes.



#19219 en Novela romántica

En el texto hay: amor, odio, dolor

Editado: 27.06.2024

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