Desde aquel momento

C1-Confección

Como todas las mañanas Isabela entraba por la puerta a las siete con cincuenta de la mañana caminaba unos cuantos pasos en silencio hasta toparse con don Alberto el encargado de limpieza del primer piso que la saludaba de manera amable todos los días, recogía la correspondencia de manos de él y proseguía su camino, en el siguiente piso saludaba a las secretarias de recepción y así subía piso por piso por las escaleras de emergencia, no usaba el elevador porque le tenía pánico se había quedado atascada en uno de pequeña y desde ahí la idea de estar en un espacio tan reducido y colgada a la nada, la bloqueo, por eso su camino era más largo que los demás y se tomaba el tiempo para llegar al quinto piso donde estaba su lugar justo a una puerta de la oficina de su jefe, preparaba el café y dejaba los papeles listos sobre el escritorio de su jefe se dedicaba unos minutos para ver una de las fotos de él abrazado a su madre, sonrió por inercia contagiada de su amplia sonrisa y dejo la foto en su lugar, tomo asiento y como todos los días a las ocho con quince Braulio Campos cruzaba por el elevador, sonriente, feliz... eso pensó Isabela como todos los días, pero el día era diferente, hoy era la fiesta del décimo aniversario de la empresa y la cara de Braulio no era precisamente de felicidad.

—Isabela el día es de locos, has visto, pedí diez cajas del vino del que me gusto en la degustación del viernes y me han traído otra cosa — dijo entrando hablando a la nada, pero consiente que no estaba solo, se dejó caer en uno de los sillones de su oficina aventando sus cosas por todos lados.

Isabela tomo el portafolio y el saco para colocarlos en su lugar, lo escuchaba renegar hablando sin parar una cualidad que le parecía tierna como si de un niño pequeño se tratara, Braulio nunca mostraba estar molesto por lo menos es lo que ella ha visto todos esos años, sus enojos eran con sutileza y jamás insultaba a nadie.

— Puedo hacerme cargo señor Braulio, debe de ser un error — dijo acercándose a él que mantenían sus manos en el rostro.

— Sé que lo puedes hacer Isabela — dijo mirándola, le sonrió sutilmente y se puso de pie.

Isabela se sonroja siempre que él le sonríe es algo inevitable, se disculpó y salió de la oficina, minutos más tarde había logrado hacer el cambio de las cajas, solo había sido un error en la paquetería de la tienda. Escucho que él la llamaba y entro con el block de notas y una taza de café.

—Aquí tiene su café — dijo dejándolo a su lado, Braulio movió su mano por inercia y golpeo la mano de Isabela que llevaba el café de un movimiento evito que la taza sé callera tomando por completo su mano y la taza.

— Perdona Isabela estaba distraído — dijo sonriendo sin soltarla, dejó la taza en el escritorio, cerro la laptop abandonando el correo que leía desde hace unos minutos.

— Lo he solucionado, el vino ya viene en camino — dijo alejándose de él aun nerviosa por su cercanía. Pero Braulio no sabe de espacio personal, contento por la noticia se puso de pie y la abrazo un mísero instante, pero para Isabela fue los segundos pasan lentos junto a él.

— Te he dicho que no sabría que hacer sin ti, Isabela eres una excelente persona y sobre todo muy eficiente en tu trabajo — dijo soltándola para tomar un poco de su café.

— No es nada señor Braulio...

— Te he dicho que cuanto estamos solos puedes decirme Braulio este formalismo déjalo cuando estamos frente a los demás o en alguna reunión ya tienes tres años aquí y te lo he dicho muchas veces...

— Cuatro... — dijo en voz baja Isabela, pero no fue escuchada.

— Hoy es el aniversario número diez de la empresa y estoy muy ansioso, necesito que todo esté en orden así que confió en ti Isabela — dijo abriendo de nuevo su laptop.

— Claro que sí... Braulio — su nombre lo dijo muy tenue.

Isabela salió de la oficina con la finalidad de atender todos los pendientes, como le había dicho su jefe hoy la empresa cumplía diez años y se organizaría una fiesta con los clientes más importantes y todo el personal, repaso la lista de invitados que todos confirmaron, llamo a los del banquete para corroborar los horarios, a la florería, no dejo ningún cabo suelto, la noche tenía que ser perfecta, abandono la oficina un par de veces para ir al piso de abajo para checar los uniformes de los edecanes y meseros de la noche, regreso a su oficina se sentó en su lugar y tecleo algunos pendientes confirmados. Su celular comenzó a sonar anunciándole que había recibido un mensaje.

Date el tiempo para comer, necesitamos hablar antes de que des tu gran paso...

Leyó el mensaje de Xiomara su mejor y única amiga que trabaja en el tercer piso como diseñadora gráfica. A quien le debía haber llegado a esa empresa. Suspiro, cansada de tener esa conversación de nuevo, le había aceptado hace un año que vivía enamorada de su jefe y desde entonces le insiste en que debe hacer algo y que mejor día que hoy para confesarse, pero Isabela no quiere hacerlo el solo pensarlo la pone nerviosa, tiembla y sobre todo la voz le falla, es una locura, él no le corresponde y sería estúpido de su parte dejarse así de expuesta y terminar sin trabajo.

No me ignores... he... soy tu amiga y la única, vamos Isabela es un buen día, no pierdes nada al contrario ganarías todo.

Pero qué le diría o ¿cómo le diría? «Estoy enamorada de usted... necesito decírselo para poder seguir con mi vida» pensó, claro que no, pero la necesidad de hacerlo si estaba haciendo eco en ella, aunque lo negara.




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