Desde aquel momento

C6-El hombre perfecto

El lunes llegó igual o peor que el día anterior la lluvia no paraba en la ciudad, Braulio llegó muy temprano a la oficina miraba un par de documentos que le solicito a Omar su mejor amigo y encargado del departamento de edición.

— Deberías llevarte la situación con calma — dijo Omar sentándose frente a él.

— Esto tiene que quedar hoy mismo — contestó sin mirarle.

— No me refiero al trabajo, me refiero a Bruno, no tiene ni una semana aquí y estás perdiendo el control, él es muy bueno en lo que haces deberías aprovechar eso en vez de estar peleándote con él, es el socio mayorista te guste o no y tu hermano — dijo logrando que su amigo dejara de ver los documentos.

— Siempre ha sido así, él es el hombre perfecto que todo tiene en control y yo la oveja negra... según mi padre, además no puedo perdonar lo que hizo — dijo revolviéndose en su silla.

— ¿Perdonarle? Por dios Braulio tú no tenías ningún contacto con tu padre y te das el paquete de ofenderte, eras su hijo y tenías que estar al pendiente de él y saber que estaba enfermo, no culpes a tu hermano por tu falta de interés — dijo cruzándose de brazos.

— ¡No me informo de su muerte, eso se te hace poco! — vocifero.

— No tenía que informarte, tú tenías que estar ahí a su lado o te recuerdo que tu madre se casó y tampoco tuvo el delicado interés de informar a su hijo hasta el día de la boda — volvió a enfrentarlo.

— Con mi madre no te metas, ella soportó al ogro de mi padre por muchos años, ¿De qué lado estas? Se supone que eres mi amigo — dijo molesto.

— De ninguno de los dos — dijo dejando de lado el berrinche de su amigo.

— Quiero iniciar mi semana en paz, ayer por su culpa le grité a Isabela, me siento tan mal, nunca me ha fallado en nada del trabajo y me vi como el peor ante ella — dijo masajeando su sien.

— Pues en eso si estoy de acuerdo, ella no se merece estar en medio de los pleitos de ustedes, pero tu hermano soluciono las cosas... creo que debes ir pensando como compensarla — dijo tomando los documentos y dejándolo solo.

Las horas pasaron, Isabela llegó como todos los días puntual, pero sin ánimos, al entrar a la oficina notó un poco de música en la oficina de Braulio, decidió no entrar, entró a la suya y comenzó a archivar algunas cosas, no tenía ganas de verle a la cara ni pasar por otro momento como ayer. El elevador sonó media hora después, Bruno entro sin hacer mucho ruido directo a su oficina para salir después de dejar sus cosas.

— Isabela puedes traerme un café — dijo desde la puerta regresando a su escritorio. Isabela lo escuchó y dejó lo que estaba haciendo, debía admitir que aún se sentía un poco incómodo alrededor de él, pero este era su trabajo y tenía que tomar las cosas con seriedad y responsabilidad.

— Aquí tiene su café — dijo colocándolo en el escritorio minutos más tardes.

— Gracias, puedes por favor buscarme estos contratos — dijo sin mirarla entregándole una lista.

— Si, claro señor — dijo, esperó un momento, pero Bruno no tenía intención de dejar de leer algo en la laptop.

— ¿Sucede algo? — dijo al darse cuenta de que ella seguía de pie ahí.

— No, no es nada — dijo nerviosa, salió de la oficina con torpeza golpeándose con una de las sillas.

Bruno se había comportado seco con ella, nada comparado al día anterior, aunque no tenía nada de comparación, como lo pensó toda la noche él era una persona educada pese a la mala cara que lleva consigo siempre, hoy se lo volvía a confirmar, él solo había sido educado y era entendible que se debía a las situaciones. Si hubiera deseado hacer mofa de esa noche donde se declaró por accidente lo hubiera hecho ya y no lo hizo, por lo tanto, no es tan mala persona como lo aparenta ser o es lo que ella desea creer. Al momento que caminaba a su lugar Braulio salió de su oficina, el silencio se instaló entre ambos y fue incómodo.

— Buenos días, Isabela, no me di cuenta de que ya habías llegado — dijo sonriendo como otros días, como si ayer no hubiera ocurrido.

— Me ocupé con algunos archivos y le traje café al señor Bruno, perdón por no anunciarme — dijo caminando a su lugar.

— Isabela espera, ayer me comporté muy mal, fui grosero, lo lamento tanto, perdóname — dijo acercándose a ella y deteniéndola en la puerta tomando su mano.

— No se preocupe yo entiendo que estaba muy estresado — dijo con calma.

— Porque eres tan linda conmigo si he sido un reverendo imbécil contigo — dijo palmeando su mano levemente, con su otra mano acaricio su mejilla por un ligero momento. Ella se apenó por el gesto, algo que no pasó desapercibido para él que sonrió por verla tan inocente.

— Le repito que entiendo — dijo sin mirarlo.

— Pero aun así te compensaré de alguna manera, solo deja que piense bien como — dijo separándose de ella, continuo hacia el elevador y se despidió alzando una de sus manos.

Isabela estaba perdida por el gesto, por el momento y sentía como su corazón palpitando con fuerza ajena a que Bruno había visto todo y escuchado su conversación. Cerro con cuidado la puerta y regresó a su escritorio, miró las fotografías detrás de su escritorio, tomó la de ellos de pequeños la miró detenidamente abrió uno de los cajones y la guardo para continuar con su trabajo.




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