Isabela despertó muy temprano animada pensando en la noche anterior, sentía como si hubiera pasado algo muy especial pese a que su celular quedo totalmente inservible, se alistó y desayuno algo, eso era poco común en ella, pero al despertar tan temprano la mañana le estaba rindiendo. Salió rumbo a la oficina y llegó a las siete y media, don Alberto la recibió y como era de esperarse nadie aún había llegado a la empresa más que solo los de mantenimiento.
Al entrar a su oficina comenzó a preparar las cosas, tarareando equis canción que ni ella misma sabia cuál era solo eran notas simples que denotaban su estado de ánimo. Entró al privado de su jefe favorito y acomodo con cuidado sus cosas le dedico una sonrisa a una de sus fotos y prosiguió a hacer lo mismo a la oficina de enfrente, abrió y se quedó sorprendida... los papeles estaban regados por todos lados, la silla volteadas y aventadas, era un desastre como si alguien hubiera entrado a robar, pero los del aseo estaban muy calmados, decidió no mover nada y llamar a mantenimiento.
— don Alberto, hola de nuevo nadie ha venido a limpiar la oficina del señor Bruno — dijo con calma.
— Isabela el señor Bruno ha pedido que nadie entre a su oficina más que él, nadie de mantenimiento puede entrar, dejo una nota en el área.
Isabela colgó el teléfono y miro de nuevo el desastre a su alrededor, suspiro, sin perder el tiempo levanto cada una de las sillas y las puso en su lugar, papel por papel lo empezó a acomodar, se sentó en el suelo y los acomodaba por página, no sabía que había pasado ahí, pero algo no estaba nada bien, recordó la llamada, tal vez él la llamo para algo importante pensó, pero recordó el percance con su madre donde la mujer arremetió contra él, después los comentarios de Braulio sobre lo que él le hizo y por más que quería pensar algo las cosas no estaban cuadrando nada. Estaba tan metida en lo que estaba haciendo que no escucho el elevador. Bruno entró a la oficina y la miró en el suelo.
— ¡¿Qué estás haciendo?! — la voz de Bruno la asusta y ha gritado por ello.
— Yo... yo estoy acomodando... — dijo asustada con los papeles arrugados en sus manos y mirándolo.
— ¡Deja todo y sal de aquí ahora! — repite su tono de voz autoritario y ella sin pensarlo sale de la oficina sin oportunidad de decir nada más, solo escucha el portazo que retumba en el silencio de la oficina.
Ya afuera procesa lo que ha pasado él la ha mirado de una manera dura y sobre todo le ha gritado, porque eso fue lo que paso le grito con coraje. Intenta calmarse y no llorar, pero se siente rara y sobre todo dolida, Isabela es una mujer demasiado sensible su madre se lo ha dicho miles de veces, pero no tiene la culpa de ser una mujer que llora por todo, no heredo el carácter duro de su madre si no el de su padre que es un pan de dios que soporta a la mujer que tiene, por lo menos es lo que escucho de su abuela paterna muchas veces de niña, inconscientemente estaba temblando busco su taza y decidió tomar un poco de té para minimizar el momento, el ambiente era horrible de solo pensar que él puede salir de su privado y gritarle de nuevo por entrar.
Por su parte Xiomara buscaba cómo subir a la oficina de Isabela, pero no puede ir sin esperar toparse con Braulio, le marco varias veces de nuevo al celular, pero sigue igual entrando a buzón, cuando decide en marcarle al teléfono directo de la oficina, un murmullo la hace detenerse se asoma desde su cubículo y casi se va de bruces al suelo cuando ve a Braulio Campos entrar al área de diseño. Medita sus posibilidades y solo opta por tirarse al suelo y buscar algo, según ella debajo de su escritorio. Los demás miraban con asombro y miedo a su jefe en esa área siendo que nunca, pero nunca, ha bajado o entrado ahí. Él busca de reojo y nota un cubículo al fondo como le dijo Omar y se acerca hasta ahí, al asomarse se encuentra con Xiomara dándole la espalda y mostrando su parte más particular de su cuerpo.
— Buenos días, Victoria — dice en broma sentándose en su silla. Ella se levanta y se golpea la cabeza al hacerlo, él la ayuda a verle.
— Buenos días, jefe — dice sobándose la cabeza. Ella continúa en el suelo de rodillas mirándolo.
— ¿Estás bien? Puedo pedirle a mi secretaria que te traiga unos analgésicos —dice tomando el teléfono.
— ¡No! Yo tengo... yo tengo aquí en mi bolsa no es necesario — rápidamente toma su mano colgando el teléfono.
— Bueno, pero si sientes molestia dime inmediatamente — dice sonriendo, Xiomara aleja su mano de golpe.
— Gracias, pero estoy bien ¿A qué debo su visita? — dice intentando retomar su pose ante él, pero después de lo que ha pasado cree que no funcionara como las otras veces.
— Primero darte los buenos días, segundo saber cuál era tu cubículo donde has estado escondida todo este tiempo, porque sigo sin creerme que nunca te había visto antes y tres verte de nuevo Victoria... — dice así nada más con la típica sonrisa coqueta que Xiomara reconoce. Tiende su mano para que ella se ponga de pie y él se va después de eso. Xiomara no ha podido decir nada más.
Se maldice al darse cuenta de que lo ha logrado con su estúpida sonrisa, dejarla sin habla, pero no puede caer en ese juego tonto y debe hacer algo, Isabela es su mejor amiga y no puede andar tonteando con el hombre del cual ella esta enamorada, es sumamente bajo e imperdonable.
Braulio llega a su oficina contento y animado, entra dando los buenos días a Isabela que sonríe inmediatamente al verlo, él le dice que le lleve una taza de café y que la espera para checar unos pendientes mira de reojo la oficina de su hermano y decide no amargarse la existencia en ese momento. Isabela entra con el café y su block para notas, él le dice que necesitan mandar dos producciones de los nuevos comerciales. Todo se va en calma y ella por un momento olvida el mal rato.